• 29/10/2020 00:00

Resiliencia, donde apunta el proceso de integración centroamericano

“La voluntad de los países y el trabajo constante en estas herramientas regionales nos permitirán, como pueblos, tener la mirada puesta en el horizonte y sobreponernos a los retos que la coyuntura nos demande […]”

Estamos en el mes de la conmemoración de la integración centroamericana, ese proceso que nació en el 1951 con la Organización de Estados Centroamericanos (Odeca), pero que en este octubre se siente diferente. El 2020 ha sido un año de retos y de repensarnos, de hacer frente a una crisis de salud que ha derivado en una crisis económica, donde la clave es la reinvención.

Estamos en plenos planes para la recuperación, divisando o esbozando lo que denominamos reapertura económica, mientras la región y el mundo están aún amenazados por un rebrote del virus y muchos sectores siguen en el letargo de la caída de su actividad primaria.

Todos nos enfrentamos a grandes e inéditos retos (al menos para las sociedades modernas). En el ámbito económico, a cambios en los hábitos de consumo, ralentización del sector, disminución en la disponibilidad de insumos, de liquidez y de ingreso fiscal; y en el social, el desempleo, la pérdida del poder adquisitivo, la disminución de coberturas y el aumento de las desigualdades.

Si algo tienen en común estos retos es que nos afectan a todos los países de la región. El proceso de integración, con su nivel de avance o de incidencia presenta una oportunidad para presentar soluciones comunes y hoy más que nunca apoyarnos en los pilares prioritarios en los que descansa el proceso de integración de los ocho países: seguridad democrática; prevención y mitigación de los desastres naturales y de los efectos del cambio climático; integración social; integración económica; y fortalecimiento institucional, cobra una dimensión diferente.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de ocho (8) millones de empleos a tiempo completo se perderán al finalizar el año. Por su peso en el tejido económico y el parque empresarial de nuestros países (99 % de las empresas son mipymes), es fácil determinar que las pequeñas empresas son las más vulnerables a los impactos económicos de la COVID-19. La Federación de Cámaras de Comercio del Istmo Centroamericano (Fecamco) estimó que en el primer trimestre del 2020 el 92 % de las empresas presentó disminución de sus ventas y las pérdidas en sectores más afectados, como el turismo, siguen contabilizándose.

En la cancha donde jugamos nosotros, en lo regional, estamos llamados a fortalecer los ecosistemas de apoyo a la mipyme y para eso el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), desde Cenpromype, está orientado a trabajar arduamente en garantizar la cadena de suministros, el posicionamiento sectorial y productivo de la región y la dinamización de la mipyme para la recuperación de activos estatales y privados. En hacernos más resilientes.

La apuesta para las mipymes debe tener ese componente regional, que ponga a disposición de los países las herramientas consensuadas: la Política Regional Mipyme, la Agenda Regional Mipyme, la Estrategia SICA Emprende y la Estrategia de Articulación Productiva.

Con esos instrumentos como base, debemos ser capaces de identificar la demanda del mercado, utilizando el estado del arte en la toma de decisiones con data “engineering”, data “analytics”, “business inteligent” y “busisness analitycs”, para que, determinando la situación actual de la oferta productiva y de servicios de Centroamérica, podamos apoyar en este proceso de recuperación, siempre, enfocados y a disposición de la mipyme.

La voluntad de los países y el trabajo constante en estas herramientas regionales nos permitirán, como pueblos, tener la mirada puesta en el horizonte y sobreponernos a los retos que la coyuntura nos demande, para que de nuevo podamos celebrar en octubre, que ocho países caminan juntos en busca de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.

Director ejecutivo A. I. de Cenpromype.
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