El presidente Mulino cuestiona lo poco enérgicas que son las medidas cautelares de los jueces de garantías
- 05/09/2011 02:00
Cuentos y memoria selectiva
COMUNICADOR SOCIAL.
En 1975 la casa editorial Ramdom House publicó bajo la firma de Muhammad Alí y Richard Durham, el libro ‘The Greatest, My Own Story’ (‘El más grande: mi historia’), una autobiografía que describe la vida y la carrera boxística de uno de los más importantes boxeadores de la segunda mitad del siglo veinte. Indudablemente el varias veces campeón de los pesos pesados tuvo y tiene mucho que decir sobre los asuntos en el mundo del boxeo; sobre los desafíos sociales y raciales de su época y sobre sus desavenencias políticas con el gobierno de los Estados Unidos por haberse negado a participar en la guerra de Vietnam.
Uno de los recuentos más conmovedores en el libro detalla cuando Alí, molesto y confundido en su papel de héroe nacional en contraposición al ambiente de discriminación racial que predominaba en su país, arrojó a un río la medalla de oro que había ganado en las Olimpiadas de 1960.
Cada vez que a una figura algo conocida le toca retirarse de la vida pública, obligados o no, señala que se irá a pasar más tiempo con su familia y a atender a los nietos; lo dicen figuras de corte internacional, así como algunos actores del escenario local. El argumento de los abogados de Noriega es igual: ‘quiere venir a ver a sus nietos’. Donde se pone la cosa un poco más peligrosa es cuando además, nos amenazan con: ‘... y a escribir mis memorias’, un ejercicio que muy pocos hacen con honestidad; sino, como señalé la semana pasada, para lavar sus faltas y deslices y sanear un poco su conciencia.
Mientras se redefinan los asuntos en el ambiente politiquero actual, existe una serie de acontecimientos que afectan diariamente a las clases más necesitadas del país. La bacteria en el complejo de la Caja de Seguro Social y la desconfianza de la población, aún no se han resuelto y las amenazas del dengue es de máxima seriedad. Supondríamos que los que deben y tienen la obligación de procurar todos los recursos necesarios para eliminar estas amenazas, hagan exactamente eso: trabajen diligentemente para preservar la vida de los nacionales. Pero en la escaramuza de estos días parece que los esfuerzos han sido para preservar los espacios políticos.
No sé si algún funcionario de los que andan por las emisoras de radio y televisión todos los días defendiendo a capa y espada la posición de su colectivo, cuando se retire a atender a los nietos, a llevarlos a la escuelita y a echarles cuentos, les hablará con la verdad. Esos actores, que pretenden pasar como héroes, retratados en las páginas de la historia nacional como insignes, deben ir deletreando claramente el contexto en el cual operaron y las circunstancias y decisiones que tomaron a favor o en contra de una causa, para que esos nietos cuando tenga mejor uso de razón, puedan valorar lo justo de su legado. Y mientras están en ese estado sentimental, que les cuenten: ¿cómo fue que se hicieron millonarios?, ¿cómo fue que obtuvieron extensos terrenos?, ¿a quiénes y a cuántas personas burlaron para lograr sus objetivos?, ¿a quiénes les sonrieron y después traicionaron entre subterfugios legales con una caterva de abogados a su servicio?
Hace muchos años leí las memorias de Pablo Neruda: ‘Confieso que he vivido’ y ‘Para nacer, he nacido’. En los últimos días un recuerdo de esas páginas me buscaba insistentemente. Repasándolas encontré lo que me hastiaba con tanta inquietud. Durante su exilio en Francia, asediado por los diplomáticos chilenos en cada ciudad que llegaba, Neruda fue citado por Bertaux, el jefe de la policía parisina, que, a pedido del embajador chileno en París, tenía la tarea de azuzar a Neruda sobre la legalidad de sus papeles y su estadía en Francia. Neruda relata que, validados sus documentos y terminada la conversación telefónica del jefe de policía con el embajador chileno, el gendarme Bordeux le dijo: ‘Parece ser un gran enemigo suyo. Puede permanecer en Francia cuanto tiempo desee’. Por mi parte, relata el Poeta: ‘Sentía una sensación de triunfo mezclada con otra de repulsión. Aquel embajador que me hostigaba, aquel cómplice de mi perseguidor de Chile, era el mismo Joaquín Fernández que presumía de amistad hacia mí, que no perdía ocasión en adularme, que esa misma mañana me había enviado un recadito afectuoso con el embajador de Guatemala’. Si Neruda no vive este episodio personalmente en la gendarmería, jamás hubiera conocido la verdad y estoy seguro de que Joaquín Fernández le contó a sus nietos que fue amiguísimo de Neruda.
La escritora nigeriana Chimamada Adichie que expuso con mucho acierto sobre los riesgos de una sola historia (The Dangers of a Single Story) señaló que ‘Siempre he sentido que es imposible relacionarse debidamente con un lugar o con una persona si no nos relacionamos con todas las historias del lugar y de la persona’.
Conmigo no cuenten, yo les diré a mis nietos la verdad por más Memorias que publiquen. Puede ser que estos personajes hayan hecho obras nobles para alguna persona, pero la sospecha siempre será que se hizo con un fin ulterior, frío y calculado.
Lo de la medalla de Muhammad Alí, ha sido desmentido por algunos de sus más cercanos colaboradores. No todo en las llamadas ‘Memorias’ que escriben los personajes de la vida o lo contado a los nietos es verdad. Es el resultado de su intento por moldear la historia a su favor y otra de sus artimañas para burlar a los incautos.