• 15/09/2011 02:00

Curva de decadencia

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.. ‘ Tú crees que me matas. Yo creo que te suicidas’, Antonio Porchia.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

‘ Tú crees que me matas. Yo creo que te suicidas’, Antonio Porchia.

La incertidumbre política en la que navega el país bajo el gobierno de Ricardo Martinelli amenaza con agravarse con el correr de los meses. Porque nadie como el propio mandatario ha contribuido a desbaratar lo que más le conviene. No querer o no saber advertir hasta qué punto se siembra la propia desgracia es un rasgo de los personajes trágicos que fueron retratados en forma ejemplar por los antiguos griegos.

Lo que Martinelli se empeña en no admitir incide profundamente en el ánimo social. Está asomado al abismo y ha comenzado a cometer errores definitivos. La abrupta destitución del vicepresidente Juan Carlos Varela del cargo de ministro de Relaciones Exteriores, y el consecuente final de la alianza oficialista, puede tener diferentes lecturas. Lo que no puede negarse, y así lo han expresado fuentes vinculadas a Estados Unidos, es que la imagen de Martinelli ante Washington está cada vez más deterioradas. Las reuniones permanentes de Varela con altos cargos de la Embajada estadounidense en Panamá fueron interpretadas por el gobernante como una abierta conspiración para desplazarlo del poder. Esa fue una de las causas de la ruptura. Pero no hay que perder de vista que fue en la residencia estadounidense donde se fraguó la alianza que Martinelli acaba de desbaratar.

En la fractura con Varela, Martinelli ha resultado derrotado en su combate contra sí mismo y sumó un nuevo partido opositor. Las sociedades nunca se colocan del lado del victimario y Martinelli no solo ha perdido credibilidad —por las campañas de mentiras que se cuecen en los ámbitos oficiales y con dineros públicos— sino autoridad, al convertirse en un generador de ilegalidades y arbitrariedades.

Como vive de la tacticidad y la improvisación, clavado en la coyuntura, está construyendo un manual de supervivencia que pone en juego al empecinarse en ahogar sistemáticamente la legalidad. Martinelli pretende imponerle a Panamá un futuro de acuerdo a su perspectiva. No quiere perder el poder y echa mano de cuanto método encuentra para aferrarse a la silla presidencial.

Entre sus planes encaja el esfuerzo continuo para atraer a la masa de ciudadanos de menores ingresos con un bombardeo mediático permanente y programas que no contribuyen a aliviar la pobreza y tampoco armonizan entre la demagogia y el populismo.

Pretender contar con el respaldo de lo más vulnerable de la ciudadanía repartiendo un aluvión de dádivas, ha sido uno de los más graves errores de Martinelli. Esas masas populares no pueden continuar secuestradas mediante el engaño de lo que definitivamente no les conviene.

El país le ha perdido el miedo a Martinelli y está demostrando que los parámetros de dignidad son otra forma de derrota. Pero también está desapareciendo la disciplina dentro de sus propias filas. Una insurrección soterrada está comenzando a aflorar, porque Martinelli se ha convertido en el mayor conspirador contra sí mismo. Ante la resistencia de la sociedad, como un jugador empedernido, se empeña en doblar las apuestas.

Martinelli está cerrando toda posibilidad de regeneración. No parece dispuesto a suavizar su perfil ni apaciguar sus relaciones, ni abrazar la moderación buscando el equilibrio y la sensatez. Es un gobernante monorrecurso, alguien que solo sabe dar trompadas, como Rocky Balboa, cualquiera sea el contexto, convenga o no.

Un país maduro se merece otra suerte. Es el momento para que los políticos serios, honestos y equilibrados, junto a la sociedad civil, se paren de otra manera. No se puede seguir viviendo la ficción de héroes de papel, que hacen la diferencia entre la historia y la caricatura.

Así como la multiplicación de tácticas no define un rumbo estratégico, que no sea el poder por el poder mismo, la sumatoria de corto plazo termina enfrentando a la gestión populista con la falta de solución de los problemas a largo plazo. Por eso hay que ir construyendo una propuesta de gobierno para un país previsible, no atado al capricho diario de Martinelli, que dé respuesta a los planteamientos de fondo del ser social panameño como son la pobreza, la inseguridad, el trabajo, la educación y el progreso de cada ciudadano. Hay que sentar las bases de un relato alternativo moderno, que aprenda del pasado y asuma los problemas del presente con una visión ponderada de futuro.

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