• 02/08/2013 02:00

A combatir el femicidio en Panamá

La escalada de violencia en el país no se detiene y se manifiesta de muchas formas. Una de sus expresiones más violentas es el femicidio...

La escalada de violencia en el país no se detiene y se manifiesta de muchas formas. Una de sus expresiones más violentas es el femicidio. Prueba de ello es que en este año van 64 mujeres muertas y de ellas 46 son víctimas de este tipo de crimen. Internacionalmente, alrededor del 60% de los asesinatos de mujeres son perpetrados por sus maridos, cónyuges, novios o convivientes. Muy diferente es el caso de los crímenes a hombres efectuados por sus mujeres, que no supera el 5%.

El término ‘femicidio’ está relacionado con el de ‘generocidio’, utilizado por la escritora y filósofa estadounidense Mary Anne Warren en su obra ‘Generocidio: Las Implicaciones de la Selección Sexual’, referido a la matanza sistemática de los miembros de un determinado sexo.

Femicidio, según fuentes consultadas, empieza a utilizarse a consecuencia del brutal asesinato en 1960, de las tres hermanas Mirabal en República Dominicana, a manos de la dictadura imperante entonces en ese país.

Quien utilizó públicamente por primera vez el término femicidio fue Diana Russell de Sudáfrica, ante el Tribunal de Crímenes contra la Mujer, celebrado en Bruselas, Bélgica en 1976, al testificar sobre los mismos. En esta conferencia, inaugurada por Simone de Beauvoir, feminista y filósofa francesa, alrededor de 2000 mujeres de 40 países dieron su testimonio y refirieron las múltiples formas en que se manifiesta la violencia sobre las mujeres.

Hubo la necesidad de buscar una expresión con la que se pudiera categorizar la violencia, los abusos y muertes de mujeres en manos de hombres, y así llamar la atención sobre este tipo de hecho criminal. Se categoriza de acuerdo a la relación de la mujer asesinada (víctima) con el femicida (victimario) y permite identificar y comprender con mayor rigurosidad el fenómeno.

Existen tres categorías de este crimen: El Femicidio Íntimo, que comprende los asesinatos cometidos por hombres con quien la víctima tenía o tuvo una relación íntima, ya sea familiar, de convivencia, relación amorosa u otras afines. Este tipo de crimen es el más frecuente y como delito se categoriza como homicidio, parricidio e infanticidio.

Por otro lado existe el Femicidio no Íntimo, que corresponde a los asesinatos cometidos por hombres donde la víctima nunca tuvo alguna relación o vínculo con el femicida. Estos casos involucran generalmente ataques sexuales que incluyen la violación y los asesinatos sexuales y en serie, entre otros.

Finalmente, el Femicidio por Conexión, que se refiere a las mujeres asesinadas al defender a otra mujer siendo atacada por un hombre. Es el caso de mujeres y/o niñas que trataron de intervenir o fueron atrapadas en la acción del femicida.

Muchos de los casos ocurridos en Panamá, son debido a la violencia doméstica, donde la mayoría de las veces los victimarios tuvieron relaciones de pareja con las víctimas en algún momento de su vida, o al momento de perpetrarse el hecho. Esto nos lleva a cuestionarnos sobre los valores familiares y el grado de descomposición social que enfrenta nuestra sociedad como tal.

La violencia contra las mujeres es ‘cualquier acción, omisión o práctica discriminatoria basada en la pertenencia al sexo femenino, por una relación desigual de poder, en el ámbito público o privado, que ponga a las mujeres en desventaja con respecto a los hombres, les cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial, así como las amenazas de tales actos’. Las consecuencias de los hechos de violencia son variadas. Pueden ser graves o leves, pero siempre resultan traumáticas. No existe solo en el ámbito privado, en las relaciones de pareja. También la hay cuando se discrimina por sexo, en las esferas política, económica, social, civil y cultural.

No podemos ver los femicidios como hechos aislados. Se han convertido en un problema grave, que requiere de acciones preventivas y protectoras urgentes, debido a las serias consecuencias a nivel emocional, personal y del entorno familiar de la víctima en este tipo de hechos sangrientos. ¡Cuántas mujeres angustiosamente fallecieron con la boleta de protección en la mano, sin una intervención policial para defenderlas!

Vivimos en una sociedad patriarcal en gran medida, donde se le otorga al hombre ciertas ventajas en comparación a la mujer, donde muchas veces este desbalance de poder deriva en abuso por parte del hombre. Tradicionalmente se ha polarizado el rol del sexo masculino y femenino, supeditando a las mujeres al dominio del hombre en muchos temas y decisiones importantes que los afectan a ambos por igual.

Es importante la modificación de los patrones de conducta adquiridos culturalmente en nuestra sociedad, comenzando en el hogar, en la forma en que educamos a nuestros hijos, reforzando actitudes basadas en el respeto y la igualdad de derechos. El hombre violento no es un ‘enfermo’ y no hay ninguna patología que dé cuenta de la misma. La conducta violenta es intencional y consciente, con el propósito de hacer daño, en este caso a la mujer por el hecho de serlo.

Por ello, es importante la revalorización de la familia y de la armonía en el hogar; el respeto a la pareja, a los hijos y el mantener canales de comunicación abiertos. Si esto se pierde y gana la violencia, como sociedad no habremos avanzado. Cada mujer que muere violentamente, es un funesto indicador de que estamos retrocediendo, sumando violencia sobre violencia, en un ciclo que genera graves consecuencias a las estructuras sociales de nuestra nación.

ABOGADO.

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