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- 28/04/2013 02:00
Retiro incierto
Todos tenemos la ilusión o el derecho a soñar con nuestra vejez. Aspirar a que sea sana, acomodada y placentera. Me veía envejeciendo en una gran ciudad europea o en Buenos Aires, en un café de barrio, pasando las páginas de un diario ejemplar, como EL CLARIN o EL NACIONAL. Mis sueños me llevaban más a alguna de estas metrópolis que a New York, por ejemplo, comiendo a la carrera, cargado de aparatos electrónicos (audífonos, celulares, IPad, IPod), camino a una cita, transportándome en el subway, y toparme con un hombre armado con dos fusiles automáticos dispuesto a cometer alguna masacre de esas que solemos presenciar en la televisión.
Claro está que me desilusiono y replanteo mis planes de retiro, cuando leo que prestigiosos medios de comunicación no se salvan de la crisis que hoy golpea a las personas, a las empresas y a los países. El rotativo español EL PAIS, que recientemente despidió el 20% de su planilla de periodistas y su nuevo propietario, un fondo de inversión, anuncia mayores recortes. NEWSWEEK, icono del periodismo norteamericano, con 80 años de circulación, se despide del papel para adoptar el formato digital. CNN televisión, experimenta un histórico desplome en su audiencia en Estados Unidos. BBC News, cuya credibilidad, su mejor carta de presentación, se ha visto notoriamente mermada, debido a que Jimmy Savile, antiguo presentador estrella, se vio envuelto en abusos carnales de decenas de menores de edad.
A mí me interesa tener una visión más inteligente de los hechos que ocurren y eso no me lo da los medios convencionales. Una revista como de NATION en Estados Unidos o LE MONDE en Europa sí. Me gustan los medios de comunicación críticos o especializados, a pesar de que no hay mucha demanda, pues, informar, cuesta. Me gusta ver la realidad desde otras perspectivas de las que normalmente adoptan los medios periodísticos masivos. Puesto que los medios alternativos adoptan una posición crítica, no solo cuentan lo que hay, sino que critican lo que les parece injusto o inmoral. De niño me enseñaron a leer con capacidad crítica, para no tragar enteras verdades a medias o cargadas de intereses recónditos.
Mi forma de envejecer se ha visto alterada y he de decirles por qué: es un dogma familiar la intolerancia de la tecnología, a la robotización y automatización de la humanidad; pese a las bondades, como herramientas de trabajos, que representan esos detestables y odiosos aparatos, que tanto bien, como daño, le han causado al hombre. Es la rebeldía, herencia paterna; o más bien sabiduría, transmitida por mi progenitor, quien envejeció tranquilo y feliz, en contra de cómo y hacia dónde se dirige el mundo.
Nunca, como él, fui entusiasta de esos motores de búsqueda de información, menos a sabiendas que ‘Facebook’ y ‘Google’ se han transformado en ‘máquina de vigilancia’, que absorbe todos los datos comercialmente explotables sobre el comportamiento de los usuarios. A mí en lo particular, me molesta que se intente catalogar, agrupar y clasificar al ser humano; que se entrometan en la esfera privada del individuo.
Coincido con el escritor que tanto admiro, Héctor Abad, que se transformó el tipo de escritura, hasta que llegó el e-mail o correo electrónico. Las cosas ya no eran como antes. Había surgido un nuevo tipo de comunicación verbal escrita. Quienes hayan escrito cartas de las tradicionales (de negocios, de amor o comerciales) se darán muy bien cuenta de que con el e-mail, por primera vez, las cartas cambian, la escritura cambia: de tono, de estilo, de espesor. Escribir por el e-mail se hace a toda velocidad, sin volver atrás, sin que tenga ninguna importancia la extensión, los tratamientos de cortesía, los modales de la escritura epistolar con su rémora de siglos. Escribiendo y leyendo cartas electrónicas se puede vislumbrar la que podría llegar a ser la escritura del futuro.
Pero el asunto no para ahí, vivimos en un periodo decadente, donde somos observados y grabados sin nuestro consentimiento; donde nos realizan pruebas de alcoholemia para asegurarnos que conducimos sobrios, nos pinchan el cuerpo por si nos sometimos a alguna dosis de sustancia ilegal el día anterior; para subirse a un avión hay que pasar por un escáner; el Internet sustituye el esfuerzo personal; Wikipedia reemplaza la enciclopedia; al móvil, se le presta más atención que a la conversación; el powerpoint sustituye la argumentación, que es la medula del pensamiento; el Twitter resume todo en una frase; y la lista continua, el Facebook, el chat, el photoshop, en fin, ya no hay concentración, como bien apunta el filósofo español, Sabater, ‘la información rápida sustituye la experiencia, la dimensión de búsqueda, de aventura personal’.
¿Ven por qué no me interesan estas peligrosas sociedades del conocimiento, como tampoco quién logrará triunfar en la disputa por el ciberespacio y la cibervigilancia? Suficiente tengo con escuchar noticias aterradoras como el conflicto de Siria, la locura de Corea del Norte y la injerencia en el continente africano de grandes potencias como Francia en Mali.
Entiéndanme señores... es por esto... ¡que me preocupa mi vejez!...
ESCRITOR.