• 13/10/2019 00:00

Cambio climático... Una opinión

“Ignorar la crisis ecológica y no actuar en consecuencia nos haría cómplices del mayor crimen ecológico, porque atenta contra la preservación de nuestra especie”

El cambio climático es un fenómeno de vieja data; a partir de 1850, con el inicio de la Revolución Industrial, cuando se comenzó a utilizar carbón mineral, acero y seguidamente petróleo, se advirtieron cambios en la atmósfera, para 1896 Svante Arrhenius, científico sueco, dijo: “a medida que haya más dióxido de carbono en la atmósfera será mayor el calentamiento global”. Y para 1930, Guy Stewart, meteorólogo inglés, dijo que: “el CO2 había aumentado un 10 %, y estaba provocando un aumento en la temperatura de los países europeos”. A inicios de la década del 80, del siglo pasado, un grupo de científicos descubrió que la capa de ozono del polo sur se había debilitado y presentaba agujeros. Posteriormente se comprobó que el efecto invernadero depende de gases como el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso y los clorofluorocarbonos (CFC's), entre otros. El dióxido de carbono se genera a partir de combustibles usados en la industria y el transporte en general. El Protocolo de Kyoto, aprobado en 1997, tenía como objetivo reducir un 5.2 % las emisiones, antes del 2012, pero los Estados Unidos no lo firmaron y las grandes corporaciones o empresas transnacionales lo desconocieron, a pesar que los países industrializados, donde reside el 20 % de la población mundial, generan el 75 % de dichos gases.

La causa del daño a nuestra casa común es el uso irracional de la energía y los recursos naturales. El régimen de producción capitalista, propio de la concepción desarrollista, que prevalece desde aquel entonces, toma a la naturaleza como proveedora de recursos infinitos, buenos para satisfacer la demanda, la que incluso manipulan promoviendo el consumismo, para aumentar las ganancias. La política económica neoliberal, “recomendada” por las instituciones financieras internacionales, (FMI, BM, OMC, OCDE, etc.), instrumentos del capital financiero internacional y de las grandes corporaciones empresariales, exige la reducción del Estado, el recorte del “gasto” social, y la liberalización del mercado; medidas, todas, que aseguran la inamovilidad del modelo depredador, traduciendo condiciones que imposibilitan el resguardo y/o recuperación del ambiente. En nuestro caso, la política económica, subordinada al modelo imperante, tiene como propósito generar las exportaciones requeridas para garantizar el servicio de la deuda.

Modelo, que en virtud del severo daño causado al planeta, algunos pretendieron mitigar con la tesis del desarrollo sustentable, incorporando la variable ambiental en la producción. Solo que los indicadores del daño siguieron y siguen aumentando. Según informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), “entre los años 2014 y 2019 se registró el período de mayor temperatura de la historia. El aumento del nivel del mar se aceleró rápidamente durante el mismo período, debido a que las emisiones de CO2 alcanzaron nuevos máximos. La cantidad de CO2 que ingresó a la atmósfera entre 2015 y 2019 aumentó en un 20 % en comparación con los cinco años anteriores. El aumento del nivel del mar causado por las altas temperaturas, ya que el aumento promedio desde 1993 hasta ahora es de 3.2 mm por año. Sin embargo, de mayo de 2014 a 2019, la subida pasó a ser de 5 mm por año”. En Panamá, los habitantes de la isla Gardi Sugdub, comunidad guna, podrían ser el primer grupo poblacional que migre a consecuencia del cambio climático.

Por razones de sobrevivencia, lo racional es cambiar el modelo de producción y de consumo, cambiar el paradigma, recurrir al uso de energías alternas, eólica, cinética, solar, geotérmica, etc., así como establecer controles efectivos para reducir la emisión de gases con efecto invernadero, proteger la flora, incluyendo los manglares, prohibir la tala y estimular la reforestación; impidiendo la expoliación minera y el uso de agroquímicos, que contaminan las fuentes de agua dulce. La disposición sanitaria de los residuos a cielo abierto, además, ubicados, próximos a los manglares, donde se inicia la cadena alimentaria, es altamente lesiva al ambiente. Las representaciones teatrales, protagonizadas por autoridades con investidura diplomática carecen de sentido; en la Cumbre de París, el vocero de Panamá presentó un proyecto para proteger los bosques, a nivel planetario, mientras aquí, unos codiciosos, amantes del dinero fácil, talaban indiscriminadamente el Darién y las márgenes del Canal.

El cambio climático requiere un abordaje responsable, eludir el tema no es serio, y posponerlo, aún peor. Lo procedente es tratar de conocer las causas y proponer alternativas congruentes, incluyendo pactos que tengan carácter vinculante y permitan sanciones a quienes los incumplan. Noam Chomsky, concluyó que: “los países más avanzados están conduciendo al mundo al desastre, mientras que los pueblos hasta ahora considerados primitivos, están tratando de salvar al planeta entero. Y, a menos que los países ricos aprendan de los indígenas, estaremos condenados todos a la destrucción”.

Nos urge entender que la fotosíntesis es el proceso mediante el cual las plantas convierten el CO2 en oxígeno y agua, elementos esenciales para la vida. Ignorar la crisis ecológica y no actuar en consecuencia nos haría cómplices del mayor crimen ecológico, porque atenta contra la preservación de nuestra especie. Resguardar nuestra casa común es un objetivo supremo, para cuya consecución, la educación es determinante; imposible de alcanzar sin consciencia ni coherencia y mucho menos equiparando el mérito y la competencia, con la experiencia y el nefasto clientelismo. ¿Reevaluarán la estrella del programa, confiriéndole la prioridad que demanda?

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