• 20/04/2016 02:00

Patricio de Chile

La desaparición física de Patricio Aylwin Azócar deja un legado de conciencia moral, honestidad, principios democráticos...

La lista de los que enfrentaron las dictaduras militares en esa época oscura de América Latina es larga; en el caso de Chile, fue especialmente drástica. Muchos la combatieron y terminaron perdiendo sus bienes, el derecho a vivir en su patria y hasta sus vidas. En esa lista está Patricio Aylwin Azócar, sin duda alguna, pero también está en otra reducida, menos comprendida, a la vez que determinante para el futuro —que es hoy— de Chile. La lista de los que supieron entender que la transición hacia la democracia requería pausa, acompasamiento y reconciliación, también poner las cosas en su lugar; por ello presidió el funeral de Estado al presidente mártir Salvador Allende, de quien había sido adversario político y supo hacer entender a los militares —incluido el dictador Pinochet— que su desempeño era subordinado al poder civil. Aylwin no solo lideró un buen Gobierno para Chile a inicios de los noventa, sino que se convirtió en ejemplo de excelencia para los demás países que vivían esa transición democrática, incluida Panamá. La desaparición física de Patricio Aylwin Azócar deja un legado de conciencia moral, honestidad, principios democráticos, capacidad de diálogo y de construir acuerdos tejidos desde el humanismo cristiano que bien deben tomar los gobernantes de hoy, en nuestra América, como referente.

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