• 11/06/2020 00:00

La pulmonaria

Hace tiempo compré una mata en el mercado de Penonomé, pero antes de hablar de ella quiero decirles que, estoy muy agradecido con DS por haber traído a Panamá a una muchacha como la doctora Ajoortt Lezcano, así como también al grandilocuente “pelao” Fernando Correa que por lo gordo, inteligente y ventrudo es hijo de Cañita Correa a donde vaya.

Hace tiempo compré una mata en el mercado de Penonomé, pero antes de hablar de ella quiero decirles que, estoy muy agradecido con DS por haber traído a Panamá a una muchacha como la doctora Ajoortt Lezcano, así como también al grandilocuente “pelao” Fernando Correa que por lo gordo, inteligente y ventrudo es hijo de Cañita Correa a donde vaya. Resulta que en una entrevista entre ellos que se ha hecho viral y trascendido al istmo centroamericano, al continente y comenzado a rodar como una bola de nieve por toda la esfera terráquea, se ha suscitado la calma en millones de millones de seres humanos, que al igual que los científicos alemanes que recientemente hicieron un análisis de gestión de la crisis que concluyó: “La peligrosidad fue sobreestimada, que probablemente en ningún momento el peligro fue más allá de lo normal”.

En la sencilla entrevista entre la doctora Lezcano y Correa concluí lo siguiente: la profesionalidad y cumplimiento del juramento hipocrático por parte de la doctora y que solo habló de medicamentos aprobados por ley que sin necesidad de receta alguna el común denominador de los panameños de a pie, tenemos el comportamiento de buscarlos ante cualquier moquilleo: “Complejo B12, ácido fólico (hierro), broncovaxon, y antiviral, no recuerdo si vitamina C, pero yo la uso a diari”. Acto seguido hablé con la que sabemos y moderadamente metimos en los botiquines de la cabaña de Marta y Piedras Blancas todas esas vainas dichas por la doctora, jamás escuchadas en pandemia, pues como no había clínicas abiertas, ¿qué se hacía? Si ya el Minsa generosamente nos había recetado lo único que se sabe, lavarnos las manos y la tele nos tenía lavados los cerebros totalmente. Ante todo, esto, le dice a la mujercita, aquí nos falta un té… Aquí falta una toma que usaban los viejos de antes.

¿Y qué vaina? Qué iba a imaginarme que la mata del mercado de Penonomé me serviría como parte del botiquín por si el bicho del COVID le daba por visitarme a mi encierro. Hace ocho meses, antes de todo esto, me le rebelé a la mujercita y no fui con ella a la misa para escabullirme libre y feliz a conversar en el mercado con vendedores y compradores dominicales. De inmediato llamó mi atención una esplendorosa mata ferozmente verde, embejucada y con hojas que provocaban masticarlas por su parecido con el berro, “Pulmonaria”, decía en un papel pegado al pote. La compré en un dólar, pensando que provocaría una mirada blanda de la que sabemos por mi hostigamiento a las misas. Pero ahora la pulmonaria me ha dado seguridad, averigüé y es parte de la sabiduría milenaria para el descongestionamiento, acá hablé con un viejo campesino subsidiado por “100 pa' los 70”, becas universales para decenas de tataranietos, red de oportunidades para todas sus hijas y nietas y pa' más ñapa, de vez en cuando una bolsa con comida para dos días, que recibe contento y agradecido y me dijo que: “Cuarquiera” que no pueda respirar bien o tenga el pecho lleno de gargajo, que se tome un té de pulmonaria, y a respirar, dijo el ñato.

Economista y escritor.
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