• 22/02/2020 04:00

El Carnaval en Panamá

“El Carnaval, resultó [...] de interés para las autoridades, [...] la (AN) lo incorpora en 1916 como una de las fiestas del año, [...]”

La fiesta del Carnaval en Panamá —a inicios de la segunda década de la república— representó un dispositivo en la reafirmación de jerarquías sociales, un espacio donde el poder era disputado, un campo de batallas simbólicas y de emociones, una estrategia no coercitiva, mediante la cual se pretendía educar social y políticamente a la población.

Abbott, Willis J., Panama and the Canal in Picture and Prose (1913), agrega un dato interesante con respecto a la escogencia de la señorita que iba a tener el honor de ser la reina del carnaval citadino. Él explica que en dicha escogencia estuvo presente la contienda política entre los partidos Liberal y Conservador. Cada una de las familias que representaban a uno u otro partido hacían todo lo posible para que una de sus hijas fuera seleccionada como la reina del carnaval, lo que a su vez representaba un triunfo para el partido.

En tanto, Elizabeth Kitteredge Parker, en Panama Canal Bride. A Story of Construction Days, decía que, por la noche, la reina del carnaval, que había sido elegida entre una de las familias más antiguas y prominentes, era honrada con un gran baile en clubes privados, mientras que los menos favorecidos socialmente bailaban en las toldas.

La información ofrecida por Abbott y Parker pone de manifiesto lo importante que significaba para los grupos de poder en Panamá la organización de esta fiesta, pues representaba la oportunidad de reforzar la hegemonía de los partidos políticos. De esta forma, los “poderosos, las clases dirigentes, se convertirían, una vez más, en los verdaderos protagonistas. Emplearían las fiestas para subrayar de nuevo quiénes de verdad detentaban el poder y dirigían los destinos de la sociedad”.

En este orden de ideas, para visibilizarse como protagonistas, eligieron ciertos espacios sociales que les facilitaran una articulación entre la reafirmación de jerarquías y el ideal de un orden social deseable por ellos. El Teatro Amador, se convirtió así en uno de estos sitios. Este lugar representó un vehículo cultural propicio para proyectar “sobre su lienzo un número de vistas fijas de las Reinas del Carnaval, desde la primera Reina, Manuela I, hasta la presente Reina”. También escribía el articulista, se exhibirá, esa misma noche una corta cinta cinematográfica de la Reina Ramona I, en el balcón del Palacio Real de 1912, saludando a sus súbditos. Igualmente se presentaría otra corta película de una recepción habida en el Palacio Presidencial. En esta vista se pueden distinguir a varias personas prominentes de esta localidad anotaba la noticia publicada en el periódico La Estrella de Panamá, en 1913.

Desde esta perspectiva, la fiesta del Carnaval, se convirtió, a partir de su oficialización en 1910, en un mecanismo de consolidación de subjetividades. Subjetividades orientadas a reforzar un imaginario colectivo sobre quiénes en realidad controlaban el poder, estructuras de poder, a partir de lo cual grupos de personas se hicieron del dominio en la organización de las instituciones y actividades para lograr una conexión entre el ideal cultural y el poder institucional.

El Carnaval, resultó ser un evento de interés para las autoridades, motivo por el cual la Asamblea Nacional lo incorpora en 1916 como una de las fiestas del año, mediante la Ley 21 del 25 de noviembre de 1916 (El Cronista, 21 de enero de 1918). Siendo está suspendida solo por circunstancias muy especiales, como sucedió en el año 1918, cuando el alcalde de la capital prohibió la celebración de los carnavales por el estado actual del tesoro nacional que debía abstenerse de hacer innecesarias erogaciones (La Estrella de Panamá, 1918). Además, para este año, los Estados Unidos había entrado en la Primera Guerra Mundial.

Profesora, Universidad de Panamá.
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