• 28/11/2019 00:00

El golpe de Estado descubre 'poder dual' en Bolivia

“En estos momentos, cabe solidarizarse con el pueblo boliviano, sus trabajadores y juventud, cuya soberanía ha sido violada. Hay que respaldar su lucha [...]”

Este es el primero de dos artículos sobre Bolivia. En esta entrega veremos cómo se produjo el golpe de Estado en ese país. En el segundo, se analizarán las causas profundas. El golpe de Estado del 10 de noviembre próximo pasado, que derrocó al presidente Evo Morales en Bolivia, representa un paso atrás significativo para la democracia y el desarrollo de los pueblos latinoamericanos y del mundo. Los actores políticos responsables de esta tragedia han actuado siguiendo un guión predeterminado con un fuerte cariz de odio racista y religioso. A la cabeza del movimiento golpista se colocó EE. UU. con el personal de su Embajada en La Paz. Funcionarios de la Embajada organizaron y movilizaron a la derecha política, cuyo centro está en Santa Cruz, con sus pandillas que aterrorizan a la población. Lograron, mediante chantajes y compras de lealtades, generar motines significativos en varios cuarteles de la policía. La nota clave fue la movilización de las Fuerzas Armadas bolivianas que no protegieron el orden constitucional y salieron a reprimir a los pueblos indígenas bolivianos. La plana mayor del Ejército, con el general Williams Kaliman a la cabeza, son graduados de la Escuela de las Américas, cuya sede está en Fort Benning, EE. UU.

No sería de extrañar que la Embajada de EE. UU. ya está negociando una visita oficial al Palacio Quemado de corporaciones norteamericanas que recibirán como compensación por su apoyo al golpe los yacimientos de litio en el suroeste de Bolivia. En septiembre una delegación encabezada por la hija del presidente Trump, Ivanka, visitó las minas de litio en Argentina, en la frontera con Bolivia. Al mismo tiempo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) llegará al altiplano para hacerle un préstamo de varios miles de millones de dólares (¿10, 20 o 40 mil millones?) a los racistas que se han instalado en los puestos de mando del Gobierno. El préstamo del FMI se repartirá entre los sectores que impulsaron el golpe, los especuladores de siempre, y la deuda con sus intereses los comenzará a pagar el pueblo boliviano. El modus operandi no variará. Todos lo conocen.

A fines del siglo XX un sociólogo boliviano que enseñaba en la UNAM, René Zavaleta, escribió un libro que tituló “El poder dual”. Analizaba los choques violentos que se producían en países donde las clases dominadas retaban la hegemonía de las clases dominantes. No existía claridad sobre quién gobernaba, quién definía las reglas. Las crisis se resuelven en forma violenta y generalmente las minúsculas clases pudientes salen triunfantes reprimiendo a todos sus adversarios.

En apariencia, los trabajadores, los mineros, cocaleros e indígenas bolivianos llegaron al poder con Evo Morales en 2004. Era el poder popular. El golpe de Estado descubrió que en realidad el poder era compartido. En Bolivia se estaba ejerciendo un poder dual. El mismo continuará hasta que se superen las causas del conflicto: la explotación.

El Gobierno de Evo Morales se vio con las manos atadas sin poder reaccionar ante la presión de los empresarios, fanáticos de derecha y, sobre todo, del Ejército. El pueblo no logró montar una contraofensiva. Los mineros —bastión tradicional de resistencia boliviana— se pronunciaron en forma tardía, pero ya están en pie de guerra.

El presidente Morales está en México donde el Gobierno de ese país le ha ofrecido protección. Está a la espera de un llamado del pueblo boliviano para regresar al Palacio Quemado para reasumir el liderazgo.

El crecimiento económico y desarrollo social durante la gestión gubernamental de Morales fue espectacular. En 2004, cuando Morales llegó al poder, el producto interno de Bolivia era de 4,5 mil millones de dólares. En 2019 llegó a representar 30 mil millones de dólares. La pobreza, el analfabetismo y la desnutrición fueron erradicados en un plazo de menos de 15 años, tres períodos presidenciales.

Evo dijo que su renuncia la entregaba para evitar un baño de sangre. ¿A qué se refería? ¿Los militares pretendían barrer con los militantes del MAS y con los simpatizantes del presidente aymara? Los fascistas, bajo el estandarte del cruzado Fernando Camacho, tienen planes para “cristianizar” a Bolivia y acabar con los pueblos indígenas.

En estos momentos, cabe solidarizarse con el pueblo boliviano, sus trabajadores y juventud, cuya soberanía ha sido violada. Hay que respaldar su lucha por recuperar las riendas del país. Estamos seguros de que los mineros, los cocaleros y los indígenas bolivianos regresarán pronto al Palacio Quemado para instaurar el poder popular.

Profesor de Sociología de la UP e investigador asociado del CELA.
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