• 07/10/2011 02:00

‘Indios borrachos’... ¿quién les vende el licor?

ABOGADO. La frase del título la escuché a un sacerdote de la etnia indígena —panameño raizal— en una Iglesia de David. Sentí en ese jov...

ABOGADO

La frase del título la escuché a un sacerdote de la etnia indígena —panameño raizal— en una Iglesia de David. Sentí en ese joven religioso, educado en la filosofía y la teología, un grito desgarrador y una denuncia. Tal vez sintió, pienso, que en esa audiencia donde hablaba —como remplazo del Párroco Titular— había miradas indiferentes o extrañadas —gentes de capas medias y altas: ‘¿Por qué este sacerdote indígena nos preside?’.

El ejemplo da para más fondo: en un tiempo en que los altos líderes mundiales se declaran incapaces para frenar las crisis económicas, productos del despilfarro de las trasnacionales y el apetito voraz del capital sin límites, ¿qué papel deben jugar las Iglesias Cristianas y en particular la de Roma, ante un caos mundial que ya toca las puertas? Esa duda sobre el rol del clero ante las posiciones de Jesús ya ha generado cismas y divergencias en el pasado. Y hoy, sin duda, es mayor la necesidad de replantearlo.

La mayoría, me incluyo, de los que buscamos un Templo, lo hacemos por Fe y para buscar paz interior. Si la encontramos o no y en qué grado, es cosa individual. No obstante, ¿cuántos buscamos la Iglesia para hablar o pedir a Dios por los grandes problemas sociales de los pobres de la Humanidad, de los que están quedando abatidos en el desempleo o perdiendo sus casas, o los que cada día mueren de hambre? Estoy convencido de que de manera sincera, casi nadie, salvo que sean los mismos que pasan esas calamidades. El ruego de cada cristiano, en general, es por sus propios y naturales intereses, no queda espacio para pedir por otros. Eso sí, lo hacen religiosos y religiosas comprometidos, que en todo tiempo hacen mucho más que solo pedir; actúan y se comprometen.

Este tema me viene a la mente, porque ante la falta de un liderazgo mundial creíble, que ocasione admiración y esperanzas, las Iglesias estarían entre las contadas organizaciones mundiales capaces de afrontar estos desafíos. El sacerdote indígena que escuché no se quedó en la denuncia y la pregunta; agregó: ‘de seguro que los dueños de los ricos cafetales que pagan sueldos miserables a sus peones indígenas, y luego los ven —consumidos en sus miserias— adormecer sus pobreza seculares ante el frasco de licor— pertenecen a nuestras iglesias, igual que los dueños de las cantinas’.

Movimientos teológicos contestatarios han surgido ya del seno de sacerdotes militantes, como es el caso de la ‘Teología de la Liberación’, con el Obispo Boff en otros lares, pero en nuestro vecindario, con un religioso polémico como el peruano Gustavo Gutiérrez; todos ellos han pedido una reafirmación mayor y compromiso más acorde nuestra Iglesia, con los contenidos sociales, protestas y denuncias del propio Jesucristo. Este líder mundial de nuestra Fe no sostuvo únicamente una postura clerical, de Sinagogas; más bien asumió, conociendo como Profeta y Vidente sus peligros, una dirección de denuncias y protestas, de señalamientos y condenas, ante las clases que ayer, en su tiempo, como hoy, en los nuestros, se repartían el poder, acumulaban grandes riquezas a costillas de los pobres, y luego se daban golpes de pechos, echando limosnitas o limosnotas, en los cofres eclesiales.

¿No está pasando ahora mismo igual cosa? En EE.UU., los mismos Capos de las Corporaciones que quebraron los equilibrios financieros, ya de por sí injustos, ¿no llevarán acaso sus lágrimas demagógicas ante los templos de sus religiones, cristianas, dándoselas de buenos y de sensibles? ¿No se hace igual en nuestro país, cuando los dueños de esos cafetales o licorerías, se muestran, luego de contar y depositar sus millones, supuestamente compungidos, solo por aportar limosnas grandes, de sus sobras millonarias?

El Padre Gustavo Gutiérrez del Perú fue reprendido por el Alto Vaticano, precisamente cuando el actual Papa, era el encargado de revisar sus planteamientos sociales. Se le llamó la atención y Gutiérrez re- escribió sus postulados sociales dentro de la iglesia. Hasta que la Santa Sede aceptó que, sustraídas las influencias marxistas, los enunciados eran cónsonos con la doctrina cristiana. Lo que no creemos aun es que las teologías oficiales católicas, y otras, constituyan en la práctica, suficiente respuesta a las denuncias del joven sacerdote de la etnia indígena al cual escuché en David. ¡Gran desafío del clero ante los ojos del propio Cristo!

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