• 28/01/2013 01:00

Una penosa intromisión en Panamá

La visita del embajador de los Estados Unidos de Norteamérica en Panamá al Tribunal Electoral para conocer sobre los preparativos de las...

La visita del embajador de los Estados Unidos de Norteamérica en Panamá al Tribunal Electoral para conocer sobre los preparativos de las elecciones a realizarse en el 2014, debe ser observada con preocupación.

La pregunta que nos viene a la mente y que debe ser respondida es ¿por qué ningún otro embajador se ha dignado por realizar una visita a ese dependencia del Estado panameño, para demandar información sobre los comicios panameños planteados para el próximo año?

Es claro que el papel de un embajador debe ser de mucha prudencia para que las relaciones de país a país se den dentro de un clima de cordialidad, pero de sumo respeto entre las partes.

La exposición pública del embajador norteamericano, Jonathan Don Farrar, en los medios televisivos, deja claramente expresado que los Estados Unidos de Norteamérica sigue monitoreando los destinos de los países latinoamericanos.

La autoridad con que exclamó sus aparentes preocupaciones, deja expuesta la irreverencia con que consideran lo que para ellos es su patio trasero.

Es un absoluto irrespeto inquirir sobre actos que solamente deben importarle a los nacionales.

Habría que imaginar si embajador alguno asignado en los Estados Unidos de Norteamérica tuviera la osadía de indagar, intervenir y declarar públicamente sobre sus asuntos electorales.

Las elecciones constituyen un proceso que debe ser organizado, sustentado y desarrollado por los panameños y por nadie más. Corresponde a Panamá decidir su destino, sin dejar de considerar las relaciones armoniosas y respetuosas entre las partes.

El acto del embajador norteamericano, Jonathan Don Farrar, a mi juicio, entra en la categoría de intervención en los asuntos internos del país. Su actitud debe ser rechazada con vehemencia.

Los tiempos de la patria boba han sido superados con creces. Las luchas nacionalistas desarrolladas a lo largo del periodo republicano dan cuenta del interés por afianzar una razón nacional que consolidara a través del tiempo el ser nacional panameño. Nadie en este país puede desconocer la necesidad de los intercambios culturales, políticos, económicos y las integraciones a las políticas internacionales, organismos, bloques, ligas, etc. Nadie puede desconocer las orientaciones que en materia internacional defina el país para beneficio de sus asociados y de las instituciones nacionales.

En lo que sí debe tenerse absoluto cuidado, y allí está, es en el papel que deben jugar los gobiernos es salvaguardar su integridad y la del país, independientemente de los superpoderes que permanentemente han sojuzgados a los pueblos que sienten que subordinándolos van a seguir siendo parte de su lógica imperialista.

Los nacionalistas panameños deben elevar su palabra de protesta ante la intromisión en los asuntos internos de Panamá. La población debe estar presta a rechazar y a defender la integridad nacional y el gobierno debe mostrar con seriedad su preocupación por cualquier señal de ataque a sus políticas internas.

La actitud del embajador Jonathan Don Farrar fue insolente, por lo que conviene para el futuro seguir teniendo claridad en que Panamá es de los panameños, y que todo asunto debe ser tratado dentro del respeto y consideración.

DOCENTE UNIVERSITARIO.

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