• 04/11/2019 00:00

El Toro, el Perro, Orejón y Pitufo

“Panamá tiene que cambiar, en 116 años de vida republicana nos hemos paralizado totalmente, el país vive en un desorden parecido al que bulle en las dos cuevas de gallotes del cerro Trinidad de Capira [...]“

A todos estos señores les guardo su merecido respeto; todos ellos saben el contenido del síndrome de la Tumba Muerto, quiero decir que no habrá cambio en el nombre de esa vía porque ya el pueblo la conoce como Tumba Muerto y así quedará hasta el final de los tiempos, así como también ellos conocidos de por vida, como: el Toro, el Perro, Orejón y Pitufo.

Hace una menguante los reuní en mi casa de Piedras Blancas de La Pintada, de manera que participaran en una de esas pesadillas que muchos panameños de prosapia viven actualmente preocupados unos, y temerosos otros por el futuro que reaparece en el firmamento de la administración pública y el desarrollo de nuestro país.

Estos cuatro señores han sido escogidos por nuestro destino mitológico para que desarrollen una constituyente a puerta cerrada (sin pericos ni loros), que por lo menos logre que los panameños sepamos qué hacer con una cornucopia abarrotada y sobre todo con la ventaja estratégica que tenemos.

Estos venerables ancianos en muchos aspectos, conocen lo que es Panamá y por su capacidad, experiencia probada y convivencia con personalidades de los tres sectores económicos bien podrían aportar un documento apropiado que fuese base de nuestra Constitución o tal vez parir, aunque les sea doloroso, un documento que resuma cómo debemos sacarnos los piojos y no que ese remedio provenga de una brillante organización formada apenas en el 2008, como la Concertación Nacional, para el desarrollo con gente importante sí, pero que conocen menos que las Naciones Unidas dónde come la langosta en Panamá y por cuál de las cuatro patas de la mesa es que no balanceamos.

Panamá tiene que cambiar, en 116 años de vida republicana nos hemos paralizado totalmente, el país vive en un desorden parecido al que bulle en las dos cuevas de gallotes del cerro Trinidad de Capira: la conocida como La Valloli y la otra del peñasco más alto, en donde se han estrellado un par de avionetas de gringos aventureros. Las dos bandadas oscuras de pichones blancos, halan con sus picos la cintura de mujercita guapa de Panamá, en el laberinto más inusitado de América Latina y gozando con la bendición de un “Pro Mundi y Beneficio” que nos va a hundir sorpresivamente en un estercolero del cual nos va a costar salir aún atollados de pies a cabeza.

Economista y escritor costumbrista.
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