• 17/07/2011 02:00

Sobre las pandillas

ABOGADO Y PROFESOR.. El martes pasado escuché en el programa de Adelita Coriat conversar a los miembros de la Policía Nacional sobre lo...

ABOGADO Y PROFESOR.

El martes pasado escuché en el programa de Adelita Coriat conversar a los miembros de la Policía Nacional sobre lo relativos a las pandillas. Describir a estos grupos ligados por el malvivir, asociados para engañar a otros o simplemente hacer daño sobre sus bienes. Recuerdo aquel sinónimo denominado caterva, que utilizábamos en nuestro interior, en aquellos tiempos de mi adolescencia, para referirnos a los grupejos desordenados que considerábamos de poco valor moral. Pero, también, enunciábamos a las cuadrillas como grupos de trabajo asalariados, en cambio, lo relativo al análogo mafia, un término utilizado a nivel mundial para las reseñas sobre el crimen organizado, que antes nos resultaba un agravante en el Código Penal ante la comisión delictual.

En estos tiempos la delincuencia está tan ordenada como los bancos, alimentados en la academia pública del Internet y la TV, que nos penetra hasta los tuétanos, y es allí donde ellos aprenden parte de lo malo en la escuela del crimen. De esta manera en algunos sectores de ciertas comunidades los pandilleros imponen ‘impuestos’ para operar negocios o simplemente circular por determinados lugares. Lo importante es que pude escuchar de los expertos del patio sobre algunos asuntos que me desanimaron y otros me terminaron de alentar, porque en nuestro Panamá somos proporcionalmente pequeños en población, que es el caldo de cultivo para que prospere la asociación de malhechores.

Parece que estas organizaciones son parte de la involución social de todos los tiempos, pero que floreció en Italia en aquella ‘Cosa Nostra’ o ‘mafia’ de origen central en Sicilia, en donde se denominaban los ‘hombres de honor’, dedicados a la protección y al ejercicio autónomo de la Ley. Esta modalidad de convivencia tenía sus propias reglas de honestidad inviolables, como la ‘omertá’ o ley del silencio, un asunto que pervive en el fenómeno de la prisionalización, que ocurre en los recintos carcelarios, como un fenómeno inalterable, que también es propio para el estudio en la Sociología.

No podemos contar las pandillas o los pandilleros, si desconocemos el origen de la formación y evolución de acuerdo con la determinada sociedad. No son idénticas las organizaciones juveniles o adultas de pandillas en los distintos países desarrollados o los otros subdesarrollados. Cada sociedad tiene su propia modalidad de crecimiento; por ello, no podemos importar o exportar detalles para aplicarlos a nuestro problema como posible solución, aunque los efectos de las pandillas sean los mismos. Las banda son como una enfermedad definida y localizada en un cuerpo, a la que hay que estudiar su evolución para aplicar la medicina en la dosis correspondiente, por el tiempo debido.

Tenemos que reconocer el problema y luego realizar el diagnóstico conveniente, para encontrar las variables que debemos aplicar en prevención, represión y rehabilitación, basados en el objeto fundamental de la Sociología, una ciencia que estudia la distribución y la aparición de los comportamientos grupales, lo que es fundamental para este particular estudio, sin descuidar la conexión de éstos, con los aspectos biológicos, psicológicas, culturales y ambientales reconocido en cada sociedad. De ninguna manera podemos enfocar este problema de otra manera.

¿Cuál es la inconformidad social, la que impera de tal manera, como para que estos grupos se conformen? Hay que recordar que entre los animales persisten dos condiciones de supervivencia y control grupal: la jerarquía y el territorio. Esto está acendrado de manera invariable en nuestro devenir, con la diferencia de que algunos animales se imponen por la fuerza y nosotros lo hacemos mediante la Ley. Tenemos elecciones y regulamos la propiedad, además de la salud, vivienda, educación, etcétera.

El Pandillerismo es un delito autónomo, esto significa que sólo pertenecer a una pandilla basta para cometer una pretermisión, pero lo que no convence es sobre los aditivos que componen el señalamiento en nuestras leyes panameñas, que seguramente se inspiraron en experiencias foráneas, cuyo problema no está evolucionado a nuestro ritmo. Si la definición es territorial, entonces hay que circunscribirlo a la sede o al lugar en que operan delictualmente y de manera comprobada. Si el asunto es de graffiti, cualquiera escribe lo que sea hasta para hacer daño. Esto no puede ser considerado como un acto territorial. Las marcas en el cuerpo y la ropa, no es propio de nuestro medio, porque el delincuente lo usa en otros lugares para los efectos de la rivalidad con otras pandillas. Nadie es tan tonto como para marcarse y con esto se denuncie. Lo que pasa es que donde opera una pandilla no hay autoridad, no hay control del gobierno y, por ello, en El Salvador se marcan de esa manera, sin importar que se delaten, porque no salen de su lugar, a menos que sea a cometer delitos. Seguiremos.

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