• 02/04/2020 06:35

COVID-19 y las redes sociales

Estoy seguro de que, dentro de una, dos o tres semanas, habrá decenas de audios e imágenes de todo tipo. Y vendrá el tiempo en que todos lloraremos por los testimonios del personal de salud, al igual que en otros países que viven esta catástrofe antes que el nuestro.

Estoy seguro de que, dentro de una, dos o tres semanas, habrá decenas de audios e imágenes de todo tipo. Y vendrá el tiempo en que todos lloraremos por los testimonios del personal de salud, al igual que en otros países que viven esta catástrofe antes que el nuestro. Estos testimonios serán desgarradores. Ver sufrir y morir a un semejante nos afecta a todos y el tener que dar la noticia a sus familiares, marca permanente el alma de ese servidor de la salud.

Mientras el personal de salud está exponiendo sus vidas para salvar a otros, hay personas que minan ese trabajo heroico al enviar estos audios y chats que no hacen más que contribuir a elevar la ansiedad de todos. Las redes sociales, así como pueden ser usadas para unirse por una causa humanitaria, cuando son utilizadas por personas inescrupulosas son peores que la propia epidemia.

Estamos en una época muy difícil para la raza humana, los panameños no estamos exentos y si continuamos exponiéndonos insensatamente al contagio y a la propagación del virus, seguramente las capacidades médicas serán rebasadas por la enfermedad.

Todo hospital, público o privado, está compuesto por personas, personas con sentimientos, que tienen tanto pánico a contagiarse, como cualquiera de nosotros. Personas que tienen familiares con sus propias necesidades y angustias, que acuden a su trabajo por un compromiso moral, cuando desearían acatar ese llamado mundial de “Quédate en casa”.

Esta es una enfermedad traicionera, la que podrías transmitir sin darte cuenta, sin tener síntomas, sin imaginarte que podrías estar contagiando el virus a tus padres, hermanos, hijos, vecinos y amigos.

Muchos hospitales, pensando en la seguridad de los pacientes y del personal de salud, y viendo lo que sucedía en Italia, España, Corea o China, instauraron medidas anticipadas de prevención, algunas de esas medidas mucho más severas que las recomendaciones oficiales en su momento. Lo hicieron con conciencia ciudadana, mientras miles de panameños pensaban, ilusamente, que nuestro país no sería afectado por el COVID-19 y ellos mismos se sentían inmunes. Las fiestas continuaron, los abrazos y besos continuaron… hasta que tuvimos el primer fallecido. Ahí comenzaron a comprender que el COVID-19 había llegado a Panamá para quedarse.

Los hospitales son instituciones en donde se le brinda al médico las condiciones para realizar su trabajo y procurar un resultado favorable a la salud de su paciente. Y así como acuden personas enfermas, también acuden personas aparentemente sanas que vienen de visita o por otro servicio relacionado con la salud. Un hijo, un padre, familiar o amigo puede portar el virus y transmitirlo a una secretaria, a un camillero, a un técnico, enfermera, médico o a su propio ser querido, como también podría ocurrir a la inversa.

Nadie está exento de enfermar, el COVID-19 no hace diferencias sociales, económicas, religiosas, políticas, de género ni de raza. No podemos cambiar la dirección del viento, pero sí la posición de las velas para navegar a puerto seguro. Dependerá de nosotros, de la solidaridad entre ciudadanos, de atender el llamado de las autoridades a quedarse en casa.

Hoy mencionan a la Clínica Hospital San Fernando, mañana lo harán contra todas las instalaciones de salud… ¿qué obtuvieron con eso? Nada, excepto crear zozobra y ansiedad, las que ya tenemos suficientes.

Médico y ex ministro de Salud.
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