Estamos a un mes de estrenar una nueva década y el momento es preciso para imponernos la meta de alcanzar el grado de desarrollo en los próximos diez años. Aunque parezca difícil, la mayor dificultad es pensar que no podemos. Destrabado ese aspecto, hay que trabajar en la industrialización del país y en la educación. Estamos obligados a liberalizar profesiones y fomentar la migración inteligente. Contamos con las condiciones óptimas para levantar este país y volverlo realmente el Dubái de América: posición geográfica, conectividad, moneda y centro financiero. Seguir cerrándonos al mundo es mantener en la pobreza a gran parte de nuestra población y continuar aireando la corrupción. Justo es lo que pasa; mientras el país continúe cerrado, los trabajos serán más escasos y sujetos a salarios mínimos. Mientras la economía siga cerrada, el sector empresarial será alérgico a competir y, por el contrario, seguirá abusando en precios y salarios bajos. Mientras sigamos alérgicos a la migración, perderemos ese gran talento internacional que quiere y desea desarrollarse en este pequeño país. Desaprovechar la oportunidad de dar el salto nos costará llevar al país al desarrollo anhelado.

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