• 03/02/2023 00:00

Sobre el 6 % del PIB para la educación nacional

“[...] en esa visión de planificación, debemos proyectar el logro de objetivos, metas, indicadores, resultados y, por tanto, los presupuestos educativos; en períodos, por lo menos, decenales [...]”

Este parámetro establecido desde hace ya algún tiempo por los organismos internacionales vinculados a la educación, le ha resultado una bandera interesante a algunos sectores del país, como una herramienta para orientar la política pública en educación y en muchos casos para hacer simplemente política en su expresión más simple y superficial.

Para mí, el criterio a analizar en el compromiso del Estado con este parámetro requiere o implica mirar la situación de “la educación como proceso social y de responsabilidad del Estado y la Sociedad” desde una perspectiva integral.

La educación del país dista mucho de ofrecer los resultados que los jóvenes panameños merecen, pero no es solo porque no se destina el 6 % del PIB a la misma, es que en materia de presupuesto desde la perspectiva gerencial este tiene que verse desde el enfoque conceptual pertinente a este fin; es decir que EL PRESUPUESTO es solo una herramienta de la PLANIFICACIÓN o un elemento de la misma, por tanto es un peligroso error asignar montos presupuestarios sin, antes, tener claro los objetivos, metas, indicadores, tareas y resultados esperados o comprometidos.

Es decir, que cuando estos elementos están definidos como parte una planificación integral, se le suma a esa ecuación el elemento presupuesto, cuyo monto debe estar determinado por la naturaleza de los resultados esperados, de las tareas a realizar para alcanzarlos y de la coherencia de ambos con los elementos previos, es decir, objetivos, metas e indicadores; solo teniendo claridad en ello, será posible decir con autoridad y objetividad el monto del presupuesto financiero para lograr la planificación establecida.

Vale la pena aclarar a estas alturas de esta reflexión que, en educación debemos replantear el concepto de presupuesto en la dimensión tiempo, y es que los planes y resultados en educación no puede mirarse o establecerse con las limitaciones de periodos anuales, pues los resultados de la educación, son generacionales, es decir, se puede medir objetivamente su alcance, solo en cohortes generacionales.

En consecuencia, en esa visión de planificación, debemos proyectar el logro de objetivos, metas, indicadores, resultados y, por tanto, los presupuestos educativos; en períodos, por lo menos, decenales y es por ello que la proyección presupuestaria, en cualquier porcentaje comprometido, debe tener esa estrategia, visión y proyección también de mediano plazo, pues los resultados comprometidos no terminan con un periodo de gobierno, sino que abarcan mínimo dos administraciones del Estado, ello implica para el propósito que nos ocupa en este escrito que con esa visión y compromiso de Estado en la planificación educativa, en los resultados esperados y comprometidos para cada cohorte también debe reflejarse en los presupuestos para alcanzar los mismos y para pedir rendición de cuentas y que en consecuencia los presupuestos en educación no se pueden hacer con un criterio contable simplista de otorgar un determinado monto o porcentaje.

En conclusión, comprometer un 6 % del PIB sin saber en qué, cómo y cuándo lo vamos a invertir es el primer paso cada año para continuar por la misma calle sin salida y sin rumbo definido y eso no puede permitirlo el Estado ni nosotros como miembros de esta sociedad, también responsable de otorgar a nuestros niños y jóvenes una educación que respete la misma como un derecho humano y como la forma de prepararlos para enfrentar los retos de un mundo con una enorme dinámica científica y tecnológica.

(*) Exviceministro de Educación y ex secretario ejecutivo de la Coordinación Educativa y Cultural Centroamericana.
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