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- 13/07/2011 02:00
Cuando se va un maestro
N o debí esperar conocer la infausta noticia para escribir las notas que hoy quiero compartir con ustedes. Pero ello no se debe al hecho de que piense que los panegíricos se hacen después de la muerte, sino por el hecho de que no quería aceptar que eso iba a ocurrir.
Pese a sus recientes quebrantos de salud, me resistía a comprender que el final de Gonzalo Tuñón, el ‘Chinito Limpia’o’, estaba cerca. Por eso ni siquiera acudí a visitarlo a su lecho de enfermo en el hospital, porque pensaba, equivocadamente, que el maestro se recuperaría y que, con más calma, podría ir a verlo a su casa.
Cuando su hijo Dicky, que ha sido como mi hermano al igual que Chalo, llamó a mi casa, la verdad es que no quise responder. Nadie llama un sábado en la noche para dar una buena noticia. Un profundo pesar se apoderó de mí, igual al que sentí cuando se fueron mis otros maestros, don Julio Rogelio Alonso y Eduardo Enrique Lim Yueng Quijano.
Aún me aferraba a la esperanza inútil de que no era lo que yo pensaba, en un esfuerzo vano por querer cambiar una realidad que golpea con devastador efecto. Cuando se va un amigo, igual que cuando se va un familiar, se siente un vacío que se asemeja a caer en un abismo, donde la soledad es la compañera y la tribulación el aliado.
Pero cuando se va un maestro, uno comprende que de ahora en adelante hará falta alguien importante en tu esquina, que ya no tendrás el consejo oportuno y el cariño que siempre nutre y que te ayuda a solventar con más dignidad los avatares de la vida, llena de injusticias, celos y envidias.
Eso era Gonzalo Tuñón para mí. Un maestro, que fue guía y orientador en una carrera que me ha dado lo que soy, y de la cual me siento honrado. Siendo apenas un mozalbete, él pudo ver en mí la madera necesaria para construir mi sentido profesionista. Siempre tuvo tiempo para comentar conmigo sus experiencias y el deleite que significó para él su ejercicio profesional.
Me dio la gran oportunidad de acompañarlo en su tradicional narración de los desfiles patrios, que cumplió por más de cincuenta años, en el mismo portal que compartió con grandes de la radiodifusión como Tomas Ernesto Díaz Villa, Margarita Sevillano y Demetrio Romero Wong, por mencionar solo algunos.
Supo transmitirme su preocupación por el uso adecuado del idioma, por el ejercicio correcto de la labor periodística y por preservar el compromiso de ser orientador de la opinión pública, elementos que he igualmente defendido a lo largo de mis treinta y cinco años de carrera.
Cuando se va un maestro uno siente que queda a oscuras, porque no está el referente que puedes consultar en el preciso momento. Sé que quedan las enseñanzas y el ejemplo, pero en este momento el dolor es más grande y el pesar por su pérdida es irremplazable, no solo para uno de sus alumnos como lo fui yo, sino para toda la nación, tan necesitada de gente seria y honesta como lo fue él.
*PERIODISTA.