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- 22/06/2013 02:00
DON GUILLERMO ENDARA
Su nombre merece escribirse así, con letras mayúsculas, pues ha sido, más allá de cualquier duda o cuestionamiento, el último gran presidente de Panamá. Muy pocos podemos considerar que lo han sido; pero en cualquier lista que de ellos quiera hacerse, Guillermo Endara debe ocupar los lugares cimeros.
Tuve el honor de ser su condiscípulo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá. Antes de decidirse a hacer la carrera en nuestra primera casa de estudios superiores, había estudiado en EE. UU. En nuestra graduación ocupó el primer puesto de honor, lo que le valió el derecho a una beca para realizar estudios de postgrado, que completó en Nueva York. Después se incorporó a la firma legal que jefaturaba un gran jurista y excanciller de nota, Galileo Solís.
Después tuve el honor de que en su gobierno me distinguiera, designándome viceministro de Relaciones Exteriores, y miembro del Directorio Ejecutivo del Banco Interamericano de Desarrollo.
Ningún presidente en la historia de nuestro país tuvo o ha tenido que enfrentar el ejercicio del gobierno en condiciones ni remotamente parecidas a las que tocaron a Guillermo Endara. En diciembre de 1989, a la caída de la dictadura, Panamá era un país quebrado: el producto interior bruto era de menos 17%; las arcas públicas habían sido saqueadas hasta el último centésimo; los bancos estaban cerrados; los empleados públicos solo cobraban mediante cheques con efectos diferidos, que debían negociar por menos de su valor; el pago del servicio de la deuda se había suspendido desde 1987; los créditos en trámite en los organismos financieros internacionales fueron congelados; por tres años no había existido un presupuesto, y muchos etcéteras.
Reconstruir una nación recibida en condiciones tan desastrosas fue una tarea titánica. Endara la cumplió con nota sobresaliente, con gran humildad, como era su estilo y personalidad. Ahora cuando en la mente del pueblo, del panameño y en los de otras latitudes, lamentablemente, existe la percepción de que todos los gobernantes son corruptos, a Endara se le recuerda como un gobernante honesto, que manejó los dineros públicos con pulcritud, para lo que contó, principalmente, con la colaboración de otro gran panameño, Rubén Darío Carles.
Endara fue hombre de profundas y arraigadas convicciones políticas, que nunca claudicó; desde su ado lescencia siempre fue un seguidor del doctor Arnulfo Arias. Su brega para devolver a Panamá a la senda de la democracia fue incansable. Las bases de la democracia electoral actual fue obra suya, como también el haber depurado, aunque fuera temporalmente, la Corte Suprema de Justicia, con el nombramiento de la que, hasta ahora, se sigue considerando la mejor selección de magistrados que ha formado esa tribunal.
Para honrar a muchos mandatarios que, en términos comparativos, dejaron muy pocas razones para recordarles, se han bautizado con sus nombres plazas, calles y edificios públicos. No es el caso de Guillermo Endara. Y la patria está en deuda con él. Y ya es hora de que se repare esa injusticia histórica.
En poco tiempo estará lista para ser inaugurada la nueva sede que se construye para que sea la casa permanente del Tribunal Electoral. Todavía no se ha tomado una decisión sobre cuál debe ser el nombre que la distinga. Creo que ningún otro panameño merecería más que ese lugar, que alojará a la institución que está llamada a ser custodio y garante de la democracia, por la que Endara luchó, lleve su nombre.
Por eso, les propongo a todos mis compatriotas que apoyen la iniciativa para que la nueva sede del Tribunal Electoral sea dedicada a la memoria de Guillermo Endara. Allí debe colocarse en su entrada, en letras mayúsculas, su nombre y debajo una leyenda que diga: ‘A uno de sus más distinguidos hijos, la patria agradecida’.
PRECANDIDATO PRESIDENCIAL INDEPENDIENTE.