• 14/08/2019 02:02

Protestas ciudadanas, ¿para qué?

Las manifestaciones entre 2010 y 2013 que buscaron derrocar Gobiernos autocráticos en Medio Oriente, que se llamó la Primavera Árabe

A lo largo del planeta se generan diariamente protestas ciudadanas por innumerables causas. Desde las protestas proaborto en Argentina, pasando por los Chalecos Amarillos en Francia, a las marchas anticorrupción en Chequia, o los estudiantes que protestan por el medio ambiente en el mundo.

Desde Hong Kong, donde la población se resiste a aceptar leyes que consideran injustas a Sudán, donde las protestas contra el Gobierno comenzaron cuando Omar Hasán Ahmad al Bashir, el gobernante autócrata, le puso fin a los subsidios al trigo y combustible y, que se mantuvieron hasta su renuncia.

De Rusia donde la permanencia de Putin en el poder ya se extiende a 20 años, y grupos opositores protestan por mayores libertades, porque se les permita competir en igualdad de condiciones en las elecciones regionales, hasta Venezuela, donde el régimen también cumple ya 20 largos años y se han presentado distintos ciclos de protestas, los cuales han generado centenares de muertos, miles de heridos y detenidos.

Podríamos seguir con más ejemplos, pero lo que llama la atención es que ahora son más frecuentes, más grandes, en muchas regiones del mundo, en países democráticos, o en países con regímenes autoritarios donde se protesta. Los ciudadanos cada día pierden más el miedo a protestar, a reclamar sus derechos.

Las manifestaciones entre 2010 y 2013 que buscaron derrocar Gobiernos autocráticos en Medio Oriente, que se llamó la Primavera Árabe, marcaron un antes y un después, pues fueron organizadas principalmente a través de las redes sociales.

Por otra parte, Richard Youngs, autor del libro ‘Activismo cívico desatado', considera que estamos ante una nueva era de activismo cívico global, pero, que, si bien las luchas sobre temas globales están presentes, están cediendo espacio a luchas más específicas, como la destitución de ciertos funcionarios o la anulación o modificación de ciertas leyes.

Dentro de este mar de protestas que recorre el mundo, también han surgido manifestaciones antiinmigrantes en Europa y otras partes del mundo, cuando las cifras de desplazados en el mundo –por las más diversas razones, desde políticas, cambio climático, ideológicas, religiosa, raciales y conflictos armados— ya alcanza los 68 millones de personas en el mundo.

El caso de EE.UU. es particularmente preocupante, pues, al ser un país que desde sus orígenes ha estado conformados por inmigrantes, que durante siglos le abrió las puertas al mundo y recibió a ciudadanos de los más diversos países, después de la elección de Trump, con su discurso antiinmigrante, estigmatizándolos, ha generado un alarmante y creciente número de manifestaciones de extrema derecha y supremacistas blancos, algunas de las cuales pueden haber sido influencias para los ataques y masacres de los últimos tiempos.

Ahora bien, hoy es más fácil y rápido convocar grandes cantidades de personas para manifestarse, el problema que afrontan estas protestas es cómo lograr sostener en el tiempo ese ánimo, el espíritu de las mismas y luego lograr que estas se conviertan en políticas o programas que satisfagan las demandas de los ciudadanos.

Allí está el gran reto de los ciudadanos, en mantenerse en la lucha y lograr sus objetivos.

Sin embargo, el problema parece ser que, si bien la tecnología ha sido un factor importante para comunicar y ayudar, convocar y organizar las protestas, si estas no tienen un líder, un jefe que inspire, que sea respetado por las multitudes, terminan estas protestas diluyéndose una vez que pasa la euforia inicial.

La conducción de alguna figura que encarne los ideales, valores y objetivos de la lucha —cualquiera que ella sea— ha sido fundamental en todos los tiempos y todo indica que lo seguirá siendo. Desde Jesús, Gandhi, Mandela, o más recientemente, Greta Thunberg, quien desde Suecia ha logrado movilizar a miles de jóvenes en todo el planeta, son una prueba de que se requiere una conducción, un liderazgo que logre mantener la cohesión del grupo, el enfoque en los objetivos, y sobre todo mantener la lucha hasta lograr los objetivos que originaron la protesta.

Estamos ante un cambio de Era y ello está provocando muchos desajustes en todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos, de las sociedades y de los países. La inestabilidad en las economías de los países, los conflictos armados y las amenazas de nuevos conflictos en varias regiones del mundo, los efectos de nocivos del cambio climático que ya se ven y sufren en algunos países, el que 820 millones de personas en el mundo siguen pasando hambre, pero desperdiciemos entre el 25 % y el 30 % de los alimentos, debe llamarnos a la reflexión.

¿Queremos autodestruirnos o queremos vivir mejor?

CONSULTOR POLÍTICO; EN TWITTER: @ORLANDOGONCAL.

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