• 02/11/2013 01:00

Una comparación interesante

Al llegar los villanos conquistadores a nuestro continente, se encontraron con comunidades organizadas, con sus ideologías y valores pro...

Al llegar los villanos conquistadores a nuestro continente, se encontraron con comunidades organizadas, con sus ideologías y valores propios muy diferentes a los europeos. Para ellos la conquista de tierras, bienes y personas era algo común y frecuente. El valor de los metales y piedras preciosas, era motivo de pelea, lucha y asesinatos todos los días.

Puedo imaginar la sorpresa mezclada con codicia, que saltaba a las mentes de los conquistadores de América, cuando se encontraron con esos seres (que para ellos no eran humanos) que lucían y engalanaban con adornos de oro, piedras preciosas y plumas.

Para los habitantes de estas tierras, los llegados eran seres supremos, incluso para algunos eran dioses venidos del cielo.

Vino el momento de comunicación, seguido por el intercambio de regalos: tesoros por espejos y chucherías. Eso no fue suficiente para los ‘descubridores’, estaba el interés de informar a la reina de España el hallazgo de inmensos territorios y de grandes cantidades de riquezas y masas de futuros esclavos, que también era un activo valioso para la Corona.

Volvamos un momento a nuestro tiempo. Gran parte de los políticos va a las comunidades y entrega sacos de cemento, jamones, bolsas de comida, hojas de zinc, etc. A cambio, la gente les da su voto para que sean elegidos a la Asamblea, alcaldías y otros puestos públicos.

Los políticos hacen megaproyectos y los fines escondidos son las comisiones por medio de los sobreprecios y la población se deslumbra con las obras, con los ’100 a los 70’, la beca universal, el salario más alto de los últimos tiempos. Y el pueblo está satisfecho, aunque nade en la basura, la deficiente atención médica, las interminables filas para tomar un bus en las afueras de la ciudad, las pocas horas de descanso y sueño nocturno de los trabajadores preocupados en llegar a tiempo a su trabajo en el centro de la ciudad.

Al igual que los pueblos originarios que daban su oro por baratijas y su condición de vida siguió empeorando hasta el día de hoy.

¿No es esta situación comparable con la de los siglos XV y XVI? Los pueblos originarios con sus tesoros no daban el mismo sentido al valor de los metales y piedras preciosas y veían ingenuamente con gran importancia, a los espejos y baratijas como un gran desprendimiento y señal de amistad de esos seres llegados desde el cielo.

Ahora la población de nuestro tiempo ve con gran atractivo los regalos y donaciones de los candidatos, que permite que algunos políticos lleguen a puestos públicos y, desde ellos, acceden a jugosas comisiones, posibilidades de riquezas ilícitas.

El pueblo da su voto, que es su oro, por baratijas y cada día desmejora su calidad de vida, igual que los pueblos indígenas que no le daban el valor a los metales, pero ahora nuestra población regala su tesoro a sabiendas de que va a convertir a un delincuente en diputado, representante alcalde o presidente.

En el pasado la riqueza era para los europeos y sus reyes, ahora las riquezas son para los políticos deshonestos, los conquistadores-villanos actuales. Y los pueblos siguen sumidos en la ignorancia de lo que acontece con el juego de ’toma y daca’, al igual que nuestra población originaria.

¡Despierta pueblo! ¡No vuelvas a decir que todos los gobiernos roban y este es el único que te ha dado! No te conformes con migajas, te mereces una vida mejor.

El poder está en el pueblo, no en las baratijas que nos intercambian. Nuestro voto es lo único que puede propiciar la elección de políticos probos, honestos, transparentes, con principios éticos y morales, que gobiernen para servirnos y no para servirse del Estado, por consiguiente, de nosotros.

Todo lo que el pueblo necesita y quiera lo puede lograr a través de la unión y la fuerza moral de sus convicciones. Solo hace falta que valoremos nuestras piedras preciosas y nuestro oro, y no pongamos la mirada en los espejitos. Es pan para hoy, hambre para mañana.

ESPECIALISTA EN FINANZAS PÚBLICAS Y HUMANISTA.

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