En Cúcuta, principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, la tensión por el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del mar Caribe parece...
- 25/04/2013 02:00
PANAMÁ.
La tendencia histórica de las variadas modalidades de la industria en Panamá durante el siglo XX, fue el establecimiento de las actividades de transformación con una dinámica que se centró en los procesos, pero que dejó por fuera la última fase, aquella que se refiere a la disposición de los sobrantes o residuos.
Por esa razón, se veía con frecuencia montañas de afrecho de arroz en la parte trasera de los molinos; sangre que corría desde los mataderos hacia los ríos o quebradas; cementerios de piezas y chatarra en los talleres de mecánica, así como lagos de grasa y aceites ennegrecidos en terrenos colindantes. De igual manera, en los restaurantes, centros comerciales y hasta en el sector bancario por sus envases, cartones y papelería.
A medida que las ciudades y el sector urbanístico ha crecido en dimensiones colosales, el manejo de los despojos, se ha convertido en una etapa casi sin control, pero con un grave perjuicio para los territorios que circundan esas áreas de desarrollo. Un caso ejemplar fue el panorama grisáceo que rodeaba una planta cementera en la carretera hacia Colón y la contaminación de bosques y comunidades vecinos.
Hubo una directriz de establecer estos parques industriales cercanos a fuentes hídricas y a lugares donde la propia naturaleza contribuyera a trasladar las substancias que sobraban. Entonces los ríos de la ciudad de Panamá empezaron a teñirse de pinturas, de residuos lácteos, químicos, del procesamiento de alimentos, bebidas como cervezas, jugos de frutas, salsas y otros ingredientes de diferentes sectores.
La situación empeoró con la disposición de aguas residuales de las urbanizaciones. El río Matías Hernández recibe las aguas grises de una urbanización tan grande como Villa Lucre; la cuenca de río Abajo que atraviesa la vía Ricardo J. Alfaro, vía Bolívar, vía España y desemboca en Panamá Viejo, llega al mar con los desechos de fábricas, urbanizaciones y actividades de diversa índole.
Se llegó a un punto que el sector industrial tuvo que examinar sus procesos en función del impacto hacia los recursos naturales y en general del ambiente. Esta iniciativa, generó desde el comienzo del presente siglo, una alianza entre el gremio respectivo y las autoridades gubernamentales para cambiar la situación y redefinir el conjunto de la gestión.
ACTIVIDADES
El Sindicato de Industriales (SIP) y la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) han protagonizado una estrategia que ha alcanzado un nuevo enfoque en ese sector, denominado producción más limpia, que se ocupa de cambiar la dinámica ‘al final del tubo’; es decir, contar con eficientes envases o contenedores de basura, por la creación de un procesamiento integral, que disminuye la producción de desechos.
Aunque era un concepto novedoso y poco desarrollado en Panamá, algunos empresarios iniciaron un programa hacia la ecoeficiencia, competitividad y rentabilidad asegurada, a través de la producción más limpia en sus instalaciones; mientras las normas pedían a las compañías caracterizar por ejemplo sus aguas residuales y generar un programa de procesamiento y depuración.
El Simposio sobre Producción más Limpia que inició ayer en la ciudad de Panamá y que organizan ambos entes, es la consolidación de esta visión que ha cambiado la forma de desarrollo industrial y que ha generado un modelo de trabajo que trasciende las fronteras con la participación y reconocimiento en la escala regional en Centroamérica.
A PASOS LENTOS
Se ha avanzado mucho, pese a la complejidad de tantos años sin el desarrollo de normas adecuadas y que acompañaran el crecimiento económico. Esto evitó la formación de una tradición o una cultura del desarrollo limpio, noción que ha tenido que ser integrada en la actualidad en el conjunto del trabajo de transformación.
El resultado es un cambio lento, donde poco a poco se logran avances porque hay competencia y rentabilidad, además de una preservación del ambiente. El futuro augura el mejoramiento de las condiciones del entorno; no es posible otra perspectiva, pues la salud de la población es un factor determinante al que no podemos renunciar. La producción más limpia constituye un camino hacia el desarrollo sostenible.