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- 19/07/2025 00:00
Es evidente que la tecnología, sobre todo la Inteligencia Artificial (IA) está cambiando muchos rubros profesionales, políticos y sociales.
La pregunta es más evidente y clara, ¿estamos alineado a ella o no? y, esa pregunta, debe ser el peldaño base para todas las instituciones de estudios superiores de la región y el mundo. Sin embargo, no podemos perder de vista ni caer en el error de que la tecnología y la IA aun resuelve todo; por ello, aún se necesita de un factor clave: el humano.
Las exigencias que enfrentan los líderes empresariales del Siglo XXI son infinitas, por ende, nuestras casas de estudios superiores no pueden limitarse únicamente a la teoría basada en contenidos que se hicieron en el Siglo XIX con herramientas del Siglo XX. No pueden seguir manteniendo vendas retrógradas y burocráticas que le impidan ver los avances que cada rubro profesional está experimentando a diario. No puede seguir dejando como legado a jóvenes titulados, pero sin empleo, porque no están alineados a las realidades de un mercado laboral y lo que curricularmente urge.
Hoy se requiere una preparación con visión global, profesionales que tengan un pensamiento crítico, social y humanista basado en la inteligencia emocional, la inteligencia no verbal, la gestión asertiva de crisis con una visión geopolítica amplia basada en valores e integridad y, con una preparación complementaria que abarque el dominio de plataformas digitales, la Inteligencia Artificial, la comunicación inteligente, el desarrollo de las habilidades blandas, la escucha activa y un sentido de propósito de existencia, muy ausente en estos tiempos.
Así como muchas empresas están alineándose y creyendo en la colaboración global, incluso entre marcas que eran competencias, las universidades deben comenzar a creer con más ahínco en el desarrollo de sociedades colaborativas y considerar, incluso a ONGS y otras universidades, como aliadas estratégicas para un crecimiento más humanista y no solo tecnológico.
Los empresarios con visión entienden que las reglas del juego han cambiado y, tras la pandemia, cambió incluso el tablero mismo. La formación de un profesional ya no solo es técnica ni vertical; requiere transversalidad, conciencia social y preparación ética o, ¿queremos seguir teniendo líderes acusados de blanqueos de capitales, corrupción o cualquier delito que son una real vergüenza para cualquier casa de estudio superior?
¿Quién mejor para identificar estas carencias que aquel que ha vivido desde las entrañas del monstruo el vértigo y los retos del liderazgo en el mundo actual?
Sin embargo, ¿nuestras casas de estudios son atractivas para estos profesionales actualizados y que ejercen a diario sus carreras?, ¿lo salarios compensan las inversiones que ellos han hecho en su larga preparación constante para que, a su vez, las compartan a las nuevas generaciones?, los docentes que se niegan a actualizar su currículo, ¿están dispuestos a ponerse a un lado para darle paso a profesionales del Siglo XXI mejor preparados?, ¿las infraestructuras universitarias invitan a innovar y a ser disruptivos?, ¿tienen tecnología de punta que permita practicar con los nuevos softwares o hardware usados en el campo laboral?, ¿creen en las aulas Siglo XXI? ¡Si! un examen de conciencia bastante duro...
Ahora este pequeño párrafo se lo dedico a los padres y alumnos, todo lo descrito anteriormente, ¿se lo exigen a sus casas de estudios o prefieren alienarse a la ley del menor esfuerzo?, ¿prefieren docentes que nos les exijan para pasar agachados?, ¿prefieren vivir en la zona de confort porque así pueden realizar otras actividades que se alejan a su crecimiento profesional? Padres, si ustedes invierten en la educación de sus hijos miles de dólares ¿quieren que salgan bien preparados sí o no?
Los nuevos pilares Siglo XXI que las casas de estudios superiores deben enfocar para ser realmente semilleros de líderes auténticos, profesionales competitivos y de excelencia son entre otros:
Pensamiento Global: las universidades de excelencia que priorizan experiencias internacionales y la diversidad de pensamientos serán líderes. Ya no sirve entender un solo mercado sino poder operar en varios simultáneamente.
Liderazgo con visión: Además del aspecto técnico y saber dirigir equipos, se debe priorizar el hecho de enseñar a inspirar, a crear impacto sostenible, a perder el temor a la competencia y al error, a saber tomar decisiones éticas, humanistas, morales y abiertas a aceptar las consecuencias de estas.
Habilidades blandas obligatorias: apelar a la inteligencia emocional, a la inteligencia no verbal, al poder administrar las emociones a través de una auténtica gestión de cambio, a escuchar activamente, son tan determinantes como el conocimiento técnico.
Tecnología de punta como eje central: Comprender la IA y usarla no solo como herramienta complementaria sino como herramienta para resolver problemas es elemental en estos tiempos porque, aunque algunos apelen a que es una “moda pasajera”, la realidad, es que en el mercado actual ha llegado incluso a reemplazar a departamentos completos por no saberlas dominar.
Educación basada en hechos actuales: los programas más eficaces incluyen consultorías reales hechas por alumnos y guiadas por sus profesores más preparados. El profesional del futuro se entrena poniendo en práctica los conocimientos adquiridos en el mercado, conocimientos que no se pueden dar el lujo de esperar 3 ó 5 años para ser actualizados porque ni el mundo ni las empresas esperan.
El liderazgo del Siglo XXI requiere de un cambio de paradigma y, las universidades que logren abrazar sin miedo y sin excusas mediocres o burocráticas esos cambios, serán las que tengan no solo una mejor matrícula sino también una reputación de excelencia porque, en el triángulo del saber, del ser y del hacer, está en juego el futuro del mundo.