• 19/01/2013 01:00

Francia y su guerra de uranio

El despliegue de la intervención militar de Francia, en Malí, es una noticia que ocupa las primeras planas de diarios, portales de inter...

El despliegue de la intervención militar de Francia, en Malí, es una noticia que ocupa las primeras planas de diarios, portales de internet, noticieros de radio y de televisión en el mundo.

Se mira al presidente francés Francois Hollande como el nuevo adalid de la lucha contra el terrorismo por su cruzada en contra de los avances de las células del Magrebí de Al Qaeda en el Sahel con la Operación Serval de reconquistar del norte de Malí.

El mensaje que envía Francia a la comunidad internacional con esta operación militar que busca restablecer el orden y la paz en Malí y que es un país que combate abiertamente el terrorismo. Lo polémico de su a puesta ‘humanitaria’ son los intereses económicos y estratégicos que tiene en los territorios controlados por los separatistas Tuareg y los grupos yihadistas radicales.

Las preguntas que surge de la parafernalia de la guerra francesa en Malí es ¿Cuáles son las razones de fondo que tiene para haberse lanzado unilateralmente en una intervención militar, en un país sin salida al mar, con la mayor parte de su territorio desértico; más de 60% de su población sobreviviendo con menos dos dólares diarios y con una de las tasas de mortalidad y analfabetismos más altas del mundo?

¿Por que rechazó las voces que pedían que se abriera un diálogo, se convocara a elecciones presidenciales y se negociará con los Tuareg? Es evidente que Francia no adelanta esta ofensiva militar por simples fines altruistas de restablecer la democracia y la paz en Malí, ni por proteger a los ciudadanos franceses en Malí, ni tampoco para proteger los intereses de la UE, sino para defender sus intereses económicos y estratégicos en el Sahel, especialmente los relacionados con el uranio.

Para Francia la situación de Malí es un problema de seguridad nacional, en virtud de que su industria nuclear depende en buena parte del uranio que explota en el Sahel. Y más aún cuando es uno de los países del mundo con mayor dependencia de la energía nuclear debido a que más del 75% de su producción de energía dependen de sus 58 plantas nucleares.

Por eso es evidente que detrás del sofisma de la lucha contra Al Qaeda lo que busca es amparar las concesiones de uranio que tiene la multinacional francesa Areva en los territorios en disputas y en Níger. Quizás por eso hasta ahora Estados Unidos y sus socios europeos sólo le han ofrecido timoratamente ayuda logística dado a que saben que lo que pretende es salvaguardar los intereses estratégicos de Areva, su conglomerado estatal, líder mundial en el sector de la energía nuclear.

Además, Malí es el tercer productor de oro de África y octavo del mundo y desde hace más de una década el oro, se ha convertido en su principal producto de exportación, cuyas explotaciones son controladas en gran parte por empresas francesas.

Malí y Níger son poseedores de una de las mayores reservas de uranio del mundo y la mayoría de aquellos yacimientos están en la zona de conflicto y en la región fronteriza de ambas naciones. En el territorio de Agadez al norte de Níger, en la frontera mali-nigeriana, la empresa Areva, a través de dos filiales, controlan la explotan de las minas de Uranio de Arlit y Akauta.

El temor que tiene el gobierno del presidente Hollande es que los franceses pierdan el control de las concesiones si los separatistas logran consolidar un nuevo Estado islámico en el norte. Igualmente tiene miedo sobre el efecto dominó que se podría desencadenar en Níger, tras un triunfo de los islamistas radicales y los Tuareg en Malí, dado a que los Tuareg en Níger, también luchan por su autonomía y en todas sus demandas exigen una mayor participación en las explotaciones de uranio.

Otro de los recelos que tienen los galos, al igual que Estados Unidos y otras potencias en occidente es que al consolidarse un Estado islámico fundamentalista, aquellas reservas de uranio queden bajo el control del régimen de Teherán. Eso explica hasta cierto punto el respaldo que le han dado la ONU y la OTAN a su intervención en Malí.

PERIODISTA

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