• 09/11/2019 00:00

Reformas constitucionales: de la lucha obvia a la lucha real

Reformas constitucionales: de la lucha obvia a la lucha real

Tal como afirmaban los científicos clásicos del siglo XIX: si la realidad fuera la que observamos por nuestros sentidos, el papel de la ciencia estaría sobrando. Es decir, la realidad de los hechos no es la que visualizamos empíricamente, sino que a través de esta y un adecuado proceso de abstracción (conceptos) se logra la aproximación sucesiva a lo que realmente existe. Así pudo explicar Newton el hecho conocido como la gravedad, cuyos sentidos captaron la caída de los cuerpos (de una manzana dicen las leyendas). Así, el premio nobel Illya Prigogine, logra demostrar que la exactitud de las llamadas ciencias exactas era una ficción, en la realidad no existe ninguna ciencia exacta, aunque los sentidos digan otra cosa.

¿Y por qué doy esta vuelta algo académica sobre el tema de las reformas? Simplemente porque lo que he visto primar en diversas interpretaciones de “analistas” de la coyuntura política de las reformas constitucionales, hacen mucha referencia de lo obvio y no de la esencia de la realidad. Lo cual, coadyuva a generar un imaginario de falsedades que opacan la realidad y al opacarla, no se resuelve la problemática sustancial, prolongando las crisis.

Unos, insisten en que la contradicción principal que está en juego es la que diferencia entre los grupos que no aceptan las reformas aprobadas por el método empleado (inconsulto) y los que exigen su inclusión en el proceso reformatorio. Otros, perciben un enfrentamiento entre gobernados vs. gobernantes, a raíz de la crisis acumulada por la corrupción rampante de estos últimos. También, escuché interpretaciones que concluyen que se trata de un conflicto entre los que quieren reformar la Constitución contra los que quieren que se mantenga como está.

Es decir, una y otras interpretaciones miran lo obvio, lo que se manifiesta a primera vista. Algo de verdad hay en cada una de ellas, pero la realidad no parece estar allí, lo que se puede cuestionar por ejemplo, cuando se identifican los actores sociales principales que aparecen en este escenario histórico (Ver mi artículo de opinión publicado en: La Estrella de Panamá, 3 de noviembre de 2019) de forma tal, que la superación de la crisis o su aletargamiento estará en consecuencia con los intereses puestos en juego y promovidos por las distintas fuerzas o actores sociales.

Quienes abanderan la existencia de reformas, están en el lado del Gobierno tanto como en el lado de los gobernados (por lo cual no se trata de una contienda exclusiva de gobernados vs. Gobernantes), pero la diferencia está en que unos plantean mantener como está el modelo de sociedad excluyente, promotor de desigualdades socioeconómicas —a fin de cuentas antidemocrático—, mientras otros plantean remover los fundamentos constitucionales de ese modelo de sociedad que ha llevado a la crisis cultural, social, económica y política que vivimos en forma creciente.

Los primeros están en todos los órganos del Estado sin excepción. Pero también están en los contingentes poblacionales de la sociedad civil que participan de los beneficios de ese modelo —agrupados en los gremios empresariales, en la mayoría de los casos— o que sin beneficiarse directamente tienen intereses particulares, corporativos, que hacen que sus impulsos se orienten a reformas de artículos tales y artículos cuáles. Como ocurre con los grupos pro y antiigualitarios del matrimonio. O también, los grupos proempresariales a los que solo les preocupa maniatar el poder de los diputados. En ambos casos, manteniendo incólume los principios que condicionan la degradación moral y sociocultural de nuestra sociedad.

El movimiento de estudiantes —con evidente inmadurez ideológica— junto a varios sectores profesionales y de trabajadores organizados que proponen que se desestime el mamotreto de reformas aprobadas y se incurra en debates con participación ampliada desde el principio (Constituyente originaria) parecen estar más cerca de preocuparse por el modelo de sociedad que no fue discutido ni por la autocrática Concertación Nacional ni por el demagógico Ejecutivo ni por absolutamente ninguno de los diputados.

He aquí, pues, la contradicción principal de las tensiones generadas a propósito de las reformas. Contradicción que estimulará que los más poderosos propicien dividir a los contrarios, debilitándolos para que en una eventual discusión sobre los temas principales, se reduzca su representatividad, se diluyan sus argumentos y triunfen los cambios para no cambiar. El actor más poderoso, el pueblo, en su momento volcará la balanza hacia sus propios intereses o en su contra.

Sociólogo y docente universitario.
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