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- 30/08/2013 02:00
PANAMÁ. Rumbo a puerto Mutis desde Santiago, muy temprano por la mañana, cuando el ganado aguarda el amanecer bajo un frío rocío y los niños van a la escuela. Es la hora en que las cantinas parecen iglesias vacías. Ayer se perfilaba como un buen día porque salíamos a encontrarnos con ellas. Han recorrido desde los polos 8,000 km para encontrarse con nosotros.
Arribamos al puerto y sin embargo el sol aún no sale por la neblina densa. Puerto Mutis es la primera parada de mi ruta a través del Parque Nacional Coiba, en el Pacífico panameño, donde por primera vez tendré un encuentro cercano con ballenas y cetáceos. Y aunque todavía no estoy seguro si tendré la oportunidad de verlas, el porcentaje es alto, ya que existen 23 especies de cetáceos que transitan por esta zona y estamos en plena época de avistamientos (de julio a octubre).
El equipo de la expedición está formado por miembros de la ARAP, ANAM y Marviva que promueven esta actividad como una alternativa diferente para los pobladores de la zona. Por medio del Fondo Multilateral de Inversiones del Grupo BID, los capacitan para que puedan darle un buen manejo a los recursos del parque. Además, les enseñan normas de seguridad, como la distancia de las embarcaciones a las ballenas o no cortar su camino, para que estos mamíferos continúen visitando las aguas panameñas.
En dos embarcaciones partimos en dirección a Coiba desde el golfo de Montijo. Un recorrido hacia el mar de hora y media durante el cual podremos admirar la imponente isla Cébaco y la mítica Punta Brava, para luego adentrarnos al Parque Nacional donde nos esperan las ballenas.
Las cámaras listas, todos muy pendientes del mar y el capitán anuncia: ‘a las 3 de la tarde una ballena jorobada’ y fue cuando la vimos. Una gran mancha azul que se sumergía mientras despedía agua de su lomo lentamente al respirar. Nadaba junto a su cría frente a mis ojos. Una sensación difícil de describir que transmite una paz muy grande, me invade. Aunque las ballenas jorobadas hembras pueden medir hasta 19 metros de longitud y pesar unas 40 toneladas y además estamos en su territorio, no hay nada que temer, más bien son ellas las que deben cuidarse de nosotros. Según las normas, las embarcaciones no deben acercarse a menos de 250 metros de las ballenas y 100 metros de los delfines para que no se sientan acosados.
Luego aparecieron más ballenas, vimos cómo una saltó frente a nuestra embarcación bajo el asombro de los presentes que como niños exclamaban. El Parque Nacional Coiba no defraudó y cientos de ballenas nadaron junto a nosotros. No es un mito, todos los años Coiba acoge a estos mamíferos y crea una zona de intercambio genético entre las ballenas del norte y las del sur generando un atractivo turístico único en el mundo.
Los pobladores que se quieran dedicar a la actividad deben ir al Departamento de Ordenamiento Territorial de la ARAP para sacar todos los permisos correspondientes.
Además de las ballenas, el Parque ofrece múltiples atractivos turísticos como isla Granito de Oro, donde se puede practicar snorkeling y nadar junto a tiburones ‘White tip’, tortugas o barracudas. También se puede degustar de las delicias del océano en isla Leones, donde podrás ordenar una ‘batea de mariscos’ y conocer más de las maravillas gastronómicas de nuestro país y apoyar a la economía local que busca un sostén dentro de las actividades ambientales, orientadas hacia un turismo sostenible.