• 22/01/2014 01:00

Claroscuros a principios de año

Por tradición los habitantes de este planeta iniciamos cada año con renovadas esperanzas de un futuro mejor. ‘Este año será mejor que el...

Por tradición los habitantes de este planeta iniciamos cada año con renovadas esperanzas de un futuro mejor. ‘Este año será mejor que el que termina’, es lo que deseamos al despedir al viejo y, para reafirmar nuestro deseo, cumplimos toda suerte de ceremonias artificiosas para llamar a la buena fortuna: doce uvas, carreras a la calle con maletas repletas, vestimenta amarilla, y tantas otras cosas inventadas. Somos optimistas independientemente del calendario que nos rija por religión o tradición. Pero no todo resulta color de rosas y pronto aparecen grietas.

El año se inició con buenas noticias y buenos augurios. Después de tantas promesas, parece que vamos a disfrutar del Metro; es un triunfo para este gobierno, sin dudas, aunque hay cabos sueltos: costo del pasaje, rutas alimentadoras, seguridad interna.

La rehabilitación de la red vial urbana puede traernos buenas noticias, pero no la completa felicidad, como se ha venido prometiendo. Temo que en muchos casos los nuevos viaductos y puentes lo único que lograrán será llevarnos más rápidamente al siguiente tranque y pienso en dos casos: la llamada vía rápida norte-sur, desde la vía Cincuentenario al sur hasta la Ricardo J. Alfaro al norte, se frustrará con un embotellamiento en su cruce con vía España, donde encontrará un semáforo; y el paso subterráneo de calle 50 y vía Brasil aliviará el congestionamiento en ese punto pero nos llevará rápidamente a los cuatro semáforos —¿inteligentes?— más adelante en calle 50.

Se ha hecho el esfuerzo, debemos reconocerlo, pero queda muchísimo por hacer. Queda el desorden, ansiedad y costo social causados por la implementación incompleta y mal planificada del Metrobús, que para muchos ha sido un remedio —hasta ahora— peor que la enfermedad. Falta concluir muchas otras obras físicas prometidas, como la cadena de frío, el saneamiento de la bahía, hospitales y centros de salud; ojalá se culminen con pulcritud y eficiencia, sin sacrificar calidad por el apuro de cortar cintas antes del final de junio.

No entiendo por qué los gobernantes sienten obsesión por ver sus nombres en las placas de bronce que se develan en las pomposas inauguraciones y que luego se olvidan. ¿Piensan que serán inmortalizados? Creo que se equivocan: no son ellos quienes se perpetuarán en la memoria y corazón de quienes, en cambio, aprecian obras intangibles de gobernantes estadistas preocupados por construir una gran nación fortalecida por instituciones democráticas.

Y son muchas las grietas que ya han aparecido en el panorama nacional. El inaudito desafío de GUPC a la ACP, la reaparición del dengue y de la brucelosis bovina, la incontrolable delincuencia y el feminicidio, las filas para obtener pasaportes, el aumento inmediato de precios que se traga el salario mínimo decretado, el descomunal silencio ruidoso del Fiscal Electoral, los regalos del PAN con nuestra plata, el impuesto a la renta mundial, el ukase que ordenó la destrucción de una propiedad todavía privada —no importa a quién pueda pertenecer—, los nubarrones que amenazan malograr una contienda electoral, que debería ser ejemplo para toda América y orgullo para todos los panameños que profesamos apego a los principios democráticos de vida y de gobierno.

Ante esas grietas, un brillo y una fresca brisa nos hizo sentir bien: ‘Pintemos los 100 Años del Canal’, que congregó a miles de jóvenes pintores en una actividad tan bonita. Gracias a Olga Sinclair por una iniciativa admirable que nos llena de emoción. El edificante empeño de esos noveles artistas debe servirnos de ejemplo a los mayores y convertirse en acicate para que el próximo gobierno respalde sin titubeos esfuerzos como este.

EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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