• 05/01/2013 01:00

¡Sentido de Estado!

Con esa frase se refirió al fallecido Manuel Fraga Iribarne el actual ministro de Justicia y una de las figuras más relevantes del Parti...

Con esa frase se refirió al fallecido Manuel Fraga Iribarne el actual ministro de Justicia y una de las figuras más relevantes del Partido Popular que gobierna en España, Alberto Ruiz Gallardón, para destacar su decisivo protagonismo en la transición del franquismo a la democracia y su andadura moral por la vida política. Fraga, dijo Ruiz G., cual ningún otro, había sido el español de su generación con mayor ‘sentido de Estado’. El que mejor había entendido y propugnado, a pesar de su pasado estelar en el régimen franquista, cómo transformar a España en una auténtica democracia.

A Fraga, entre muchos de sus méritos como hombre de Estado, se le reconoce haber dado un paso al lado, retirándose de la política nacional a la regional de su Galicia natal, para propiciar el ascenso de una nueva generación de dirigentes de su partido que, con José María Aznar como la principal figura, presidió dos gobiernos de España y ahora vuelve a hacerlo, con Mariano Rajoy.

Independiente de que se estuviera de acuerdo o se fuera adversario de sus posturas de derecha, Fraga fue ejemplo del político apegado a la ética y tuvo el desprendimiento de no aferrarse al liderazgo de su partido, que nadie le disputaba, para pensar, primero, en España.

Recientemente, el arzobispo José Domingo Ulloa pidió que los políticos pensemos primero en Panamá y que al hacerlo depongamos actitudes sectarias y hagamos propuestas, dejando a un lado las campañas destinadas a ahondar divisiones. Los políticos, dijo, debemos, devolver dignidad a la política.

Consecuente con su misión, la Conferencia Episcopal Panameña impulsa la suscripción de un nuevo Pacto Ético Electoral, por todos los partidos y candidatos y los medios de comunicación, que establezca parámetros a la conducta que unos y otros debemos observar, para que la próxima campaña, que ya comenzó, no degenere en confrontaciones que ahonden las divisiones de la familia panameña.

En un artículo reciente, reflexioné sobre la utilidad de esos instrumentos, cuya fuerza es moral y, por tanto, su violación no acarrea consecuencias fuera de ese ámbito. Pero decía, entonces, y lo recalco ahora, que los pactos éticos tienen la virtud de fijar estándares, contra los cuales los electores deben comparar el discurso y la acción de los políticos en campaña. No esperemos que los políticos criollos, de corte tradicional, cumplan el pacto. Pero sería muy saludable que el pueblo utilizara los parámetros del pacto como el rastrillo para separar el grano de la paja.

Como era de esperar, aunque en muchos casos esté latente la hipocresía, todos los líderes de la partidocracia se han pronunciado favorables al Pacto Ético y deseosos de firmarlo.

Pero la ciudadanía tiene justificadas razones para ser escéptica y dudar de esos aspavientos. Para no ir muy atrás, hay que recordar que para las pasadas elecciones se intentó, infructuosamente, concretar un pacto similar y que fueron las conductas evasivas de algunos partidos las que sabotearon su suscripción.

El ejemplo es la mejor prédica. Y ahora también puede serlo si los políticos de la partidocracia, antes de que se suscriba el Pacto Ético, comenzaran a comportarse de manera edificante y se empeñaran en darle a su praxis política, con sentido de Estado, la dimensión ética que pide el Arzobispo Ulloa. Para hacerlo no hay que esperar a la firma previa del Pacto. Mayor credibilidad tendría que todos los voluntarios a firmarlo, desde ahora, se condujeran dentro de su marco ético.

En otras palabras, hay que practicar conductas políticas éticas, porque creemos en ellas y son parte de nuestro ideario. Si nuestras acciones han sido un prólogo encuadrado en los parámetros del Pacto, la ciudadanía lo reconocerá, pero si no lo han sido o no lo son, a pocos convencerán las promesas tardías.

CANDIDATO PRESIDENCIAL INDEPENDIENTE

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