• 19/10/2019 00:00

Calidad humana vs. generaciones 'millennials', 'centennials' y otras hierbas

En estudio realizado en el Perú, cuyo resumen fue publicado bajo el título de “Child Care Quality and Child Development”, en la revista The Journal Human Resources, se afirma entre sus hallazgos que: “El desarrollo en la primera infancia predice la escolarización y los resultados del mercado laboral en la edad adulta” (Araujo, Dormal y Schady, 2018).

En estudio realizado en el Perú, cuyo resumen fue publicado bajo el título de “Child Care Quality and Child Development”, en la revista The Journal Human Resources, se afirma entre sus hallazgos que: “El desarrollo en la primera infancia predice la escolarización y los resultados del mercado laboral en la edad adulta” (Araujo, Dormal y Schady, 2018). Este hecho, estudiado más de una vez en distintas latitudes del planeta anteriormente, permite la comprensión de que existe una relación estrecha entre este desarrollo en edades tempranas y, por ejemplo, la alta tasa de niños que repiten primer grado en Panamá o, hasta cierto punto, entre tal hecho y el que más de la mitad de los niños de tercer grado “no tienen las competencias de lectura comprensiva para la edad, lo que dificulta su aprendizaje”, tal como lo confirmó por este medio la ministra de Educación la semana pasada (La Estrella de Panamá, 2019, 13 de octubre, Polígrafo).

Muchos niños pequeños —agregan los investigadores sociales citados— tienen algún tipo de cuidado infantil no parental, pero “la calidad de este cuidado, en particular la calidad de las interacciones entre el cuidador y el niño, a menudo es baja”. Esto habla de que las madres y abuelas —en la mayoría de los hogares de los estratos socioeconómicos empobrecidos— no están armadas con recursos de calidad para la crianza dada a los niños, teniendo los resultados indicados por la ministra.

Cabe advertir que, cuando se alude al tema de calidad de los o las cuidadoras, no se hace referencia a que tengan interacciones cariñosas o no con la población infantil. Aunque esto también interviene, se trata de que las cuidadoras de los niños de los estratos empobrecidos no cuentan con las herramientas ni competencias para corregir deficiencias en la motricidad fina o para fomentar estímulos de comunicación y resolución de problemas, exigidos en las sociedades de hoy.

Reducir el tipo de problemas planteados por la ministra Gorday conlleva la intervención masiva en las criadoras(es) de los hogares empobrecidos para que estas adquieran las competencias en cuestión, lo cual no le alcanza entre sus funciones al Meduca. Esto es más del alcance de servicios de salud y del Mides.

Ahora bien, la realidad nos presenta un escollo cada vez mayor para que estos cuadros de desigualdad social se reduzcan, a saber, que aun elevando la calidad de las criadoras para el desarrollo infantil temprano e incluso posterior al ingresar al sistema escolar, la misma se diluye frente al papel desempeñado por las tecnologías digitales e informáticas, las cuales absorben en cantidad y calidad, cada vez más el aprendizaje —no necesariamente de lo que nutre en lo personal y socioculturalmente— de los niños y adolescentes.

Aquí aparecen los famosos “millennials” y recientemente, los de la “generación Z” o “centennials”, eufemismos empleados para ocultar que no se trata de procesos naturales, obvios, sino perfectamente sociales —y por tanto reversibles o reorientables— que conllevan estrategias de dominación de nuestras poblaciones jóvenes, diríamos mejor, de esclavización a través de la manipulación de las mentes. ¿Esclavización por parte de quiénes? De los multimillonarios de las corporaciones transnacionales que requieren que todo el mundo consuma hasta la saciedad lo que estas producen, aunque sus productos no satisfagan necesidades reales.

La lógica de la obsolescencia programada está presente en sus productos con otras caras. Mientras más rápido caduque lo que se adquiere, más rápido se vende lo nuevo, más se consume. La caducidad —de informaciones recibidas, de video juegos, de programas que exigen dispositivos con mayor capacidad, etc.— provoca una dependencia tal que obliga a estar pegado a los aparatos móviles para no ser parte de lo que caduca.

Así, se configuran significados culturales que redundan en aislamiento social de estos “millennials” y “centennials”, a pesar de que físicamente estén cerca de las otras personas. La lógica de la caducidad, refuerza valores que giran alrededor de lo efímero, lo inmediato. Desde cualquier perspectiva, lo que esté en capacidad de aportar la criadora, el tutor, el docente, está por debajo en tiempo y atención dada, frente a las aplicaciones tecnológicas para nada inocentes en sus contenidos que consumen estas generaciones y que es lo condenable aquí.

Nuestros gobernantes —y los gremios docentes que no lo objetan— por su parte, fomentan este sistema de esclavitud mental, al hablar de la modernización de la educación y demás hierbas esclavizantes.

Sociólogo y docente de la Facultad de Medicina de la UP.
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