• 22/05/2013 02:00

Reciclaje

Las unidades de Metrobús empiezan a verse inundadas de envases de refrescos, bolsas vacías de confites, comida chatarra y hasta de empan...

Las unidades de Metrobús empiezan a verse inundadas de envases de refrescos, bolsas vacías de confites, comida chatarra y hasta de empanadas y hojaldres, que recuerdan al piso de los casi desaparecidos Diablos Rojos. Cambiaron los vehículos de transporte masivo, pero la mentalidad de sus usuarios se mantiene inalterable.

Esa práctica de lanzar los sobrantes en cualquier sitio, desembarazarse rápidamente de los restos de aquello que ya han utilizado, parece ser una tradición que acompaña y forma parte de la cultura de consumidores inconscientes y con casi ninguna capacidad de comprender que cualquier acción en la dimensión del ambiente, tendrá una consecuencia que se revierte hacia los propios grupos humanos.

Algunas sociedades que vivieron la experiencia de hambrunas, plagas y otras complejas circunstancias, aprendieron a costa de la muerte y la tragedia este concepto de causa-efecto y han sabido construir estrategias para alcanzar una noción de desarrollo que obliga a reducir los desechos a su mínima expresión por su sentido cuantitativo y las implicaciones que tienen para la salud de la población.

Es un cálculo de doble valor matemático-geométrico. Se sabe que en Panamá, un 65% de lo que contienen los cestos de basura, es no orgánico y por tanto, de posible provecho. Es decir, papel, cartón, vidrio, plástico y metales de diferentes envases. Por otro lado, a un aumento de la población y surgimiento desproporcionado de proyectos de vivienda, la cifra y el espacio de este material desechable reducen el de la urbe.

Es imposible recoger y procesar todo este conglomerado, si se mantiene en las cantidades originales. Sin embargo, al separar los componentes orgánico/no orgánicos, se reduciría en dos tercios la carga a transportar y disminuiría el perímetro de los vertederos.

Es aquí donde el reciclaje interviene como una opción o la respuesta adecuada para dar solución a este conflicto nuestro con el residuo del consumo. El concepto alude a un producto del que nos deshacemos y que se transforma mecánicamente o por procesos fisicoquímicos para crear una nueva materia prima.

Unas escamas de pescado que se convierten en accesorios como aretes o tapas de botellas que luego de doblarlas y agregarles otros elementos, se vuelven señuelos para la pesca. Igual sucede con el vidrio y el plástico que al derretirse, dan origen a múltiples objetos como ceniceros, horquillas o regresan a ser envases y se tornan en una salida económica que reduce los costos de producción.

El reciclaje ha iniciado de manera muy tímida en Panamá como una respuesta al problema del manejo de desechos. Con lentitud se integra en las prácticas de la comunidad y con campañas que piden a la gente llevar a ciertos sitios sus bolsas de despojos. Algunas organizaciones recopilan esta carga y la venden en los centros especializados; pero no hay una práctica masiva de separación en casa y urbanizaciones.

La semana pasada que se celebró el Día del Reciclaje, la empresa Tetra Pak, presentó un proyecto para contribuir con quienes hacen separación de estos materiales y los conducen a los sitios donde se reciben. ‘La ruta del reciclado’, consiste en un programa informático que utiliza el mapa del país y resalta esos puntos. Los interesados abren este sitio en su computadora y se les guía con exactitud.

La cantidad recopilada y enviada a los centros de reciclaje es alta, pero todavía poca para revertir el problema del manejo de desechos en el país, que al parecer no logra integrarse en los programas y estrategias de trabajo de ninguna administración, pese a constituir una posibilidad rentable y materia prima con valor por sus múltiples proyecciones.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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