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- 26/05/2013 02:00
Después de varios años desde que publicó su última novela, Ella, que todo lo tuvo -que fue ganadora del Premio Planeta-Casa de Américas en 2009- la escritora colombiana Ángela Becerra lanzó en abril, justo para la Diada de Sant Jordi, una entretenida novela titulada Memorias de un sinvergüenza de siete suelas. Con una espléndida portada, que ilustra un pavo real sobre un fondo dorado, que traduce lujo y picardía. La obra se lee con mucha alegría y curiosidad y confirma lo que en sus libros anteriores nos cautivó: que es una narradora recursiva y utiliza el erotismo con maestría.
CALEÑA EN CATALUÑA
Ángela Becerra es colombiana, de Cali, tiene 56 años, y dejó una exitosa carrera como publicista para entregarse a la escritura. Se radicó en Barcelona, con sus misterios y recovecos para recrear sus historias. A ella le debemos también Lo que le falta al tiempo, en 2007, El penúltimo sueño, en 2005, De los amores negados, 2004 y Alma Abierta, 2001 que, a diferencia de los otros libros, es un poemario que aborda temas sobre los conflictos humanos en la madurez.
Desde su primera novela ha sido acogida con mucho entusiasmo por los lectores tanto de España como de Latinoamérica, y este libro estaba entre los más vendidos las semanas inmediatas después de su lanzamiento. Durante su jornada de firmas el pasado Día del libro se desató un frenesí en las filas que hacían los lectores, y apenas pasó esa fecha se fue a presentarlo a Bogotá.
Sus tres novelas anteriores han ganado el Latino Literary Award y Ella, que todo lo tuvo, el Premio Planeta Casa de América en 2009. El penúltimo sueño ganó también el Premio Azorín.
LA MUERTE DE UN SEDUCTOR
Recreada en Sevilla, dentro del glamour y la fanfarria en la que viviría un casanova que se ha hecho a sí mismo, a punta de golpes de suerte y de braguetas, la novela relata el sepelio de Francisco Valiente, todo un sinvergüenza que cría pavo reales por cada mujer con la que tiene amoríos.
Es también una historia de venganza, en la que Valiente y su mujer sucumben en un sutil juego de maldades insospechadas, de insinuaciones veladas, al mejor estilo aristocrático. Será un sepelio muy concurrido, en el que harán acto de presencia desde la torera que el difunto ayudó hasta sus enemigos y rivales amorosos, personalidades sociales y políticas, sin dejar de lado sus ex amantes y por supuesto, su gran amor frustrado.
Es una obra coral, narrada a varias voces, incluyendo la del mismo muerto, que tal parece que está viendo todo el desarrollo del funeral. El narrador hace gala de una rica descripción de paisajes e interiores, contando cómo se hizo a sí mismo y también cómo deshizo a otros, en los negocios y en el amor.
Este libro reitera a la autora con el estilo que la ha consagrado, llamado ‘idealismo mágico’ y -a diferencia de las otras, cargadas de la bruma y el misterio que rodean a Barcelona- es un divertido relato sobre situaciones amorosas, la fidelidad y sobre todo, las trampas del corazón.
El habilidoso manejo del erotismo y la sensualidad se unen a las descripciones más picarescas de las escenas que recrea, algo que siempre ha sido parte de su lenguaje literario y que logra con gran maestría.
PERFIL DE UN MUJERIEGO
En una entrevista que concedió recientemente, Becerra confirmó que su personaje lo inspiraron un par de hombres que ha conocido en su vida. Fueron vivencias que la motivaron a juntar en una historia las características en común que tienen esos individuos que seguramente todas las mujeres hemos conocido.
Es un canto de venganza y a la vez, una recreación de las más inverosímiles situaciones de hasta dónde puede llegar un sujeto con este prototipo, ‘ya sea un seductor, un tramposo, un erudito que va robando... Uní esos dos personajes y dieron como resultado un perfil muy interesante. Y además, coindice que en estos últimos años se han destapado todas estas sinvergüencerías políticas, que me ayudaron a darle otra pátina al libro...’.
La novela de Becerra es una magnífica invitación para encontrar cuál o cuáles de las características identifican a los sinvergüenzas que han pasado —y veces hasta se han quedado— en nuestras vidas.