• 28/04/2020 00:00

Adiós al maestro

Marco Gandásegui fue mi profesor del curso Introducción a la Sociología en los años ochenta. Cuando era su estudiante, me incomodaba que hablara tan quedo y despacio.

Marco Gandásegui fue mi profesor del curso Introducción a la Sociología en los años ochenta. Cuando era su estudiante, me incomodaba que hablara tan quedo y despacio. En esa época, en que los estudiantes éramos muy respetuosos de nuestros maestros, y, no se me hubiese ocurrido decirle “¡hable más alto, que no le escucho!”, ¡como hacen hoy día los estudiantes!, sí sabré yo… que tengo 25 años de docencia universitaria, escuchando de todo.

Volví a encontrarme con mi profesor a inicio de este siglo, cuando se conformaba la junta directiva del Consejo Técnico de Sociología. Representaba a un gremio de la Sociología, el Colegio de Sociología y Ciencias Sociales de Panamá y él a la Asociación Panameña de Sociología (APSO), el primer gremio que se formó en el país, de nuestra profesión. En ese momento, mi gremio era nuevo y enfrentamos alguna resistencia de parte de él y otros colegas. Nunca supe por qué, lo cierto es que no teníamos una buena relación. Pasaron los años y, en 2010, en el marco del Congreso Nacional de Sociología, nos volvimos a ver en el comité organizador. Me propuso hacer un programa de radio en la emisora universitaria (UP), que llevamos por un año; tratando temas con invitados que participarían en el congreso y sobre temas de coyuntura. De allí, recordé, que había sido él, del que había aprendido, ¡cuál era la promesa de la Sociología! Siempre le hablaba a mis estudiantes sobre que la Sociología era una ciencia social que investigaba la realidad social para reflexionar, para contribuir a los cambios sociales con el conocimiento que se producía en ese proceso. Esa vez comprendí que, a pesar de que él habla muy pausado y tal vez, con un bajo tono, yo le había prestado siempre atención. Me invitaba a ir con él o, a veces, a ir sola a promocionar el congreso, por la televisión y la radio. Explicaba, siempre que le preguntaban algo relacionado con nuestra profesión, lo mismo que hacía en clases. Nunca dejaba de ser un docente.

En los últimos diez años, participé con él, en el comité organizador de los congresos nacionales de Sociología auspiciados por la Universidad de Panamá. Valoré su trabajo académico y él, también aprecio mi labor en estos. Con los años, si bien no nos hicimos buenos amigos, aprendimos a estimarnos como colegas y a respetar las decisiones que tomábamos entorno a la organización de estos eventos.

Era un hombre estimado por muchas personas, lo entendí al trabajar con él. Si teníamos alguna dificultad de fondos para el suministro de materiales o algún trámite, él me ayudaba. No era una persona que demostrara su emociones o afectos, aunque varias veces lo vi enojarse; sin embargo, existía un respeto mutuo que consolidamos en ese tiempo. En los últimos años, a pesar de que dejamos de trabajar juntos, me daba cuenta de su aprecio, porque cuando llegaba a un lugar y él estaba rodeado de personas, venía y me saludaba y hasta se alegraba de verme.

Aprendí de él ¿qué es la Sociología?, a hacer guiones para hablar en la radio, hacer programas de congresos, a escribir reseñas y… a apreciarlo por su capacidad organizativa, por el manejo con las personas estableciendo límites de respeto y apreciar el valioso aporte de sus ideas a la consolidación de nuestra profesión en consonancia con su participación en los movimientos sociales. Era incansable en la lucha social, consistente con la construcción de una teoría social, como referente del país, en Latinoamérica y el mundo. Hoy, Panamá ha perdido a uno de sus más preclaros pensadores de la Teoría Social. Adiós, Maestro.

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