• 25/06/2019 02:03

Si Einstein hubiese migrado a Panamá

País que, por su apertura a la inmigración, preparada o no, terminó convirtiéndose en una gran potencia mundial

El hombre con una melena canosa descuidada, de unos 45 años, 1.75 de estatura, subía la extensa loma que lo lleva a la Colina de la Universidad de Panamá. Ha perdido la cuenta de las veces que la ha subido. Los trámites no paran. Si el mismo: Albert Einstein. Con el lío de los profesionales extranjeros para ejercer en Panamá, deduje lo que hubiese pasado a Einstein, el famosísimo físico de origen alemán, al aplicar para enseñar en la Universidad de Panamá. Antes de siquiera pensarlo, hubiese tenido que esperar para poder nacionalizarse más de 10 años y así tener el estatus de panameño que permitiría que laborara aquí. En la U le exigirían reválida de su(s) título(s) frente a tres físicos del patio que aprendieron de sus teorías y descubrimientos. Además, de la traducción de sus diversos títulos al español, debidamente apostillados, de todas las materias que estudió en su natal Alemania, importándoles poco si se ganó o no el Premio Nobel de Física (detalle insignificante para los evaluadores). Para que sesionaran hubo de esperar más del año, ya que costó reunir a los tres jurados en el mismo sitio para que realizaran su evaluación. En medio de esta trama, un diputado agregó a una ley un nuevo requisito que hizo que el doctor Einstein desistiera finalmente trabajar aquí y lo hiciera en Estados Unidos donde, para el bien de la ciencia, pudo compartir su sabiduría. País que, por su apertura a la inmigración, preparada o no, terminó convirtiéndose en una gran potencia mundial.

Parece exagerado, pero no lo es. Con la reciente aprobación de decretos de gabinete que regularizaban procesos de migración para trabajadores extranjeros, se formó una innecesaria alharaca. Más que todo por la desinformación y el escozor que para algunos pocos, pero muy vociferantes, origina el término ‘extranjeros', cuya estancia en Panamá debe ser regularizaba por el bien de todos, para que los que vivan aquí se rijan por nuestras leyes, paguen impuestos y cuotas de seguro social.

En reciente artículo en este medio, ‘Leyes que promueven la mediocridad', el amigo Rafael Carles, nos recuerda las profesiones que están reservadas para panameños, por lo que resulta un contrasentido que protestemos porque le dan permisos de trabajo a inmigrantes cuando, de lograrlo, tendrán que hacerlo como repartidores de comida en moto de BonAppetit, Glovo o Uber, ya que, aunque sean abogados, enfermeros, ingenieros, médicos, abogados, psicólogos, arquitectos, toda clase de ingenieros, quiroprácticos, barberos y cosmetólogos, farmaceutas, nutricionistas, contables, periodistas, asistente dental, químicos, profesores de historia y geografía, y varios etcéteras más, no tendrán posibilidad alguna de ejercer su profesión, por lo menos legalmente, como sería el caso de los barberos y cosmetólogos de diversos países que ejercen esa actividad porque aunque ilegal, solo se acuerdan de ellos cuando le estiran mal la piel a alguien que quedó desfigurado por algún fal so especialista.

Imaginemos lo que cuesta preparar un médico cardiólogo en Venezuela. Doce años de bachillerato. Hasta doce estudiando medicina y especialidad(es). ¿Cuánto le costó a Venezuela? No lo sé, pero debió ser mucho, porque la calidad de la educación allá era de lo mejor. Me pregunto ¿cuánto nos costó en educación ese médico con una hoja excelente de servicio? Allí si puedo asegurar que NADA; ni un solo centavo.

¿Qué tal si nos aprovechamos de los conocimientos de ese médico y le damos una oportunidad para ayudar a nuestro sistema de salud? Cuando escucho que en el Seguro Social ni siquiera en la capital hay suficientes especialistas ¿por qué no vemos a esa gente valiosa y preparada y le decimos que después de apoyar por tres o cuatro años al Minsa en áreas remotas que carecen de médicos especialistas, se le expide algún permiso para que lo puedan hacer en todas partes?

Lo que promueven tantas restricciones es la permanente violación de la Ley. Días atrás, en el restaurante de un amigo venezolano, me topé con un anuncio que leía ‘SE CONTRATA PERSONAL PANAMEÑO'. Al preguntarle el porqué de aquello, me indicó que no encuentra a ninguno del patio que quiera hacer lo que otros —quizás necesitados extranjeros— hacen con tanta gana.

¿Queremos desarrollarnos como país de primer mundo? Abramos los ojos. Aprovechemos el gran talento que nos ha llegado y que tanta huella está dejando aquí y no lo desperdiciemos obligándolos a ganarse su vida como repartidores de comida en moto, donde ni siquiera les pagan su seguro social y ninguna prestación les cancelan. Como diría Torrijos: Pongamos las luces largas al desarrollo. Debemos respetar las plazas de panameños, pero también debemos sacar ventaja lo que llega a Panamá. Es posible conciliar esas posiciones. Estoy en contra de tantas leyes restrictivas; a favor de mentes abiertas que tengan los pies sobre la tierra.

ABOGADO

‘Aprovechemos el gran talento que nos ha llegado y que tanta huella está dejando aquí y no lo desperdiciemos obligándolos a ganarse su vida como repartidores [...]'

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