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- 20/03/2015 01:00
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Después de un año de espera, esta semana se estrena en forma simultánea en todo el mundo Insurgente , la segunda parte de Divergente , la saga adolescente que colocó a Shailene Woodley en el papel protagónico para demostrar que la verdadera esperanza de la sociedad está en los ‘distintos’. Es decir, en los divergentes.
Tris, la joven interpretada por Woodley, aprendió de lo sucedido y sabe mejor que nunca cuál es su rol en la Chicago post apocalíptica en la que le tocó vivir, organizada como una sociedad rígida y dividida en cinco facciones según la personalidad: Verdad (para los sinceros), Erudición (para los inteligentes), Cordialidad (para los pacíficos), Osadía (para los valientes) y Abnegación (para los altruistas).
El problema, como ya sabemos desde la entrega anterior, es que Tris nunca encajó muy bien en ninguna de esas facciones. Y si bien en un comienzo pasó a ser parte de Osadía, gracias a que la gente que la rodeó supo guardar su secreto, con el tiempo la verdad fue revelada y se conoció que es una divergente.
Eso la convirtió en forma instantánea en una amenaza para este régimen perfectamente pensado que se basa en la premisa de que aquellos que no pertenecen a ninguna facción, son potenciales destructores de la supuesta paz en la que viven. Al igual que sucedió con Katniss Everdeen en Los juegos del hambre , no encajar o no estar de acuerdo con las divisiones impuestas por el poder, marca el comienzo del conflicto.
Robert Schwentke, por su parte, realizador de Red y Más allá del tiempo, hace un buen trabajo como director. Pero la historia no está a la altura de lo que vemos en pantalla. No sólo porque parece no avanzar, sino –y fundamentalmente- porque muchos de los giros narrativos parecieran llegar de forma arbitraria y sin justificación; y, cuando eso pasa, que es con demasiada frecuencia, la trama se hace poco creíble y empieza a desmoronarse.
A tal punto suceden este tipo de situaciones que el espectador por momentos se cuestiona más de lo que debería; y eso hace que todavía resulte más obvio lo parecido de muchos de esos giros y situaciones con otras sagas adolescentes. En especial con Los juegos del hambre .
UNA CUESTIÓN ADOLESCENTE
La saga Divergente está basada en los tres libros de Veronica Roth, una escritora a la que con razón los medios suelen comparar con Stephenie Meyer (autora de Crepúsculo ) y Suzanne Collins (de Los juegos del hambre ). A diferencia de ellas, sin embargo, para bien o para mal, Roth no sólo escribe para adolescentes, sino que ella misma era prácticamente una cuando escribió el primer libro de la serie.
No hace falta hacer demasiadas cuentas. Roth nació con el modelo de sagas adolescentes ya instalado. Tenía menos de 10 años cuando salió el primer tomo de Harry Potter, alrededor de 17 cuando comenzó la saga Crepúsculo y todavía no había llegado a los 20 cuando Los Juegos del hambre se convirtió en la nueva moda literaria para púberes.
No es casual que para los tres libros de su trilogía se hayan elegido tapas con un logo muy similar al de Los Juegos del Hambre ni tampoco que ella admire la trilogía de Collins. La relación es tan obvia que nadie podría haber querido ocultarla.
Por supuesto que eso no sería un problema si los elementos de ambas historias no tuviesen tantos puntos en común. Las dos parten de un mundo post apocalíptico que se organiza en facciones (o distritos) para mantener la paz, las dos tienen regímenes gobernantes con reglas estrictas, en ambas hay adolescentes rebeldes que intentan cambiar el mundo porque no encajan en él, y también las dos tienen un mensaje para todos aquellos púberes que se sienten distintos y creen que no encajan en la sociedad en la que viven.