En Cúcuta, principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, la tensión por el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del mar Caribe parece...
- 03/07/2011 02:00
SÓLO. él sabe cómo alimentó ese odio hacia las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Seguramente fue la certeza íntima de que su padre, Alberto Uribe Sierra, fue muerto por la guerrilla en su hacienda Guacharacas, por sus actividades contrainsurgentes. También pudo haber sido el miedo que la organización guerrillera impone en su país desde hace cuatro décadas, o su disposición natural a dominar las situaciones y ganarlas todas, que lo impulsaron a acabar con algo que nadie pudo controlar.
Lo que sí sabemos es que la rabia fue el impulso para que Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia, ordenara al Ejército intensificar las acciones contra las FARC, aliarse a fuego con Estados Unidos, digitar operaciones clandestinas en Venezuela y otras tantas que provocaron el alerta del Comité de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas por ‘la persistencia de ejecuciones extrajudiciales’.
No sorprendió. El hombre iba por todo cuando llegó al poder con mayoría absoluta en 2002, en el momento en que el país reclamaba paz. ‘Por todo’ empezó con una Política de Seguridad Democrática, para recuperar el control del territorio. Siguió con la reelección en 2006, gracias a una polémica enmienda a la Constitución; con el escándalo de la ‘parapolítica’, por el que decenas de congresistas de su partido fueron encarcelados por vínculos con paramilitares; otro más del espionaje del DAS y, finalmente, la hazaña de poner a su candidato y ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, como su sucesor.
Él siguió a paso firme. Sabía lo que quería y estaba acostumbrado a convivir con sospechas desde que nació, el 4 de julio de 1952, en una familia de la gran burguesía terrateniente antioqueña vinculada al negocio del narcotráfico. Un terreno en el que él también, según cuenta Fabio Castillo en ‘Los Jinetes de la Cocaína’, supo moverse bien: ‘Uribe le otorgó licencia a muchos de los pilotos de los narcos cuando fue director de la Agencia de Aeronáutica Civil de Colombia (1980-1982)’. Álvaro trepó en su carrera política al mismo tiempo en que el Cartel de su ciudad, Medellín, acaparaba el negocio.
Qué importa lo que digan. Él tuvo sus fotos para mostrar al mundo el éxito de su gestión en esa batalla. La más recordada será la del rescate de la ex candidata Ingrid Betancourt, junto a 14 secuestrados más, el 2 de julio de 2008, después de seis años de cautiverio. La última, en noviembre de 2010, la obsesión que lo unió a Santos: el asesinato del Mono Jojoy, el último cabecilla vivo de las FARC.