Según el economista en jefe de la FAO, Máximo Torrero, la región ha reducido la prevalencia del hambre, con casos destacados como Brasil, República Dominicana...
- 19/06/2013 02:00
¿Por cuánto tiempo y a quiénes subsidiar?
Siempre me ha llamado la atención el tema de los subsidios otorgados por el Estado a personas necesitadas, sobre todo porque es incorrecto promover la creencia de que la generosidad es del gobierno de turno. Si bien los subsidios son entregados físicamente por gobernantes, con aplausos, abrazos, sonrisas y besos, quienes los hacemos posible somos los contribuyentes con nuestros tributos de hoy y de mañana. Las intenciones pueden ser buenas y generosas pero los resultados pueden no serlo ni siempre ni tanto, si no nacen de políticas claras con controles adecuados. Nosotros los pagamos; nuestra opinión debe contar.
Un subsidio al pobre y una exoneración de impuestos a actividades lucrativas son la misma cosa. Ambos aligeran cargas, redistribuyendo riqueza a favor de quienes menos tienen o incentivando actividades consideradas productivas. Como es lógico, nuestros subsidios tienen que ver con aspectos de interés para los más necesitados: viviendas de interés social, estudiantes de escuelas públicas, transporte, pensiones del Seguro Social, personas de la tercera edad sin derecho a jubilación, residentes menesterosos en áreas marginadas, el tanquecito de gas y la cuenta de luz de los más humildes. Por su lado, las exoneraciones pueden promover ahorros bancarios y exportación de productos panameños. Al final de cuentas, es lo mismo para los bolsillos de los favorecidos.
Una justa estrategia de subsidios y su eficiente administración son temas complejos; más cuando no percibimos una sincera política social que identifique la cobertura de los subsidios ni les otorgue el carácter temporal que lleve a reemplazarlos eventualmente por empleos dignos; y que desaliente el paternalismo y el clientelismo y, sobre todo, que disponga de los controles necesarios para lograr su aplicación con justicia y equidad.
Un ejemplo fue el inicio intempestivo del proyecto ‘100 para los 70’, desordenadamente, sin reglas claras, que se ha tratado de corregir sobre la marcha. Cuando se inició se hizo en forma desordenada y con anuncios ambiguos que indicaban que el subsidio estaba disponible para todas las personas de la tercera edad que no disfrutaran de una pensión del Seguro Social; al no tomarse en cuenta otros requisitos, muchas personas, que estrictamente no necesitaban del subsidio, se acercaron con toda razón a solicitar su inclusión y posteriormente han sido excluidas. Parecería que el ‘Ángel de la Guarda’ va por el mismo camino.
Cabe preguntar si existen controles adecuados para medir resultados y si hay planes para terminar satisfactoriamente con algunos subsidios que puedan resultar superfluos en el futuro. No los veo. El fin del subsidio se puede desvirtuar si promueve el paternalismo y la haraganería, como se ha denunciado. Por ejemplo, el subsidio a estudiantes debería estar vinculado al aprovechamiento que él tenga en el aula de clases, de modo que el apoyo se le mantenga mientras exista ese buen aprovechamiento.
Tampoco se debe olvidar que el subsidio es una carga permanente al presupuesto nacional: otorga un cómodo derecho muy difícil de dar por terminado. No conocemos a ciencia cierta a cuánto ascenderá el subsidio del Metro y ya se habla de subsidios a la educación universitaria. Puede ser loable, pero promesas así no deben lanzarse a la ligera sin una evaluación detenida sobre su costo y factibilidad, porque si se abusa de subsidios sin estudios juiciosos no se podrán incentivar los puestos de trabajo bien remunerados que acaben con la pobreza.
La tentación de anunciar subsidios a manos llenas en época de campañas electorales es perniciosa. Lo observamos en otros países y sería prueba de irresponsabilidad, no solo con los próximos gobernantes, sino con el pueblo panameño que todos dicen defender.
EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.