• 27/06/2022 00:00

Ejercicio del poder: ¿Desde abajo o desde arriba?

Existe una visión en la cual el poder político —la capacidad de decidir sobre la distribución de los beneficios y perjuicios a la población de un territorio— se ejerce únicamente cuando se poseen puestos de autoridad de los órganos del Estado (legislativo, judicial y ejecutivo); o mejor aún, los aparatos de control de este, específicamente, los medios de comunicación, la policía o ejército, las iglesias, las instituciones escolares y hasta de salud, que siendo o no parte de los entes públicos, sirven al mismo propósito de determinar a quiénes y en qué medida se distribuyen los bienes de la sociedad.

Existe una visión en la cual el poder político —la capacidad de decidir sobre la distribución de los beneficios y perjuicios a la población de un territorio— se ejerce únicamente cuando se poseen puestos de autoridad de los órganos del Estado (legislativo, judicial y ejecutivo); o mejor aún, los aparatos de control de este, específicamente, los medios de comunicación, la policía o ejército, las iglesias, las instituciones escolares y hasta de salud, que siendo o no parte de los entes públicos, sirven al mismo propósito de determinar a quiénes y en qué medida se distribuyen los bienes de la sociedad. Lo anterior hace referencia al ejercicio del poder desde arriba, en tanto que se busca llegar a ocupar los puestos de estos órganos del Estado para fomentar el desarrollo económico social, cultural y otros, de la población. En la historia de nuestro país, lo más frecuente ha sido que la tecnocracia liberal y hoy, la neoliberal, ha terminado estando al frente de los puestos de decisión llevando a cabo el cumplimiento de lo que ha convenido a las élites oligárquicas y a los nuevos ricos no oligárquicos.

Por otro lado, existe quienes se conforman con ejercer el poder a través de organismos llamados comunitarios o de base que funcionan como grupos o instituciones de presión; presionando a quienes ocupan puestos en los aparatos y órganos del Estado de cara a la captación de alguna parte de las riquezas generadas por la sociedad. Esto es ejercer el poder desde abajo. No obstante, lograr grandes cambios y de corto plazo por esta vía se ha visto como muy difícil, poco rentable social y económicamente, por tanto, desalentador para quienes buscan provechos políticos a corto plazo. Tiene de beneficioso, que puede incidir en cambios sociales favorables al pueblo en ámbitos más aproximados a lo que las comunidades y grupos de base necesitan y no lo que la tecnocracia que ejerce el poder desde arriba oferta.

En la actualidad, tiene de desventaja —prácticamente impuesta desde arriba— que los cambios sociales alcanzados en sus localidades tienden a ser de poco impacto y quedarse en un circuito territorial relativamente pequeño. Esto se corresponde con los patrones de “poder fraccionado” —o sea, poder sin poder real— impulsado por los agentes del neoliberalismo en los aparatos del Estado que dicen promover el desarrollo local. Un antídoto para esto resulta ser la articulación de los organismos comunitarios o de base, sea en virtud de ser parte de un mismo territorio más amplio, una cuenca hidrográfica determinada, una provincia entera... y mejor aún, si alcanza el nivel nacional o hasta internacional.

He aquí la distancia entre políticas de “descentralización” fomentadas por los tecnócratas neoliberales, que expresan apoyar el desarrollo local, respecto del ejercicio efectivo del poder desde abajo, que no se supedita a las reglas de simulación de democracia y descentralización y menos a restringir su operación en un ámbito territorialmente estrecho y mezquino “de lo local”. La experiencia de los colonenses de Costa Abajo vinculados a una zona de protección natural que es amenazada con ser invadida por la extracción minera es un excelente ejemplo, los trabajadores de Cobana en Bocas del Toro, algunas comunidades indígenas en territorios comarcales gunas como Sasardi-Mulatupu; igual la experiencia de la cooperativa heredera de la gestión pastoral del Padre Héctor Gallegos en Santa Fe y más recientemente, el relativo avance en la organización de base a propósito de la protección real de la cuenca del río Santa María, sirven de evidencias fácticas de lo que argumentamos.

Este poder desde abajo es el que puede ejercer el pueblo dado que le es relativamente más viable fortalecer su capital social —si se cultivan prácticas solidarias y de organización— que su capital económico. Es por esto por lo que las élites económicas se van directo a la búsqueda de ejercer el poder desde arriba, porque las leyes del mercado que impregnan la gestión y lucha política, comúnmente manifestado en el fenómeno conocido como clientelismo, así lo condicionan.

Ahora bien, ¿Cuál de los dos ejercicios de poder es la fórmula óptima? En realidad, en una democracia efectiva, una debería potenciar a la otra. Inclinarse por una y despreciar la otra revela o una actitud anarquista (prescindir del Estado) o de discriminación hacia quienes que fomentan el poder desde abajo (desprecio del poder comunitario y popular característico de los tecnócratas y oligarcas).

Sociólogo y docente de la UP
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