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- 19/09/2011 02:00
Uno no se va, al otro quieren renunciarlo
POLITÓLOGO
N o se lo esperaban. El amotinamiento los desbordó y no le quedó más que sumarse. Tributo forzado a la indignación, sin convicción y sin intención verdadera. ¡Como todo y como siempre! Dicen lo que no hacen y hacen lo que no dicen.
El proyecto político y económico es tan tuyo como los negocios que has identificado en cada sufrimiento y en cada necesidad social. Hay que dejar que se enfríe la escaramuza; en dos meses armaremos circo suficiente para sepultar una decisión que nació preñada de infidelidad. Hay demasiado en el pote. ¡Si te vas, te lo quitamos todo!
Este es el guión de una farsa en la cual otra ‘hipotecada’, con cálculos personales para destronar a su ‘dirigente’ y repostularse a la Presidencia, llama uno —su antiguo enemigo y ahora redimido aliado— a la cordura y a la responsabilidad patriótica, mientras le repudia al otro —enemigo de antes y ahora— la falta de dignidad y de valentía ante cada vejación y atropello al colectivo clientelar.
Piense en el país le dice a uno —con la mítica serenidad de su mentor— no dude en sacrificar la dignidad del otro, pues la patria está en juego. No deje el puesto hasta que lo sustituya quien nunca lo sustituirá. Piense en las comisiones jugosas y los sobreprecios de la Torre Financiera, los corredores, los desarrollos urbanos de las cintas costeras. Sea responsable, por favor, piense en los contratos llave en mano otorgados sin licitación y en los líos en que nos hemos metido.
Piense en cuánta tierra pública no alcanzamos a repartirnos hasta 1968. Piense cómo nos repartimos Punta Paitilla en los años 50 y todo lo que viene. ¡Sea responsable! Pero también piense, que si se queda, al final de esta orgía de locos desatados, usted será el único que no teniendo para dónde huir, irá preso mientras su jefe y colegas se acogerán al refugio que les aseguran sus verdaderas nacionalidades. Uno se irá para Italia, cuya ciudadanía reclama pasaporte en mano, y a diferencia de Bosco, nadie declara ilegal y expúrea su elección; otro para Colombia, con el riesgo de que lo intercambien con pillos. Otro podrá escoger entre Gringolandia y Grecia, la última casi en bancarrota mientras en el primero lo esperará el Tea Party. Y el más audaz de los depredadores, el que cambia capas de asfaltos como pañales y calladito rezonifica Obarrio para montar su restaurante, ese, junto a su colega a cargo del comando de la comunicación tóxica y la extorsión mediática, se acogerá a la protección del Reino.
Irse o no irse. No tiene el rango del dilema hamletiano, pero sí un valor crematístico muy alto. Y su decisión nos dará la oportunidad de verificar su escala de valores.
¿Y el otro? Con un expediente que se abulta, atrapado entre sus intereses personales y su condición de caballero y líder, lo empujan al cadalso. Le falta sangre en la parte más noble, dirían sus y mis ancestros de Pesé. Ya comenzaron las misiones ligeras, tan insignificantes, que si no es por la carga de veneno que traen, hasta ofenderían. Y cuando menos se lo espere, ¡zas! me declaro enfermo y tienes que hacerte cargo de tu obligación, que para eso te eligieron. ¿Quién en su sano juicio no consideraría esta como una razón valedera y legítima?
Pero recuerda, el que se va, pierde la silla y la Villa. Olvídate del etanol, del hospital de Chilibre, cuyo terreno compraste por una guayaba y venderías por millones, olvídate de los consulados millonarios que financiarían la campaña ni pienses en tus jóvenes ejecutivos, todos cañeros y guaraposos, que perderán sus ‘becas’ y sus puestos avanzados de mercadeo.
Corres el riesgo de quedarte solito, porque la estampida puede ser apoteósica. Pero la vieja guardia, con sus huesos viejos, esa sí se quedará en el cuartel de invierno. Y sabrás que el fin estará cerca cuando te paren en la garita para pedir identificación, revisar el maletero, desarmar tu seguridad y tendrás la certeza de que todo es decidido en otro lugar. No en el Gabinete.
¡Qué dilemas! ¿Qué haría Arnulfo Arias Madrid?