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- 10/07/2011 02:00
En la guerra, como en el amor, todo vale: la cuota del apartamento, las tarjetas de crédito, el colegio de los niños, los servicios públicos. Y muchas veces las parejas tienen conflictos serios sobre cómo asumir estos gastos, porque casi nunca se detienen a discutirlo en serio. ¿Tener cuentas separadas? ¿Quién paga qué? ¿Mejor ahorrar? ¿Cuáles son las prioridades financieras? Estas y otras preguntas que nunca se ponen sobre la mesa salen a la superficie en forma de frustraciones, reclamos y resentimientos en la relación, cuando las parejas no tienen un sentido de empresa en el matrimonio y cada uno gasta por su cuenta.
Por eso, no es raro que los psicólogos digan que el dinero no lo es todo en el matrimonio, pero cuando causa conflictos, lo puede acabar. ‘El manejo del dinero y la familia política son hoy los dos grandes conflictos que generan rupturas’, señala Álvaro Sierra, consejero matrimonial y autor del libro Pero si nos queríamos tanto.
INFIDELIDAD FINANCIERA
Un estudio hecho por la firma Patrimonio Consulting Services corrobora esta visión. El trabajo encontró cuatro trampas en el manejo del dinero en las que caen con mucha frecuencia las parejas. La primera y más frecuente trampa es la infidelidad financiera, en la que alguno piensa que esconder dinero de su pareja es una ganancia. Ocultar cuentas o dinero en efectivo, o no reportar una deuda o una compra importante hacen parte de esta categoría. ‘Es la causa de rompimiento número uno, -señala Bonnie Eaker Weil, psicoterapeuta y autora del libro Financial Infidelity- porque es sutil y nadie cree que está haciendo algo realmente malo al asumir ese tipo de comportamiento’.
En este error también incurren quienes no revelan su sueldo a su cónyuge ni dejan que sus cuentas lleguen a la casa por temor al escrutinio. El estudio de Patrimonio Counsulting también revela que en este error caen tanto hombres como mujeres, y lo hacen por miedo a que sus parejas critiquen sus gastos o por desconfianza de la manera como el otro maneja la plata. Esto los lleva a hacer ahorros a escondidas para tener un territorio asegurado en caso de que las cosas vayan mal o a hacer inversiones sin contar con el voto del otro porque no creen que su opinión sea calificada. A veces lo hacen por simple egoísmo.
MATRIMONIO, CORP.
Según el informe de Patrimonio, esto es perjudicial porque el matrimonio debe ser visto como una empresa, y para que prospere, su junta directiva, en este caso, la pareja, debe tener una visión conjunta y debe llegar a consensos, para lo cual un panorama financiero exacto es crucial. "Estos dos socios no pueden funcionar como ruedas sueltas", señalan los autores del trabajo. Además, cuando se esconde el dinero se atenta contra la confianza del otro, porque es una forma de mentir que puede ocasionar incluso infidelidad sexual. De la mano de esta situación está la segunda trampa: creer que el que gana más o el que sostiene con su sueldo el hogar tiene el control de las decisiones familiares.
Segun Jeff Opdyke, autor del libro Love and Money, muchos saben que el dinero no es sinónimo de poder, pero paradójicamente en la vida diaria, maridos y esposas asumen tácitamente que quien trae el pan a la mesa merece ciertos privilegios. ‘Tengo libertad de comprar lo que quiera, es mi dinero’ es uno de los argumentos más frecuentes que esgrimen quienes ganan más que sus cónyuges. Otros asumen que por sostener el hogar ya están contribuyendo suficiente al matrimonio y se sienten eximidos de las demás obligaciones hogareñas. En ese esquema, el que gana menos debe asumir toda la carga de la vida doméstica, lo cual es injusto. ‘Eso contribuye a sentir frustración y resentimiento. El cónyuge inconforme evita discutir el tema por temor a sonar poco agradecido’, señala Opdyke.
De acuerdo con el estudio de la empresa Patrimonio Counsulting, anular la voz y el voto de un miembro de la pareja porque no tiene un trabajo bien remunerado o porque está dedicado al hogar es una muestra de menosprecio y arrogancia. En caso de que alguno trabaje pero gane menos, se aconseja que ambos aporten al hogar en porcentajes acordes a sus sueldos.
CUANDO SE VIVE DE LAS APARIENCIAS
La tercera trampa es tratar de llevar un nivel de gastos que la pareja no pueda sostener solo por guardar las apariencias. En el informe de Patrimonio, los expertos aclaran que progresar es bueno y debe ser una de las metas en un matrimonio. El error consiste en gastar desmedidamente para gozar de un estilo de vida alto, sin pensar en construir un patrimonio.
Mientras la familia tenga un ingreso fijo con el que pueda sostener ese estatus, no hay problema. El lío surge cuando uno de los dos es despedido de su cargo. En estas circunstancias, bajar el ritmo de gastos ya no será una opción, sino una obligación. Es cuando muchos lamentan no haber sigo precavidos.
La familia política también pone contra la pared a la pareja frente al dinero. Hay varias modalidades. Una de ellas se da cuando intervienen demasiado y le dan a la pareja dinero para que viva holgadamente o la llenan de regalos para que no le falte nada. Pero al hacerlo, estos padres se sienten con derecho a opinar sobre lo que deben o no hacer. ‘Yo les recomiendo a los jóvenes que se casan que pongan una distancia con sus padres y reclamen autonomía financiera para que no haya forma de control’, dice Sierra.
La clave en este tema es entender que el matrimonio, además de una convivencia, es un consorcio económico y las decisiones que cada uno tome con el dinero, así sea producto del sudor de su frente, afectan a los otros miembros del clan. Los expertos señalan que para evitar problemas las parejas deben hacer un fondo común con un porcentaje de su sueldo y establecer una cantidad específica para gastos personales, rubro del que cada cual podría disponer como a bien tuviera. El resto de gastos, señalan, debería ser siempre por consenso. Y hay algo de razón. No más hay que imaginar qué pasaría si su pareja, sin contarle nada, firmara unos pagarés para ayudar a su hermano en una inversión, desgraciadamente quebrara y tuviera que asumir la deuda. Y como no previó nunca este desenlace, ahora no tiene con qué responder. ¿Solución? Hay que vender el carro, que usted utiliza para movilizarse hacia su trabajo. Como lo dice Sierra, esa pequeña firma que se hizo sin consultar al otro y sin medir el riesgo podría ser ‘una fuente inagotable de conflictos".