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- 09/09/2011 02:00
¿Cocinando o inventando ciudades?
HUBERT HUMPHREY FELLOWSHIP.
P anamá, septiembre del 2011. El Ejecutivo anuncia el inicio de obras para el relleno en Barraza de El Chorrillo, sin haber sido definida, evaluada ni discutida la solución técnica para resolver el tema de vialidad urbana y mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de El Chorrillo. La Cinta Costera fase III avanza sin claridad en su objetivo. A este sancocho urbano se le añade el ingrediente de la ruptura de la alianza de gobierno, dejando a Madame Kalalú el vaticinio sobre el futuro de ese proyecto y muchos otros. Ahora el guiso se marina con un cuarto puente sobre el Canal y tren ligero incluido. Se revuelve la mezcla bajo las nuevas reformas de la reglamentación de evaluación de impacto ambiental. La sociedad civil sólo tendrá ocho días para emitir opinión sobre un relleno de casi siete hectáreas en la bahía. El relleno será un rompeolas que se describe como una amenidad turística para mitigar el impacto de las corrientes sobre el desprotegido Muelle Fiscal.
La bahía no está en llamas, lo que está sucediendo sobre el horizonte y su entorno urbano está cubierto por la cortina de humo que impone la discusión de una segunda vuelta electoral que nadie entiende cuál es su propósito. El perfil urbano de la ciudad se modifica, mientras nos distraen en un asunto que al final será resuelto ante la Corte Suprema de Justicia bajo el dictamen de los honorables magistrados. El resultado de esta mezcolanza de decisiones, proyectos y reglamentaciones dejará entre otros malestares, un legado urbano, un plato incomible que será difícil digerir por generaciones enteras de panameños y panameñas. Estas acciones contrastan con el compromiso y la responsabilidad de legar una ciudad memorable en el marco de la ampliación de un Canal.
Panamá ciudad es afirmada y reconocida como un ejercicio urbano notable hito en la historia de América y para la civilización, por ello se hace necesario seguir machacando y destacando que su intervención es una oportunidad excepcional. Nuestra ciudad fue la primera a orillas del Pacífico, allí uno de los valores universales que le han sido reconocidos y por ello su categoría de patrimonio mundial. Sobre el territorio luso—americano están Río de Janeiro, Recife y Salvador de Bahía, en ésta última el barrio del Pelouriño, al cual, por su unicidad, también se le reconoce una condición de patrimonio mundial.
En los primeros siglos de la conquista estas ciudades se transforman bajo la guía de hombres como Juan Mauricio de Nassau—Siegen, Pieter Post y Pedrarias Dávila, entre otros. Hombres y mentalidades célebres que concretan el proyecto de ciudad como motor político e ideológico que transformaron sus ideas y sueños en edificios, plazas, puertos y caminos.
En la era moderna más reciente de la historia del Brasil, nombres como Juscelino Kubitschek, Lucio Costa y Oscar Niemeyer se reconocen como artífices de otro ejemplo notable para la civilización. Brasilia ciudad modernista del siglo XX es considerada como la epopeya brasileña del siglo pasado: obra y espíritu de grandes estadistas, urbanistas y arquitectos.
En su momento el presidente Kubichek fue comparado con un príncipe del renacimiento, al convocar y concertar para el diseño y construcción de la capital del continente brasileño a los mejores hombres del Brasil. No fueron escatimados ideas ni recursos para llevarla a su materialización. Brasilia, ideada y construida en la década de los 50 en el medio de nada, se reconoce como el monumento modernista más célebre de todos los tiempos. Brasilia cumple, después de más de cincuenta años, con el proyecto geopolítico bajo las mentes e intención política sobre la cual fue ideada. Por esta razón y otras muchas se le reconoce bajo la categoría de Patrimonio de la Humanidad. Brasilia se suma a Panamá y el Pelouriño en Salvador de Bahía a una cofradía de ciudades y espacios únicos construidos por la civilización.
Las ciudades son el escenario sobre el cual los recursos del Estado, en conjunción con los sectores privados, dan continuidad a los valores universales que las distinguen. Las inversiones públicas y privadas, bajo la guía de novedosos y excelentes diseños que exhiben tecnologías de punta bajo un enfoque social, se reconocen y construyen como los elementos aglomerantes e integradores de los valores humanistas de las sociedades dentro de las cuales son insertas. Generalmente las intervenciones urbanas las detonan eventos de relevancia mundial, como lo es la ampliación del Canal.
Hoy, el reto más importante de las ciudades es romper barreras espaciales y económicas para generar espacios ambientalmente sanos y equitativos. Allí también el desafío que impone creatividad, recursos y sentido social. Es la tarea de los gobernantes y de los arquitectos para los próximos años. Esta oportunidad no debe perderse. Estas acciones los hacen elevarse sobre la historia para quedar registrados en la memoria como los grandes hombres y no los cocineros de las ciudades eternas.