• 20/11/2013 01:00

Guzmán, entre riquezas y migajas

Una madre amamanta a su niño que yace acurrucado en su regazo, este tiene apenas un mes de nacido; ella tiene muchos sueños con él, es s...

Una madre amamanta a su niño que yace acurrucado en su regazo, este tiene apenas un mes de nacido; ella tiene muchos sueños con él, es su primer bebé; desea que sea un hombre de bien, estudie y se convierta en un profesional en un futuro que parece distante, pero posible. El padre del niño, un hombre del campo, que, a pesar de su edad, es ya un consumado tumbador de montes, curtido por el sol y las carencias de la vida, cultiva la tierra; tiene sembrados arroz, frijoles y maíz.

Esta vida es dura, pero es la vida que le enseñaron a vivir y la única que ha vivido; en la radio escucha sobre los problemas en la capital, sin embargo, todavía no la conoce ni entiende todo lo que pasa en ella. La joven mujer y ahora madre, con la que comparte su vida, es también una diligente y hacendosa ama de casa; entregada a las labores del hogar, prepara los alimentos en el fogón, lava, limpia la casa, pero también conoce de la siembra de arroz, ‘servar’ los cultivos, las mareas de siembras y cosechas; herencia materna que, transmitida generacionalmente, la entrenó y le enseñó a dominar las tareas fundamentales del hogar como la posibilidad para llegar a ser una buena mujer, que aseguraría la confianza y fidelidad de su hombre.

Historia centenaria escrita con sangre, sudor y lágrimas en los caminos, senderos, trochas y parajes de nuestra campiña, pero también en la mente y los corazones de sus protagonistas, cuyas esperanzas, aunque vivas en el presente, parecen extinguirse debatiéndose entre las promesas políticas, la dura realidad y la pobreza por la que atraviesan.

En las comunidades del corregimiento de Guzmán, provincia de Coclé, sus habitantes sienten, con la cantidad de alborotos de la política actual que arde con sus dimes y diretes, que para ellos esos problemas y escándalos de millones de dólares son poca cosa, comparadas con las necesidades y la realidad socioeconómica que tienen en sus lugares (además de apartarse de su atención y posible solución).

Según el Censo de Población y Vivienda del año 2010, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censo, este corregimiento tiene 943 habitantes; y si hablamos de economía creciente, progreso y la correcta distribución de las riquezas (como los mil millones que, según el Gobierno Nacional, van directamente al bolsillo de cada panameño) no se aplica en nuestros pueblos.

No es difícil dar con el origen de la forma de pensar de nuestros campesinos y tampoco sustentar las afirmaciones precedentes. Tomemos como ejemplo, los proyectos industriales y comerciales que se desarrollan dentro de nuestro corregimiento versus los proyectos y beneficios que reciben las comunidades y, de paso algunos representantes del Gobierno Nacional.

Tal es el caso de una cantera privada, que ha dado miles de metros cúbicos de material selecto y otros similares para proyectos carreteros de muchos otros lugares, lo que ha generado millones de dólares para sus ejecutores; sin embargo, nuestras comunidades siguen en las mismas condiciones físicas: caminos de tierra y lodo, de difícil acceso y sin siquiera una capa de tosca.

Otro ejemplo, es el caso que vivimos con la puesta en operación de la Central Hidroeléctrica El Fraile, que a la fecha tiene dos años generando electricidad para el país, pero irónicamente, el Proyecto de Electrificación de El Otoal, comunidad por donde pasa el proyecto, con un valor de B/.541,470.00 (B/.334,280.00 en Infraestructura OER y B/.207,190.00 en Subsidio, con un beneficio para 52 viviendas y un recorrido de 5.6 kilómetros), todavía está en manos de la Oficina de Electrificación Rural.

Al respecto se han hecho consultas y las personas encargadas evaden dar una respuesta concreta sobre el tema, mientras los habitantes de estas comunidades tenemos que seguir oyendo el discurso demagógico de la clase política y gobernante, esperar que los trámites burocráticos sigan su curso y nuestras esperanzas duerman el sueño de los justos.

¿Con qué autoridad moral pueden los políticos actuales prometernos ahora: cortes de caminos y soluciones, bolsas de comida de Navidad (retenidas desde la Navidad pasada); si durante su período no han ejecutado en nuestros campos proyectos de interés social y beneficio general, que hayan impactado o cambiado para bien nuestras condiciones de vida; y, mucho menos, dejado huellas de progreso real en nuestros pueblos?

MORADOR DE LA COMUNIDAD.

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