• 26/03/2013 01:00

Normas básicas de cortesía en el manejo

A prendí a conducir automóviles en mi adolescencia en David. En la época existían relativamente pocos autos privados. Mis padres nunca t...

A prendí a conducir automóviles en mi adolescencia en David. En la época existían relativamente pocos autos privados. Mis padres nunca tuvieron auto propio. Adquirí mi primer auto propio al inicio de mi carrera profesional. Mis primeras lecciones de manejo las recibí de un pariente que era conductor de un camión. Luego adquirí práctica con la ayuda de amigos que tenían auto propio o acceso a los de sus padres. Era muy fácil circular en David. El núcleo central de la ciudad estaba muy bien trazado, con calles y avenidas pavimentadas y bien definidas. Existía una buena carretera a Boquete, que permitía fácil acceso y visitas frecuentes y para mí, buena práctica de manejo en carros de amigos. La gasolina costaba centavos. Eran tiempos que hoy pudiéramos llamar bucólicos. Éramos un país pequeño.

Recuerdo bien las normas de cortesía en el manejo que me inculcaron y que aún son válidas.

Como siempre, el tráfico de avenida tenía preferencia sobre el tráfico en las calles. Había que respetar los altos; recordemos, no existían semáforos, así que era una acción de disciplina individual. En una intersección o ‘boca-calle’, el acceso a la avenida tenía prioridad.

Los autos no contaban con luces direccionales. Había que aprenderse y aplicar señales manuales. El brazo izquierdo hacia arriba significaba giro a la derecha. El brazo izquierdo extendido significaba giro hacia la izquierda. El brazo izquierdo en ángulo hacia abajo indicaba intención de detener el auto. Se respetaban las señales y las intenciones de giro. Miren lo cómodo que es conducir un auto moderno.

Teníamos que mostrar decoro y buenas maneras y uso prudente del ‘pito’. No se podía manejar sin camisa, ni en camiseta. Recuerdo que uno de mis amigos fue multado por ‘manejar en franela’. Se respetaban los cruces peatonales dándoles preferencia. Respetábamos las normas, ya sea por disciplina personal o temor a las consecuencias por violaciones. Las normas se aplicaban y se multaban infracciones.

En algún momento en nuestro desarrollo nos olvidamos de las simples normas de cortesía en el manejo de los viejos tiempos. Miren cómo han cambiado las cosas.

El tráfico por avenidas continúa teniendo prioridad al tráfico por las calles, salvo señalización contraria. Gran parte del tráfico en las ciudades y grandes poblados es regulado por semáforos. Sin embargo, es notable el poco respeto a las señales de tráfico. En cualquier país disciplinado, el cambio hacia la luz amarilla (ámbar) anticipa cambio a luz roja y el conductor debe aminorar su marchar, pues va a tener que detenerse. Aquí sucede todo lo contrario. Para muchos la luz amarilla significa ‘métele el clavo al acelerador que viene la roja’. El comportamiento anterior da como resultado frecuente que las ‘boca-calles’ queden bloqueadas en sus cuatro sentidos, una de las causas más comunes de los tranques.

No es frecuente el uso de las luces direccionales. Quizás una de las razones es porque cuando indicas un determinado giro, los autos que se siguen se adelantan a tomarte el espacio, cuando la cortesía exige que se te conceda el paso.

Son solo dos simples ejemplos de los múltiples actos de descortesía y prácticas de mal manejo que mostramos los conductores de este país. Amén de la agresividad y lenguaje impropio y uso constante de la bocina que utilizamos, que hace lo que yo clasifico como una aventura manejar en nuestra ciudad. A propósito del uso de la bocina, pareciera que nuestros ‘taxeros’ no pueden manejar sin estar constantemente sonado ‘el pito’, lo hacen automáticamente al cambiar el semáforo a luz verde, no importa su lugar en la columna de autos, aún estando de primero en fila.

Admito que hemos crecido, hoy somos urbes y no tranquilos poblados. El acceso a propiedad de auto es casi universal. No obstante, las normas de buena conducta y cortesía en el manejo son válidas y su aplicación más necesaria con el aumento en las estructuras viales, aumento en número de vehículos y consecuente mayor flujo de tráfico.

Desgraciadamente, como he dicho anteriormente, en algún momento los panameños perdimos las nociones de buena conducta y cortesía en el manejo. Resolver esa situación y forzar mejor conducta en el manejo no va a ser fácil. Con solo observar los serios problemas que confrontamos todos estos días con los tranques y dificultades con el transporte público, tenemos que estar de acuerdo, que se requerirá un esfuerzo titánico.

BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.

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