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- 28/08/2011 02:00
PANAMÁ. La noticia empezó a regarse por Facebook. Allí leímos que La Tablita, en Transístmica iba a cerrar.
Los comentarios no se hicieron esperar. ‘Mi papá me llevaba allí, lavábamos el carro y comíamos choripan’.
‘¿Cerrar? Voy a comerme el último churrasco’.
En lo personal, recuerdo desde niña el delicioso olor a carne asada que manaba desde sus parrillas llenaba varias cuadras, a pesar de la brisa y el Co2. Al día de hoy, eso no ha cambiado, como tampoco lo han hecho otros detalles del local que abrió sus puertas hace más de 50 años y que ha sido manejado por la sociedad Pino & Cooban desde 1963.
Lo que fue en ese momento una nueva tendencia marcó el éxito en locales similares, algunos de ellos, de los mismos propietarios con otras sociedades: El Piscolabis, que más adelante pasó a ser el Carbón Rojo y La Parrillita en la ave. 11 de octubre (en aquellos momentos). En la actualidad, el concepto se mantiene, ya sea con más o menos toques de modernidad, pero con el recurrente menú a la parrilla y mobiliario sencillo al aire libre. Entonces, si es tan exitoso, ¿por qué cierra?
‘Negocios son negocios, nos ofrecieron una buena oferta por la tierra y esto aunado al incierto futuro que nos representan los trabajos del metro... pensamos que es una decisión oportuna’, dice Alexander Cooban, uno de los socios.
Pero a pesar de sus firmes palabras, hay un dejo de nostalgia en Cooban.
Él mismo creció rondando por el rancho, que en un inicio era de paja y que más adelante, sobre todo pro razones de seguridad, se cambió a tejas.
‘Es un lugar familiar por excelencia. Cuando se fundó venía la gente contemporánea con los dueños (su socio Rdrigo ‘Chicho’ Pino y y su padre, Enrique ‘Cuchín’ Cooban Fábrega. Ahora además de ellos, vienen sus hijos y nietos’, afirma.
Alexander Cooban entró a la sociedad con el fallecimiento de su padre en 1993, por eso, puede decir sin lugar a dudas, que las razones por las que sigue llegando la clientela son las mismas que hace 48 años: ‘un lugar abierto, muy sencillo que se caracterizó por el trato, su buen servicio, y por lo que servía’, asegura Cooban.
El menú se caracterizó por ser bien compacto, pocos platos como el churrasco, el choripan, el pollo ahumado a la leña, el ceviche de corvina y los mediodías el sancocho o el guacho de mariscos de los viernes. En cuanto al servicio, el mismo personal se ha mantenido por lo menos los ultimos 30 años, conocen a la clientela y la llaman por su nombre.
‘Es un lugar muy sano, aunque se vende licor desde horas muy tempranas nunca se han dado trifulcas, la excusa para venir era limpiar los zapatos, comprar lotería, y varios se la ganaron aquí, y lavar el carro’. Probablemente los mayores conflictos que se manejaron fueron la música que se escucharía o el canal de televisión que se mantendría pues al todos sentirse como en casa, querían mantener su posición.
‘Aquí han venido desde el Presidente de la República hasta el obrero de la construcción, se han cerrado negocios y forjado romances’, dice Cooban.
Se cierra un ciclo, pero queda también una puerta abierta pues lo que se vende es el terreno, no la marca, peor eso es algo que ‘hay que pensar con calma’.