• 03/02/2020 04:00

¿Playa pa' qué?

El 2020 ha entrado con una velocidad vertiginosa. Recién ayer celebrábamos la llegada del Año Nuevo, y ya se acabó enero. Todo se mueve muy rápido.

El 2020 ha entrado con una velocidad vertiginosa. Recién ayer celebrábamos la llegada del Año Nuevo, y ya se acabó enero. Todo se mueve muy rápido. En Panamá, el ciudadano común tiene ya una meta en mente: carnavales. Es impresionante la importancia que le damos a una celebración en la que la reina la farsa y el desperdicio del agua. La gente se desvive por carnavalear y celebrar con el elemento que nos es imprescindible a todos, el agua.

Mientras la gente se prepara para dar rienda suelta a cualquier exceso, nuestros políticos mantienen una agenda oculta dirigida a lograr negociaciones que les den más beneficios de los que ya gozan. Pareciera que los movimientos no se dan solamente en la Asamblea Nacional, donde cada día nos enteramos de escandalosos nombramientos de personas que, sin otro mérito que ser familiares y allegados a aquellos en poder, entran a formar parte de las filas de un grupo de la sociedad conocido como “empresarios exitosos”, o nuevos ricos, que amasan dinero a través de salarios y componendas que el 99 % de los mortales no podremos obtener jamás por medio de méritos. Aquello de “lo haremos juntos” no incluía a todos. Era un mensaje para su grupo.

Al margen de esto, los líderes de la nación muestran una brújula con un norte trastocado. Habiendo tantos problemas en la ciudad, y en el país en general, enarbolan proyectos insignia como banderas, símbolos de sus capacidades administrativas, y de su habilidad de generar desarrollo.

Tengo que preguntar: ¿playa pa' qué?

¿En qué beneficia una playa a la ciudad?

“Turismo”, gritan muchos. ¿En serio? ¿A quién le parece atractiva la idea de nadar en aguas contaminadas? A mí, no.

Y eso es precisamente lo que encontrarán cerca de donde quedaba la desaparecida Playa de Bella Vista. Y digo cerca, porque la playa que una vez existió quedó sepultada debajo de la Cinta Costera, y ya había perdido terreno antes de eso con la construcción de la avenida Balboa.

Si bien es cierto que para las décadas de 1920 hasta 1950 era común ver las playas de San Felipe y Bella Vista abarrotadas, no es menos cierto que con el aumento de los habitantes, la construcción de la avenida Balboa, y la decisión de dirigir los sistemas de drenaje a los ríos de la ciudad, la idea de bañarse en las playas se fue perdiendo.

La extinción de las playas de la ciudad es también un triste recordatorio de lo poco que los panameños cuidamos nuestros más preciados recursos naturales perdiéndolos para siempre, ya sea por malas prácticas ciudadanas, o por malos manejos administrativos.

Para hacer un relleno de suelo marino se debe tener en cuenta a qué altura hay que elevar el terreno. Eso se consigue haciendo un estudio de las mareas históricas que se hayan registrado en un periodo de muchos años, si es posible más de cien (100), con el propósito de diseñar con factores de seguridad que prevean superar las máximas mareas que se hayan dado en el área.

Para que el relleno sea estable, hay que proteger el área que estará en contacto con el agua con un sistema de tablaestacado. Las tablaestacas son elementos utilizados en ingeniería civil y se emplean como estructura de contención o pantalla habitualmente. Son elementos prefabricados que se hincan en el terreno mediante vibración o por golpeo, aunque eso último es poco común.

Las tablaestacas suelen ser de vinilo, acero, aluminio o de hormigón, y su misión es la de impermeabilizar el contorno del terreno, evitando filtraciones, máxime que el entorno de agua salada es muy agresivo, no solo por el movimiento de empuje propio de las mareas, sino que por su alto contenido de cloruros resulta muy dañina para estructuras de concreto reforzado y de acero, pues propicia y acelera el fenómeno de la corrosión. Si estamos hablando de agua marina, la elección debería ser un tipo de tablaestaca no metálica. Este es un dato gratuito, en caso de que insistan en construir el relleno.

Como puede ver, amigo lector, la supuesta playa tendría poco de playa y mucho de muelle, pues la arena sería tan solo superficial, y el peso real del área lo sostendría el material de relleno en conjunto con el sistema de tablaestacado. La estructura, como todo lo que se construye, requeriría de mantenimiento para alargar su vida útil.

Pero aún no llegamos al mayor problema: la calidad del agua. Los municipios son pésimos cobradores. Al no poder cobrar ni sancionar de manera correcta a aquellos que hacen mal uso de los recursos, o que no respetan las normas establecidas, no pueden garantizar una calidad saludable en el agua de la “playa”. Por ejemplo, no pueden evitar que los “juegavivo” rueden sus vehículos con placas vencidas, ¿cómo entonces van a lograr que TODOS los que vierten aguas servidas a los ríos que desembocan en la bahía cumplan con el tratamiento de las mismas?...

No quiero sonar pesimista, pero no creo posible que logren que el agua de la bahía sea utilizable para promover el turismo. “Ah, pero podemos canalizar esas aguas y tirarlas más afuera… bla, bla bla”… El problema persiste.

Deberían enfocar sus esfuerzos en mejorar y hacer respetar las aceras de la ciudad, mantener y ganar más áreas verdes, más parques, pues esas sí son áreas de esparcimiento público. Si la gente quisiera ir a la playa, bien pudiera hacerlo yendo a Veracruz. Esa playa ya existe, y no requiere de 120 millones de inversión. De paso, podrían apoyar a que terminen de reparar el Puente de las Américas a través de la gestión municipal, y pedirle al MOP que aterrice el diseño ya cambiado del Cuarto Puente sobre el Canal, sin los aumentos que tememos en los costos iniciales.

Soñar no cuesta, pero duele.

Mientras tanto, trataremos de digerir cómo en un país quebrado un funcionario se aumenta el salario de B/.14 000 a B/.26 000 mensuales, sin haber tenido otro mérito que el que le dieron dos empresas contratadas por la misma entidad que él dirige. Nos ven la cara...

Dios nos guíe.

Ingeniero civil, miembro de SPIA-Coici, Seccional de Azuero, inspector de la JTIA.
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