• 01/02/2023 00:00

Decadencia

“Estoy abogando por escuelas que formen para la vida; a hablar y escribir bien; a leer y entender lo leído; a resolver problemas y conflictos [...]”

“La generación que se levanta es el tierno vástago que puede cultivarse a nuestro placer, y en que puede y debe fundarse la esperanza de la Patria”.

Con ese pensamiento de don Justo Arosemena, me quedan dudas y un poco de desesperanza sobre lo que será el futuro de nuestra sociedad. Al parecer, la educación formal no está haciendo lo suficiente para formar mejores ciudadanos. Si en algún momento estuvimos comprometidos, es evidente que el compromiso debe retomarse y consolidarse ante el estado de situación que vivimos.

Hace unas semanas me tocó apreciar, con mucha tristeza y bochorno, un video de estudiantes graduandos que, todavía vistiendo la toga con la identificación del colegio, se atrevieron a proclamar sus carencias académicas, haciendo alarde de que, a pesar de ellas, se estaban graduando. La institución educativa, uno de los colegios oficiales de mayor prestigio en el país, según el ridículo y patético video, no había logrado dotar a sus bachilleres de los contenidos mínimos, indispensables en la educación básica general y en los programas de su bachillerato.

El patético video de marras, no aporta nada positivo y refleja pobremente en nuestro sistema educativo, en la inteligencia de los productores y actores de la grabación, y en nuestra sociedad en general. Y si como panameña acuciosa y mortificada por el decadente estado de nuestras instituciones, me enoja que no estemos prestando suficiente atención ni dedicando los recursos necesarios a la educación, lo que más me preocupa es que nuestra juventud, esa en la que dice don Justo debe fundarse la esperanza de la Patria, encuentre algún propósito en dejar testimonio de sus carencias académicas, haciendo gala de un título inmerecido y alardee su poca capacidad intelectual para haber aprendido cosas básicas y de fácil asimilación.

No estoy abogando por estudiantes atiborrados de información que tal vez nunca más vuelvan a usar. Conozco bien el sistema, que también me formó a mí y que me forzó a aprender asuntos que casi nunca volví a necesitar en mi adultez. Estamos cansados de leer sobre lo recargado que está nuestro sistema educativo. Para muestra, un botón: en premedia de la básica general se evalúan 13 asignaturas, cada una de las cuales demanda organización y esfuerzo del estudiantado. Sin adentrarme en los programas, no estoy segura de que todas esas materias sean necesarias; de repente hay opciones más eficientes.

Estoy abogando por escuelas que formen para la vida; a hablar y escribir bien; a leer y entender lo leído; a resolver problemas y conflictos; escuelas en las cuales se enseñe al estudiante a discernir y, consecuentemente, a actuar inteligentemente; sistemas educativos que fundamenten sus programas en valores; que enseñen Contabilidad para manejar bien las cuentas, no para que entretengan mecanismos para burlar al fisco; enseñanza de la tecnología enfocada en cosas productivas, en la selección de las fuentes confiables de información, a fin de que nuestra juventud aprenda con las tabletas y los teléfonos inteligentes, procurando ser mejores seres humanos, adquiriendo aprendizajes relevantes y dejen de perder el tiempo en la búsqueda de majaderías. La cantidad de información que circula en la internet es abundante, pero la calidad, en muchas ocasiones, es pobre.

Un buen sistema educativo debe aportar nociones básicas de cómo identificar fuentes confiables de información y alertar a nuestros jóvenes sobre las consecuencias que puede acarrear subir información decadente y vergonzosa a la internet. Hay otras formas más edificantes de llamar la atención; que no se enfoquen en hacerlo a costa de subir a las redes sociales necedades que desdicen de la formación que deben haber recibido de sus padres y sus maestros y de las aspiraciones que deben tener como jóvenes capaces de contribuir al progreso de la Patria.

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