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- 07/07/2011 02:00
Marruecos, el mañana del mundo árabe
L o que está sucediendo en Marruecos coloca en perspectiva el mañana del mundo árabe. Es un caso inédito que rompe los esquemas de revoluciones violentas y da paso a cambios profundos, mediante un proceso pacífico de consulta y participación ciudadana. Las demandas de democracia y libertad no fueron desoídas. Fueron encausadas hacia un referendo constitucional, cuyo resultado dejó un inequívoco mensaje: sí a las reformas, no a la violencia. La dinámica del cambio ya está en marcha. Ahora queda en manos de los políticos darle curso para que no sufra retrasos ni desviaciones.
Las jornadas vividas recientemente en Marruecos dan cuenta de un vigoroso proceso de cambios en las estructuras del poder. El rey Mohamed VI fue el primer gobernante árabe en concebir desde un inicio el alcance de las reacciones ciudadanas en esta parte del mundo y aceleró el proceso de reformas iniciado cuando asumió el poder hace casi 12 años. Y redefinió la relación entre la autoridad y la democracia en favor de la ciudadanía.
El Movimiento 20 de Febrero, que tomó ese nombre por la fecha en que inició las manifestaciones exigiendo mayor democracia, expresó en sus orígenes inquietudes sociales válidas. Pero rápidamente perdió su virginidad al caer en los brazos de ideologías de grupos radicales de izquierda y del fanatismo religioso de extremistas islámicos. El alcance de sus movilizaciones solo existió en los titulares de la prensa europea, pues internamente careció de la capacidad de convocatoria de otros movimientos árabes. Sus llamados a boicotear el referendo para la reforma constitucional lo marginaron del juego democrático, porque no sintonizó con las genuinas aspiraciones de los ciudadanos marroquíes. Sus voces fueron ahogadas por un 98% de los votantes que respondieron con un sí al pedido de Mohamed VI para aprobar la nueva constitución.
En forma simultánea al surgimiento del movimiento, el rey propuso profundas reformas constitucionales que garantizaran mayor democracia, respeto a los derechos humanos y aumentaran la independencia y los poderes de los Órganos Legislativo y Judicial.
Durante 100 días una comisión independiente, integrada por personalidades prestigiosas, entre ellas militantes de izquierda, socialistas e islamistas, realizó una amplia consulta con partidos políticos, sindicatos y la sociedad civil para reformar la constitución de 1996.
Esa iniciativa del monarca marroquí fue la contracara para los escenarios violentos, como los registrados en Egipto y Túnez y que han sacudido desde sus cimientos, con mayor o menor intensidad, entre otros, a los regímenes de Argelia, Barhein, Libia, Siria y Yemen.
El soberano alauí demostró el peso de su legitimidad política y religiosa y logró un equilibrio en el reparto del poder dentro del Ejecutivo. El nuevo texto introdujo la figura de jefe del gobierno, que surgirá de la mayoría parlamentaria que resulte ganadora de las elecciones programadas para finales de este año.
Mohamed VI se convirtió así en un reformador ejemplar, que se propuso reducir sus propias prerrogativas como monarca indiscutible de Marruecos.
La experiencia vivida la semana pasada es una muestra más de un proceso que se lleva a cabo en perfecta comunión con todas las fuerzas vivas de la Nación. El nuevo documento adquiere el carácter de un renovado pacto político y social, convierte al país en una monarquía constitucional, social y parlamentaria y da mayores espacios democráticos.
El resultado del referendo constitucional, por otro lado, fue rápidamente elogiado por EE.UU. y las distintas capitales de Europa. Como un ‘paso importante en el desarrollo democrático que vive Marruecos’, calificó Washington el referendo y al ponerlo en perspectiva destacó que ‘constituye un modelo para los otros países de la región’. El bloque europeo pidió incorporar a Marruecos como receptor de parte de los $20,000 millones comprometidos para apoyar las reformas democráticas en el mundo árabe. Desde el 2008 Marruecos es el único país de la ribera sur del Mediterráneo que goza del llamado estatuto avanzado, que lo convierte en un socio privilegiado de la Unión Europea.
Hay que tomar en cuenta que la nueva constitución no es una varita mágica para solucionar todos los problemas marroquíes. El desafío por delante es para el liderazgo político, que debe definir una hoja de ruta dentro del nuevo y amplio escenario creado por la nueva constitución. El cambio más profundo estará en el comportamiento de las elites marroquíes, no solo en las disposiciones aprobadas en la nueva constitución.
Una leyenda escrita en la pared de la ermita andaluza Abdessalam Sayd en la ciudad antigua de Rabat resumió toda esta experiencia: ‘Debemos producir el cambio que el mundo quiere ver’.
*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.