Doris Tócamo: en un mundo oscuro y silente

Doris Tócamo llegó a la oficina de Joyce Palacios, trabajadora social del Hogar San José de Malambo, de la mano de Rufina Ortega, la tra...

Doris Tócamo llegó a la oficina de Joyce Palacios, trabajadora social del Hogar San José de Malambo, de la mano de Rufina Ortega, la trabajadora social que se encarga de su cuidado. Durante el tiempo que duró la entrevista, Doris permaneció sentada casi sin moverse. Eventualmente emitía uno que otro sonido, pero no más.

OSCURO Y EN SILENCIO

Y es que Doris Tócamo se encuentra en un aislamiento casi total del mundo que la rodea, pues es sordociega. De no ser por su tacto, principalmente, su olfato y su sentido del gusto, ella no sabría qué pasa a su alrededor. Cosas que damos por sentado, como el sonido de una voz o el cielo teñido de colores durante un atardecer son conceptos totalmente abstractos y desconocidos para ella. Más grave aún: el poder expresar lo que piensa, el intercambiar con otra persona a través de una conversación o comunicar el sentimiento más básico son algo prácticamente imposible.

–Los sordociegos mantienen conversaciones fluidas– comenta Laura Araba, docente del Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE), y quien conoce a Doris desde que tiene tiene años. Araba comenta que como ella conoce el lenguaje de signos que utilizan los sordociegos, fue ella quien se lo enseñó a Doris, pueden dialogar de manera amena.

Sin embargo, son pocos los que por lo menos conocen las señas con las que se comunican los sordociegos, ya ni pensar sobre dominarlo. Por ejemplo, Rufina Ortega, la trabajadora social que atiende a Tócamo, acepta que ‘una conversación fluida, como la que tienen dos personas, para mí es difícil, pues no soy intérprete. Simplemente sé señas básicas’.

LA FALTA DE COMUNICACIÓN

Ortega llegó a Malambo hace 13 años, casi al mismo tiempo que lo hizo Doris. Rufina es trabajadora social de profesión, por lo que en un comienzo, ‘yo no sabía nada, absolutamente nada, de educación especial’. Para poder comunicarse y cuidar mejor de Doris, cuenta que empezó a aprender de manera autodidacta: ‘aprendí con mis propios medios. Todos los días llevaba a Doris a sus clases en el IPHE. Ahí, yo aprendía de todo lo que veía y preguntaba cuanto podía. Luego, tomé un diplomado en la Universidad Especializada de las Américas (UDELAS) en interpretación de signos. Con eso es que me he ido durante este tiempo, aunque me gustaría aprender más’.

Lo poco o lo mucho que Ortega conozca sobre el lenguaje de signos, la trabajadora social se lo ha enseñado a las compañeras de casa de la sordociega: ‘Las amigas de Doris saben preguntarle si quiere ir al baño, o decirle que la comida ya está servida, si está caliente, entre otras cosas’, cuenta Joyce Palacio, quien agrega que si las otras niñas manejan el código de los sordociegos, es porque ellas decidieron aprender por voluntad propia: ‘Cuando las niñas llegan ven que Doris no ve ni oye y, sin que nadie se lo pida, ellas se solidarizan con Doris’.

Por ejemplo, menciona Palacio, ‘ hay una señora de 50 años que vive aquí, Maritza Atencio, que tiene el coeficiente de un niño de tres años, que nunca va a comer si no le hace la seña a Doris de que se va a mover. Inclusive, muchas veces la lleva a la mesa o le hace la señal para que vaya al baño. Y si no es Maritza, las otras niñas, hasta las más pequeñas están pendientes con Doris. Hay veces en que ellas nos dicen: ‘Doris no ha comido’ o ‘Doris se orinó’.

LA NECESIDAD DE TERAPIA

El impacto que tuvo la terapia en la vida de Doris, comenta Joyce Palacio, ha sido muy fuerte. ‘Ella tiene la capacidad de aprender, nosotros somos quienes no sabemos cómo enseñarle ni cómo comunicarnos con ella’, menciona Palacio.

Las dos trabajadoras sociales recuerdan que cuando Tócamo llegó a Malambo, su capacidad para desenvolverse era muy limitada: ‘Hoy es una niña educada; pero no siempre fue así. Cuando llegó, no caminaba. No porque no pudiera, sino porque —sospechamos— pasaba la mayoría del tiempo sentada. Antes usaba pañales, no comía sola y no podía vestirse’. Hoy, luego de la terapia, Doris puede ir al baño y no necesita ayuda para alimentarse ni para ponerse la ropa.

Cuenta Joyce que si bien Ortega atiende a Doris, también debe cuidar de varias muchachas más, para ella lo ideal sería que Tócamo recibiera atención permanente: ‘Necesitamos un personal entrenado que se encargue especialmente de ella, para que pueda aprender más y más rápido. Aún necesita de mucha educación, requiere adquirir muchas capacidades necesarias para su vida’.

Es justamente por la falta de una persona que se encargue totalmente de Doris, que ella lleva dos años sin acudir a las terapias. Empero, tanto Malambo como el IPHE, por iniciativa de Laura Araba, están gestionando para que Tócamo pueda recibir sus terapias en La Chorrera y se le consiga un transporte que la lleve y la traiga de vuelta al Hogar.

–Doris tiene toda la capacidad de seguir aprendiendo– menciona Joyce Palacios–. El problema es que nosotros, como institución, tenemos limitaciones– confiesa la trabajadora social.

Comenta Araba que, para ella, Doris es un caso especial con el que siente un compromiso mayor al que ya tiene con sus otros alumnos: ‘Con respecto a Doris, siento que por ella se puede hacer mucho más para darle calidad de vida. Doris tiene tanta capacidad, y necesita que ésta se explote’. Araba confiesa que entre sus planes está abrir una clínica privada y su intención es que Tócamo pudiera permanecer todo el día ahí para recibir terapia y solo pasara las noches en Malambo.

UN PASADO INCIERTO

–En los 13 años que Doris lleva aquí, nunca ha venido alguien que diga ser su familia– menciona Joyce Palacios–. Sin embargo, hace unos años apareció una señora que vivía por esta área (Arraiján, donde está el Hogar San José de Malambo), que tenía el mismo nombre de Doris. Luego se descubrió que no guardaban relación alguna– aclara Palacio.

La cédula de Doris indica que su provincia de nacimiento es Colón; empero, al parecer, es darienita. En Malambo no pueden confirmar este dato, pero cuenta Laura Araba que, hasta donde ella sabe, a Doris la abandonaron en un Centro de Salud en Darién al poco tiempo de nacida.

–Nunca se le han hecho estudios profundos– menciona Araba, cuando habla sobre el detonante de la sordoceguera de Doris–; pero creo, es solo una teoría, que Doris tuvo rubeola, lo que le causó la discapacidad. Y es que– analiza la educadora especial– ella no tiene ningún signo de haber sido un bebé prematuro.

EN EL LIMBO

–Sor Lourdes siempre me ha confirmado que Doris se va a quedar aquí– destaca Joyce Palacios–. Pero Malambo no es eterno. Uno no sabe qué puede pasar en el futuro.

Y es que Doris, al ya no ser menor de edad y tampoco ser una anciana, se encuentra en un vacío legal, comenta Palacios: ‘Nos gustaría que tuviera una familia, es su derecho; pero, por la edad que tiene, ya no opta por la adopción’.

En teoría, Malambo ya no puede atenderla, así como en su momento ya no lo pudo hacer el Hogar de la Cruz Roja. El problema, resalta Palacios, es que ‘no hay ningún albergue que cumpla con el perfil para atenderla. Y sería injusto que se le entregue a cualquiera’.

En los 10 años en los que Doris era viable para adopción, nunca nadie mostró interés por adoptar a Doris, comenta Joyce Palacios. Cuenta Rufina Ortega que ni siquiera hubo alguien que quisiera apadrinarla y llevarla a su casa para compartir la Navidad, como hacen con muchos otros niños, que pasan esas fechas en alguna casa de familia. ‘¿Quién lo iba a hacer?, se pregunta ortega, quien añade: ‘La gente no se atreve a pasar un rato con ella, tan siquiera sacarla a pasear un día, porque no saben comunicarse, les da miedo que ocurra algo con ella si la tuvieran a su cuidado, es natural’.

Ortega añade que, al ver que Doris pasaba Navidad en Malambo comenzó a llevarla a su casa para esas fechas: ‘Ella pasa el 24 y 25 de diciembre en mi casa, con mis hijos y familia. Y nos va de lo más bien, es como si fuera uno más de nosotros y todos la quieren’.

Palacios y Ortega comentan que ese miedo se debe en gran parte por la falta de sensibilidad y conocimiento de la gente, la cual no sabe que es tan siquiera la sordoceguera. ‘Muchas veces la llevamos al mall a comer con las otras niñas, y se le quedan viendo como si fuera un bicho raro, no comprenden su situación ni en qué consiste su discapacidad’, menciona una de las trabajadoras sociales.

Termina la entrevista y Doris siguió ahí, sentada. Nunca supo que Palacios y Ortega estuvieron hablando solamente de ella, de su vida, sus problemas y su futuro. Dijo Ortega durante la entrevista: ‘Ella sabe que no está en su casa, sabe que fue llevada a otro lado, pero no sabe a dónde’.

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