• 25/01/2020 00:00

Autonomía, independencia y neutralidad (II)

El segundo componente del tríptico es la independencia del 3 de noviembre de 1903, —en lo absoluto separación— noción política que es en esencia un proceso en permanente desarrollo.

El segundo componente del tríptico es la independencia del 3 de noviembre de 1903, —en lo absoluto separación— noción política que es en esencia un proceso en permanente desarrollo. Sus antecedentes lo constituyen los actos separatistas y autonómicos del siglo XIX y el expansionismo e inicio del imperialismo estadounidense.

Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que la independencia se engendró en las luchas autonomistas y obtuvo su realización plena, luego de que la República de Panamá adquiriera su jurisdicción soberana en el territorio nacional y pasara a formar parte de la comunidad internacional de naciones.

Por supuesto, que la “terquedad histórica” de los istmeños coincidió con el desarrollo imperialista norteamericano el cual mediatizó nuestra independencia nacional por medio de la concertación del Tratado del Canal de Panamá que estableció un enclave colonial en el corazón del país denominado “Zona del Canal”.

De la independencia del istmo de Panamá, el 3 de noviembre de 1903, existen tres leyendas negativas: La primera es la imperialista que señala la creación del Estado panameño como hechura o invento estadounidense caracterizado por la arrogante frase “rooseveliana” de “I took Panamá”. Dicho mito se deriva de la falta de reconocimiento de los afanes autonomistas, separatista e independentistas que durante todo el siglo XIX precedieron la independencia de 1903.

Objetivamente lo que se produce es una convergencia de los intereses imperialistas de construcción del Canal, expansión y dominio de los mares con fines militares y comerciales; y la voluntad (“terquedad histórica”) del pueblo panameño —representado en la burguesía comercial de tránsito— por lograr su independencia.

La otra ficción respecto a la independencia de Panamá es la propalada por la historiografía colombiana que señala este hecho como un “desmembramiento” de la República de Colombia. Al respecto, en la primera entrega escribía que “jamás el istmo de Panamá perteneció a Nueva Granada, después Estados Unidos de Colombia y finalmente República de Colombia.

Hace apenas 3.5 millones de años el istmo emergió, separó los océanos Atlántico y Pacífico, selló el bloque del continente Suramericano constituido hace más de 150 millones de años y al cual pertenece Colombia. Por otro lado, Panamá perteneció —en el periodo colonial hasta bien cercana la independencia— al Virreinato de Castilla de Oro y finalmente el istmo de Panamá como Estado independiente se unió al proyecto bolivariano (el imaginario político de la Gran Colombia) en los mismos términos que lo hizo Nueva Granada (Colombia), Venezuela y Ecuador. Cuando se deshizo la “Gran Colombia”, la debilidad istmeña nos sometió al yugo neogranadino. De manera que es un absurdo histórico la leyenda colombiana de que los Estados Unidos “desmembró” a Panamá de Colombia”.

La tercera fábula —en sus dos versiones— es la de los propios panameños. La interpretación idílica divulgada por las clases dominantes que consiste en señalar como únicas causas de la independencia, el estado de abandono del istmo por parte de Colombia y el rechazo del Tratado Herrán-Hay por el Senado de Colombia, circunstancias que conllevaron disipar todas las esperanzas de mejores días para los istmeños. Por otro lado, está el planteamiento radical y simplista que niega los antecedentes históricos de lucha del pueblo istmeño durante todo el siglo XIX y la convergencia de los intereses imperialistas en Panamá y reduce los hechos del 3 de noviembre de 1903 a una entrega o traición de los intereses nacionales por parte de la oligarquía dominante.

Lo cierto es que la distancia histórica de la independencia del 3 de noviembre de 1903 nos permite a los panameños en la actualidad juzgar objetivamente la gesta y concluir parafraseando a don José Ortega y Gasset: ¡Los próceres de la independencia fueron “ellos y sus circunstancias”! En consecuencia, el “alpinismo generacional” obliga y demanda, en el proceso de perfeccionamiento de nuestra soberanía e independencia nacional, que las generaciones de hoy empuñen el pendón de lucha por la NEUTRALIDAD en todo el territorio nacional. ¡Así de sencilla es la cosa!

Abogado y analista político
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