• 26/09/2022 00:00

El innoble dibujo de los corruptos

A lo largo de los años he repetido que “cada quien se dibuja solo”. Es decir, con algo de paciencia y espera, tarde o temprano “el verdadero Yo” de las personas sale a la realidad.

A lo largo de los años he repetido que “cada quien se dibuja solo”. Es decir, con algo de paciencia y espera, tarde o temprano “el verdadero Yo” de las personas sale a la realidad. En los casos legales, si los que tienen que hacer su trabajo lo hacen bien, se comprueba la tesis y seremos testigos del dibujo personal, o la imagen que muchos han labrado de ellos mismos.

La presentación de los fiscales en el Caso Odebrecht contra los que ellos acusan en lo que han llamado “un complejo entramado de corrupción”, si se confirma, no será un dibujo, sino un cuadro en óleo de los involucrados. Y, por otro lado, quedará un dibujo bien valioso de los que trabajaron afanosamente para presentarnos la verdad sobre ellos.

Soy un convencido de que todo mal social tiene remedio, por más difícil que sea tomar los correctivos. Toda condición creada por el hombre y que afecta a la especie tiene rectificación: un cambio en su conducta. Corregir los males de la corrupción en nuestro país, requiere de momentos como los que estamos viviendo: desenmascarar a los que se quieren vender ante la sociedad como perseguidos políticos. Hacerlo bajo provocaciones y amenazas.

Ante los tantos desaciertos que se han vivido desde que se forjó la vida en sociedad por esa mezquindad arraigada a lo largo de los siglos, los seres humanos tendemos a observar con sospecha —como mecanismo de defensa intrínseco— la política, lo religioso, algunas actividades sociales, el mundo de los negocios, las discusiones sobre el futuro, las ofertas en los semáforos, los baratillos de dos por uno y hasta las discusiones para definir el momento de la guerra para la paz en este complejo escenario global. Los últimos 15 años de gobierno han acentuado las dudas.

En estos tiempos, ni la palabra empeñada, la amistad, el cariño, el dinero, la sangre o el respeto son suficientes. Respeto es lo que menos hay. Un político diría lo que sea por un voto y te lo dice sonriendo y cargando un bebé o besando a la abuela. Los ideales y los objetivos comunes son temporales; la condición de socios o copartidarios de una causa no significa nada. Cuando se mueve una minúscula partícula del universo, hasta allí llegaron todos los acuerdos; ante todo: Yo. Mi beneficio por encima del tuyo. “Quítate tú, pa ponerme yo” y las promesas expuestas para trabajar por el bien de todos, son desechadas sin escrúpulos.

Nuestra mayor desventaja es la cultura del oportunismo. Los que nos lideran han perdido el sentido del compromiso con el futuro y con el bienestar de los que vienen, por la conveniencia de lo que me puede tocar ahora, mientras que el panameño común vive las penurias cotidianas para llevar adelante las exigencias de la vida; sin oportunidades de una mejor educación, seguridad y esparcimiento sano para los suyos.

En toda mi vida adulta y de observación política jamás he oído a un oponente político hablar bien de la gestión y de las obras de su contrario; ni cuando acceden al poder y mucho menos cuando están en campaña. Pero tampoco he visto a un oponente político, facilitar decididamente que se haga justicia con los que han abusado del poder y su acceso a ella.

A estas alturas, la incredulidad impera y aunque muchos creemos que poco o nada sucederá, los eventos legales de las últimas dos semanas dan algo de esperanza. Las dudas aún están en que los entramados legales dejen los espacios necesarios para de una vez acabar con esa conducta malsana que atenta contra nuestro desarrollo y contra nuestra convivencia como grupo humano.

La esperanza que ha dado lo que el público ha llegado a conocer de los señalados en esta audiencia preliminar del caso Odebrecht deja bien claro, de ser comprobados, quiénes son y la poca importancia que les dio en materia de vergüenza personal o familiar los involucrados. Se dibujaron los mencionados: hombres y mujeres, padres, hijos, esposas, cuñados, etc. Dibujaron sus mezquindades, su desfachatez por el bien social y común, sus más bajos instintos de humanidad, sus ridículas ínfulas de superioridad social. Se dibujaron como familia y quedaron bien, bien retratados ante la sociedad. Nos toca colgar esos retratos que no nos representa a todos, sobre la ignominiosa de pared de la patria.

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