• 21/06/2020 00:00

La salud desde una perspectiva integral

Como sociedad, estamos pensando acerca de la salud de una manera incorrecta: confundimos el concepto de salud con la práctica de la medicina y ponemos demasiado énfasis en el tratamiento de las enfermedades en lugar de prevenirlas en primer lugar.

Como sociedad, estamos pensando acerca de la salud de una manera incorrecta: confundimos el concepto de salud con la práctica de la medicina y ponemos demasiado énfasis en el tratamiento de las enfermedades en lugar de prevenirlas en primer lugar. El gasto de salud en Panamá es uno de los más ineficientes del mundo: malgastamos dinero en esfuerzos innecesarios, jugamos vivo al no querer modificar comportamientos y compramos medicamentos a precios astronómicos para curarnos de enfermedades prevenibles.

Es hora de comenzar a pensar más en las fuerzas que nos rodean y que están interconectadas con nuestras propias vidas, y que son las que al final realmente moldean la salud y el bienestar de la población. La salud no está definida por cosas como ir al médico, tomar medicinas o dar cinco mil pasos al día. Más bien, está determinada por el espectro completo de circunstancias y situaciones de la vida, desde las familias de las que venimos, los barrios donde crecimos, las personas que vemos y las decisiones que tomamos hasta las leyes, políticas y justicia que existen en los países.

Estos factores son los que realmente deciden si nos enfermamos o nos mantenemos saludables. Sin embargo, históricamente, estos no han sido parte del debate. Afortunadamente, en los últimos años esto ha cambiado un poco y el proceso se ha catalizado por las realidades sociales y políticas del momento actual. El movimiento de alimentos saludables, por ejemplo, ha incorporado temas importantes a la discusión con la esperanza de que, al hablar sobre alimentación, podamos realizar cambios en la forma en que estructuramos nuestra sociedad, para posteriormente crear un mundo más saludable.

El gran error de nuestra sociedad ha sido confundir la atención médica con la salud y darle mayor importancia al aspecto correctivo de la enfermedad en lugar del preventivo. Tendemos a pensar en la salud casi como si fuera una ecuación matemática: enfermedad más medicina es igual a salud. Y debido a que vemos la salud desde esa perspectiva curativa, cuando pensamos que estamos hablando de salud, realmente estamos hablando de atención médica, y cuando creemos que estamos invirtiendo en salud, en realidad estamos invirtiendo en médicos y medicamentos.

Y la salud es mucho más compleja que esto. Consiste en una red de factores superpuestos y en constante cambio, que incluyen nuestro entorno, ingresos, educación, identidad social y seguridad. Y para mejorarla, debemos enfocarnos en esas condiciones socioeconómicas, porque, si no las corregimos o invertimos en componer sus desajustes, terminamos gastando infructuosamente en tratamientos y medicinas.

Nadie puede estar sano si no tiene los recursos que generan salud, como alimentos nutritivos, educación de calidad, un buen hogar en un vecindario seguro o la simple tranquilidad que conlleva tener suficiente dinero para manejar las contingencias. Garantizar que todos puedan acceder a estos recursos es la clave para lograr salud. Y ese es el paradigma al que nos enfrentamos: abordar la creciente brecha social y buscar justicia económica a nivel político para lograr salud.

Hay muchas razones para pensar que en los últimos años nos hemos movido, colectivamente, en una dirección más justa al abordar algunas causas fundamentales de la salud. Nuevamente, nuestro movimiento de alimentos saludables, luego de décadas de trabajo, pudo recientemente cambiar el pensamiento de las autoridades de Salud y aplicar soluciones concretas a problemas puntuales como sobrepeso, obesidad y diabetes.

Y no fue fácil, porque existe un mito de que la libertad individual corre peligro con las acciones colectivas destinadas a promover la salud. Prohibiciones de comida chatarra en quioscos escolares, controles de porciones de alimentos, impuestos a bebidas azucaradas, legislación de etiquetado nutricional de advertencia, por mencionar algunos, todos en un momento u otro fueron señalado como evidencia de un “Estado regulador” empeñado en obstaculizar la libertad individual. Sin embargo, no podemos ser libres si estamos enfermos y mucho menos si estamos muertos. Nos gusta pensar que nuestra salud está en nuestras manos, pero la realidad es que son las decisiones de alto nivel, las políticas de Gobierno, las disposiciones corporativas y el marco legal regulatorio de los países los que realmente deciden qué tan saludables podemos ser y cuánta libertad podemos disfrutar.

Todos deseamos estar bien y todos deseamos construir un mundo donde nuestros hijos puedan estar sanos y seguros. Pero solo podremos logar este fin a través de la aplicación de una política integral dedicada a la salud.

Empresario, consultor en nutrición y asesor de salud pública.
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